Opinión
PNUD: Mayorías populares perciben “son gobernadas para favorecer minorías”
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4 años agoon
« En fin, Estados y Gobiernos imposibilitados de reformarse y hacer reformas en función del “bien común” y clase dominante imposibilitada de entender esos consejos del PNUD; Clase Capitalista de la que por el contrario brota, más allá del neoliberalismo que la impregna, la reacción neofascista.
Por Narciso Isa Conde
El Informe Regional Sobre Desarrollo Humano del PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO-PNUD del 2021, presentado en días recientes, concluye afirmado que no pocos pueblos de Nuestra América creen que sus países “están gobernados para favorecer una minoría”.
Las encuestas incluidas en la referida investigación revelan que el único país de la región donde esa percepción no superó el 50% es El Salvador; mientras los demás sobrepasan el 55% y naciones como Paraguay, Costa Rica y Chile pasan del 90%, y muchas otras el 80%.
El viraje de un año a otro ha sido muy significativo, ya que en el informe del 2020 esa percepción representaba al máximo un 77% de los encuestados/as y ahora llega hasta el 95%.
Los resultados de ese indicador muestran que ya la ilegitimidad de los gobiernos, a consecuencia de servir solo de instrumentos de los grandes capitales, es sumamente alta; y esto tiene un gran significado para el presente y futuro de la lucha de clase en la región más desigual del planeta, donde lo nuevo es un salto en la toma de conciencia sobre las fatales consecuencias del control de los Estados y Gobierno por elites mega-capitalistas cuya voracidad crece sin cesar.
De ser así, y parece que lo es -dado que el PNUD no tiene pinta de inspirarse en un fanatismo subversivo- hay razones para la alarma poco común dentro del sistema de organismos internacionales que brota de esa institución y que ha sido expresada sin rodeos en esta ocasión.
- DESIGUALDADES QUE ALARMAN Y MAYOR CONCIENCIA DE SUS CAUSAS.
Al presentar el Informe a la prensa, Marcela Meléndez, economista jefe del PNUD en la región latino-caribeña, declaró que “se encuentra con mucha frecuencia en la región a grandes grupos empresariales que tienen intereses en muchos sectores y extienden sus intereses con frecuencia al sector de los medios” y que ya “una abrumadora mayoría entiende que la concentración de poder en manos de unos pocos que defienden el interés privado, en vez del bien común, es uno de los factores que conectan la alta desigualdad y el bajo crecimiento, ya que a menudo resulta en políticas distorsionadas, miopes e ineficientes, y en instituciones débiles”. (DIARIO LIBRE 22-06-2021, pág. 6)
El reporte titulado “Atrapados: alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y el Caribe” destaca, por un lado, que “los mercados de la región están controlados por un pequeño número de empresas gigantes” y, por el otro, que al mismo tiempo “la gente se siente frustrada no solo por la injusticia en sus resultados, sino también en los procesos, por la enorme influencia política de unos pocos grupos poderosos”. (DIARIO LIBRE 22-06-2021, pág. 6)
La alarma se entiende muy bien, en tanto en sí misma procura alertar sobre el peligro que implica esa realidad para la estabilidad de una dominación clasista adversa a todo lo reformador y opuesta a todo lo signifique reformas fiscales progresivas o lo que implique medidas de distribución más justas del ingreso nacional, sobre todo cuando el poder constituido se va tornando altamente impopular, como está pasando.
En este informe el PNUD se queja de que “las élites económicas raras veces han utilizado el poder político para impulsar reformas” que encaminen a estos países hacia el “desarrollo”, pudiendo hacerlo. (DIARIO LIBRE 22-06-2021, pág. 6)
Esa queja y tal recomendación, después de tal alarma, procura estimular a los opresores a corregir rumbos y reducir riegos; algo muy propio de quienes siguen defendiendo las ya marginales, inviables e ilusorias concepciones netamente socialdemócratas, en el contexto de un capitalismo neo-liberalizado y endurecido, capitaneado por esas elites burguesas, sin vuelta atrás en medio de su dominación.
Al PNUD le es muy difícil admitir que estamos frente Estados y gobiernos cuasi privatizados, bajo el control de cúpulas capitalistas súper-enriquecidas, cuya racionalidad es acumular más, ganar más y asaltar las funciones ejecutivas del Estado; convirtiéndose a sí mismos en gestores del Estado y ayudando a los políticos a convertirse en elites empresariales corrompidas, relegando a un plano secundario el rol tradicional de la “clase política”.
En fin, Estados y Gobiernos imposibilitados de reformarse y hacer reformas en función del “bien común” y clase dominante imposibilitada de entender esos consejos; Clase Capitalista de la que por el contrario brota, más allá del neoliberalismo que la impregna, la reacción neofascista.
- EL CASO DOMINICANO.
El PNUD sitúa a la República Dominicana con una mayoría del 63% que percibe que aquí se gobierna para una minoría, lo que es muy importante para el presente y el futuro de la lucha popular y de clase; obstruido su despliegue en mayor escala por el el rol alienante de los “mass-media”.
En verdad aquí esto es más grave que como lo percibe el pueblo y por eso pronto va impactar mucho más en la conciencia colectiva y a elevar a porcentaje más altos esa percepción.
El nuevo régimen, montado por la vía electoral a través del Partido Revolucionario Moderno-PRM, otra fuerza de la derecha neoliberal, presidido por un empresario multimillonario metido a político, Luis Abinader, ha sido asaltado con su anuencia y compromisos mutuos por la elite capitalista local y la gran burguesía transnacional.
A nivel de Estado y de Gobierno el mayor poder de ejecución lo detenta y ejerce el conjunto de los 10 principales mega-capitalistas del país y las corporaciones transnacionales radicadas aquí.
Esto se agrega al inmenso poder que exhiben esas elites a nivel financiero, comercial, industrial y sobre el territorio nacional (suelo, subsuelo y sobresuelo) y los grandes medios de comunicación.
El Estado, gobierno incluido, ha sido privatizado y opera como tal con un fuerte talante neo-colonial.
Muy poco o nada puede hacerse desde ese Estado en materia fiscal, presupuestal, financiera, institucional, cultura, ideología… sin contar con la aprobación del Consejo Nacional de la Empresa Privada-CONEP, la Cámara Minera, la Cámara Americana de Comercio, BM, FMI, Embajada estadounidense, USAID, CIA, FBI, Comando Sur del Pentágono y alta jerarquía de la Iglesia Católica.
Presidencia, Vicepresidencia, Ministerios claves, están bajo control directo del gran capital privado.
Aquí o se cambia todo, o todo será el insoportable gobernar a favor de los intereses espurios de ese conjunto minoritario, opulento y voraz, bajo el manto de una recolonización cada vez más endurecida.
La esperanza está en que ese 63% no retroceda, ni se estanque, pase al 80… al 90…se radicalice y profundice como conciencia impugnadora y se convierta en rebeldía organizada, indignación multitudinaria y poder transformador. Y eso puede lograrse a los compases de la profundización de la crisis sistémica acompañada de un accionar de vanguardia que articule todas las rebeldías en una propuesta política de profundo calado y poder de atracción, todavía pendiente concreción en la agenda nacional.
(I)
Por Oscar López Reyes
Desde 1950, tres años a posteriori de su creación -1947- la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos comenzó a instrumentalizar a periodistas para manipular y moldear a la opinión pública mundial, en una abominable labor de zapa, en el cenit geopolítico de la Guerra Fría entre dos superpotencias imperiales. Su proyecto primigenio, y el más escalofriante, ha sido la encubierta Operación Mockingbird, mediante la cual se ocultaron y tergiversaron informaciones para influir a favor de los designios norteamericanos, y desde 2019 ejecuta a gran escala una campaña de reclutamiento para difundir noticias y entretenimiento en redes sociales y plataformas streaming.
En estos 78 años, la CIA ha invertido miles de millones de dólares en el enlistamiento de periodistas anti-éticos y anti-democráticos y en infiltración en medios de comunicación para divulgar programas propagandísticos, engendrando el descrédito y la desconfianza ciudadana, así como la animadversión de adversarios en guerras.
La operación Mockingbird, que inicialmente consistió en escuchas telefónicas periodísticas sin orden judicial, fue llevada a cabo por la CIA para identificar fuentes de filtraciones de datos de alta inteligencia. Principió grabando conversaciones privadas de Hanson Baldwin, reportero de seguridad nacional del New York Times, entre el 12 de marzo y el 15 de junio de 1963, desde el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Las grabaciones fueron por iniciativa del presidente de Estados Unidos, Jhon F. Kennedy, luego que se incomodara por un reportaje de primera plana publicado por Baldwin (ganador del Premio Pulitzer en 1943 por su cobertura de la Segunda Guerra Mundial) en la edición del 26 de julio de 1962 del New York Times en el que, amparado en una información clasificada, revelaba el número de misiles nucleares en el arsenal estadounidense. A su vez, comparaba esos depósitos atómicos de Estados Unidos con los de la Unión Soviética, y el afán de esta última superpotencia por resguardar sus emplazamientos de misiles balísticos intercontinentales.
A seguidas, la CIA también intervino los teléfonos residenciales de los columnistas Robert S. Allen y Paul Scott (The Allen-Scott Report, publicada en unos 300 periódicos), tras estos dar a conocer secretos clasificados de Estados Unidos. Más adelante, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) se incorporó a las averiguaciones y vigilancia para detectar quienes desde los organismos de inteligencia estaban infiltrando informaciones a la prensa. También produjo la intercepción telefónica a la periodista de Newsweek, Lloyd Nornam, y el secretario de Estado Dean Rusk presionó para que CBS News no difundiera un reportaje del periodista Daniel Schorr sobre el espectacular escape de ciudadanos de Alemania Oriental a través de un túnel bajo el Muro de Berlín.
Por intermedio del proyecto Mockingbird -según variadas fuentes- para divulgar propaganda proestadounidense y truquear a la opinión pública contra la influencia comunista, aceptaron ser asalariados de la CIA cientos de periodistas de The New York Times, The Washington Post, Newsweek, ABC, CBS, NBC, la revista Time, Louisville Courier Jounal, Copley News Service, la agencia internacional Reuters y otros medios de América Latina, Europa y otras regiones.
Los objetivos bien definidos de la contratación a sueldo de la red de periodistas, publicaciones, televisoras y emisoras tengo que segmentarlos en siete:
1.- Difundir relatos preescritos por la CIA, para tratar de cambiar la percepción global sobre situaciones y personas, siempre favorables a Estados Unidos.
2.- Controlar la política editorial de medios comunicativos, a través de altos ejecutivos y editores, en una novedosa interacción subrepticia gobierno-prensa.
3.- Ocultar informaciones perjudiciales o desfavorables a Estados Unidos, en una intromisión estatal sin precedentes.
4.- Inclinar la balanza para conveniencia estratégica de Estados Unidos en coberturas informativas, artículos de opinión, editoriales y otros géneros periodísticos.
5.- Contrarrestar la propaganda e influencia de la Unión Soviética, con mecanismos sofisticados de persuasión pública.
6.- Suministrar datos de inteligencia, en una típica tarea de espionaje.
7.- Detectar a agentes o empleados de organismos de inteligencia que confidencialmente suministraban informaciones a periodistas.
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El autor: Redactor principal del Código de Ética del Periodista Dominicano y autor exclusivo del libro “La Ética en el Periodismo. Los cinco factores que interactúan en la deontología profesional”.
Por Isaías Ramos
En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?
La comparación es contundente: alrededor de RD$19 mil millones para cumplir la indexación —lo mínimo para que la inflación no se coma el salario por la vía del impuesto— frente a más de RD$500 mil millones en gasto tributario y subsidios no focalizados. Esa diferencia no es técnica; es moral. Es un impuesto silencioso al trabajo para sostener privilegios que casi nunca rinden cuentas.
No hablamos de milagros, sino de coherencia constitucional.
Primero derechos; después privilegios.
La indexación es justicia básica; que el salario cubra la canasta es dignidad mínima. Cuando eso no ocurre, todo lo demás se convierte en una transferencia regresiva: recursos públicos arriba y salarios de subsistencia abajo.
Lo vemos en historias como la de Marta, cajera en una tienda que abre seis días a la semana. Gana el salario mínimo del tramo superior y aun así no le alcanza para transporte, alimentos y educación básica de sus hijos. Todos conocemos una Marta. Su caso no es la excepción; es el reflejo de un modelo.
Reconocemos, sin ambigüedades, que ciertos sectores han traído inversión y empleo. Pero en un Estado Social y Democrático de Derecho, la prioridad no se discute: derechos primero, incentivos después. Si un sector recibe exenciones millonarias durante décadas, la contrapartida mínima es un salario mediano por encima de la canasta y una reducción verificable de la informalidad. Y si los beneficios se justifican por su aporte, ese aporte debe comprobarse con datos públicos.
Las preguntas son simples, y las respuestas deberían serlo también:
- ¿Cuál es su salario mediano y qué parte de la canasta cubre?
- ¿Cuál es su aporte fiscal neto, descontadas exenciones y transferencias?
- ¿Qué metas salariales y de formalización han cumplido —auditadas y con plazos—?
Si esas respuestas no existen, la falla no está en quien critica, sino en un modelo que evita mirarse al espejo.
Cuando miramos la región, el panorama se vuelve más claro y más crudo. Llevamos décadas creciendo alrededor de 5 % anual, más del doble del promedio latinoamericano. Sin embargo, datos del Banco Mundial muestran que menos de 2 % de los dominicanos ascendió de grupo de ingreso en una década, frente a un 41 % regional. Es una de las movilidades más bajas de América Latina: un motor económico de alta potencia montado sobre una carrocería social demasiado frágil.
A eso se suma un mercado laboral con alrededor de 55 % de informalidad, superando un promedio regional que ya bordea la mitad. Millones de personas trabajan sin contrato, sin protección y sin capacidad de negociación. Mientras tanto, el salario mínimo formal del sector privado no sectorizado —según el tamaño de la empresa— oscila hoy entre unos RD$16,000 en las microempresas y cerca de RD$28,000 en las grandes, y ni siquiera en su tramo superior alcanza el costo de la canasta familiar nacional, que ronda los RD$47,500, ni la canasta del quintil 1, situada en torno a RD$28,400. La mayoría de los trabajadores informales ni siquiera se acerca a esos montos.
Ahí está el nudo del modelo: un PIB que corre por delante del promedio regional, con salarios más bajos, más informalidad y menor movilidad que casi todos. Ahí es donde la retórica del “milagro” deja de coincidir con lo que millones viven cada día: jornadas largas, ingresos insuficientes y un crecimiento que no se traduce en dignidad.
Y, mientras tanto, la indexación —que solo evita que el impuesto castigue el salario— se presenta como inalcanzable. No lo es. Lo inalcanzable es pretender estabilidad congelando la protección del trabajador mientras se blindan privilegios que nadie revisa con lupa desde hace décadas. Eso no es estabilidad; es un subsidio a la precariedad.
La discusión no es “si hay dinero”, sino de dónde es justo que salga.
¿De quienes ya no pueden más, o de exenciones que llevan medio siglo sin evaluación seria?
¿De la nómina de la clase trabajadora, o de regímenes especiales convertidos en vacas sagradas?
En el Frente Cívico y Social entendemos que la guía es simple y está escrita en la Constitución. El artículo 62 establece, entre otras cosas, que es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remunerado y, en su numeral 9, consagra el derecho a un salario justo y suficiente para vivir con dignidad. No es poesía; es mandato. Si el salario mediano de un sector no cubre la canasta, ese sector no cumple con la dignidad mínima. Y si además recibe exenciones, la obligación de rendir cuentas es aún mayor.
Y porque no hay dignidad sin desarrollo, no olvidemos lo esencial: salario digno es demanda interna, productividad futura y estabilidad social. Con sueldos de miseria no se construye un mercado interno robusto, no se fortalece el capital humano, no hay escalera de movilidad. Lo que se “ahorra” hoy en salarios bajos se paga mañana en menor crecimiento y mayor conflictividad.
En una frase: un país que se respeta no pone el privilegio por encima del salario, ni el incentivo por encima de la dignidad. Cuando la política honra esa jerarquía, la estadística deja de ser consuelo y se convierte en vida vivible.
Despierta RD
Opinión
La Corte Penal Internacional y los Tribunales Penales Internacionales (1 de 2)
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1 semana agoon
noviembre 26, 2025Por Rommel Santos Díaz
A diferencia de la Corte Penal Internacional, cuyo estatuto es el resultado de varios años de debates y de la Conferencia de Plenipotenciarios, los tribunales Ad –Hoc para la Ex Yugoslavia y Ruanda son la expresión de una respuesta a dos situaciones específicas caracterizadas por la comisión de atrocidades en el territorio de estos países.
Fue precisamente la gravedad de las circunstancias lo que obligó al Consejo de Seguridad a ejercer las atribuciones que le confiere el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas para crear las jurisdicciones penales Ad – Hoc para la Ex Yugoslavia ( Resolución 827 de 1993) y para Ruanda (Resolución 955 de 1994)
En estos casos, ambos tribunales tienen virtualmente estatutos idénticos y también compartieron algunas instituciones comunes, como por ejemplo el Fiscal, dado que a partir del 15 de septiembre del 2003, el Consejo de Seguridad designo a Hassan Bubacar Jallow como Fiscal del Tribunal Penal Internacional para Ruanda.
La Fiscal Carla Del Ponte ejerce su competencia exclusivamente en relación al Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia. Las características comunes entre ambos tribunales han tenido como consecuencia, al menos en el ámbito teórico, la economía y uniformidad en el ámbito fiscal hasta el año 2003 así como en el desarrollo de una línea jurisprudencial sólida y constante en el análisis de sus respectivos casos.
De esta forma la creación de dichos tribunales Ad-Hoc constituye un desarrollo sin precedentes a favor de la implementación de las normas sobre derechos humanos que a su vez ha favorecido una dinámica positiva en el proceso de creación de un sistema de justicia penal internacional que se concreta casi una década después con el inicio de las funciones de la Corte Penal Internacional.
Por su lado el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda fueron creados por resoluciones del Consejo de Seguridad en virtud de las cuales son considerados como órganos judiciales subsidiarios del mismo.
Se ha establecido que aun cuando fueron creados por el Consejo de Seguridad, el cual no es un órgano judicial, esto no afecta la validez del acto jurídico de creación puesto que ambos son el reflejo del ejercicio del mandato del principal órgano de las Naciones Unidas para mantener la seguridad y la paz internacional.
Esta línea de razonamiento concuerda con la establecida por la Corte Internacional de Justicia en su Opinión Consultiva sobre los efectos de las compensaciones concedidas por el tribunal administrativo de las Naciones Unidas de 1954.
Por tanto, mientras la Corte Penal Internacional es un tribunal internacional independiente, el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda son órganos judiciales subsidiarios del Consejo de Seguridad Conforme al Artículo 2 del Estatuto de Roma, la Corte Penal Internacional mantiene relaciones de cooperación con el sistema de de las Naciones Unidas, pero ello no afecta su independencia con respecto a dicha organización internacional.
