Opinión
Nacionalismo xenófobo conservador
Published
11 años agoon
Por Rosario Espinal
Las leyes son políticas y una vez emitidas adquieren carácter jurídico. Las sentencias son jurídicas pero expresan un sentir político. Cuando una sentencia no es bien sustentada ni siquiera en lo jurídico, genera legítimas sospechas políticas.
Dejo a los juristas el debate detallado sobre los méritos y desméritos constitucionales de la Sentencia TC 168/13. Pero como ya importantes abogados constitucionalistas han emitido profundas críticas, hay que reflexionar sobre las razones y usos políticos de dicha sentencia. Al hacer mi reflexión encuentro cuatro puntos para resaltar.
Primero: el PLD no tiene oposición política, y en la coalición de partidos que lo apoya está la derecha más rancia y conservadora del país. A casi una década de gobierno ininterrumpido peledeísta, esa facción exige la concreción de las ideas que plasmaron en la Constitución de 2010. Una de ellas es la no nacionalidad a la población de ascendencia haitiana. La Sentencia 168/13 culmina la concreción de este objetivo.
Trujillo y Balaguer trajeron muchos haitianos a trabajar en los cañaverales, y ambos se caracterizaron por conjugar la súper-explotación de la fuerza laboral haitiana con el anti-haitianismo. Lo mismo hacen sus sucesores políticos, y por eso han creado este gran tollo migratorio.
Segundo: mantener segmentos poblacionales pobres, excluidos del derecho a la nacionalidad, y por tanto, del derecho al voto, facilita la estrategia de súper-explotación laboral y predominio político. Quienes no tienen derechos no pueden demandar, y por tanto, son desprotegidos. Y si quieren protestar, serán catalogados de malagradecidos e indignos de vivir en territorio dominicano.
Tercero: por más popularidad que tenga el presidente Danilo Medina, tarde o temprano el gobierno del PLD terminará. Cuando eso suceda, y ahora paso al futuro, la derecha ultra-conservadora dominicana podrá fácilmente reposicionarse en el mercado político-electoral vía otro partido, movilizando la sociedad en torno a los caldeados conflictos que desde ahora se producirán a nivel nacional e internacional por la Sentencia TC 168/13 y su ejecución.
Ya vociferan al estilo trujillista que hay buenos y malos dominicanos, patriotas y anti-patriotas, según se apruebe o rechace la Sentencia; y muchos otros problemas del país se obviarán en medio de estas disputas que ofuscarán la nación.
Cuarto, la República Dominicana tuvo una corriente nacionalista xenófoba en las década de 1930, cuando Trujillo resaltó la dominicanidad masacrando la población haitiana en la frontera, y a los disidentes del régimen en el resto del país. Mirando hacia adelante, cuando el precario sistema democrático se tambalee, la alternativa política con mayores posibilidades de concreción será un gobierno abiertamente de corte nacionalista xenófobo conservador. Embriagado de nacionalismo, muchos dominicanos apoyarán medidas distantes de la dignidad humana.
El nacionalismo xenófobo es actualmente el componente central de los movimientos ultra-conservadores en muchos países: en Estados Unidos, Rusia, Francia, Italia, Bélgica, Holanda, etc., etc., e igual sucede en República Dominicana.
Que nadie se haga tonto o inocente. El nacionalismo xenófobo es incisivo, discriminatorio, y puede incluso llegar a ser criminal.
El gobierno dominicano debió detener la migración ilegal haitiana hace mucho tiempo y no lo hizo para mantener la ganancia empresarial. Ahora no puede mutilar a miles de dominicanos de ascendencia haitiana despojándolos de la nacionalidad o negándosela. Hacerlo es una violación a derechos humanos fundamentales que no puede justificarse con nociones erradas de soberanía.
Que el PLD se preste a esta burda acción de despojo y a ser instrumento de la derecha xenófoba dominicana es otra traición a su misión original. Esta traición comenzó en 1996 precisamente con la firma del llamado “Frente Patriótico” que promovió Joaquín Balaguer contra José F. Peña Gómez.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY
Por Elba García Hernández
En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.
Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.
Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.
En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.
Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.
Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.
Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.
Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.
Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.
En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia deja mucho que desear.
Por José Cabral
El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.
Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.
El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.
En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.
En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.
El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.
Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.
En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.
Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.
Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.
Por Nelson Encarnación
Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.
Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.
Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.
Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.
No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.
Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.
¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.
¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.
Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.
¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.
Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.