Opinión
¿Por qué un poder constituyente?
Published
7 años agoon
Por Narciso Isa Conde
Crear un poder constituyente, ya sea para fundar una nación o para reformular o reformar sus bases constitucionales, es un derecho que le asiste al soberano, al pueblo soberano… cuando esto se torna necesario para superar una crisis, una situación insoportable o un sistema institucional y/o constitucional que afecta gravemente su existencia y sus condiciones de vida.
El poder se refiere a la fuerza y voluntad del pueblo y lo constituyente se relaciona con un proceso llamado a cambiar la Constitución de la República que actualmente sirve de base al régimen político y a la institucionalidad que el pueblo repudia por sus resultados comprobadamente contrarios y ajenos a sus intereses y aspiraciones.
Aquí se trata de un conjunto de instituciones que conforman un sistema de corrupción e impunidad, una dictadura constitucional corrompida y corruptora que protege un latrocinio, un lodazal de males, que a su vez contribuye en gran escala a generar procesos de empobrecimientos material y espiritual que provocan enormes calamidades y aberraciones sociales en el campo de la alimentación, salud, seguridad social, educación, ingresos salariales y pensiones, seguridad ciudadana, viviendas, sanidad ambiental, preservación del territorio (suelo, subsuelo y sobre-suelo), integridad del patrimonio público y natural de la nación, derechos de género, situación de la juventud y la niñez, rol de los cuerpos armados…
En el caso dominicano un proceso constituyente para producir una nueva constitución o para reformar sustancialmente la Constitución vigente necesita obligatoriamente desembocar en una ASAMBLEA CONSTITUTENTE SOBERANA por elección y con participación popular.
Esto así porque el derecho a la revisión o el reemplazo de la Constitución neoliberal y autoritaria del 2010 está constitucionalmente secuestrado por la actual Asamblea Nacional Legislativa, un cuerpo altamente corrompido; integrante, por demás, de la institucionalidad putrefacta que necesitamos remplazar.
PERTINENCIA DEL PODER CONSTITUYENTE.
El movimiento Marcha Verde, que no cesa de crecer demandando el fin de la impunidad que protege ese deterioro y a sus principales responsables y beneficiarios, ha colocado a flor de piel de la Nación Dominicana la necesidad de debatir la pertinencia de un proceso constituyente que culmine en una ASAMBLEA CONSTITUYENTE electa democráticamente; no sujeta a estas instituciones pervertidas, destinada a elaborar una nueva Constitución que sustituya y refunde las instituciones actuales (Poder Ejecutivo, Congreso, Consejo de la Magistratura, Sistema Judicial, Sistema Electoral , “Altas Cortes”, Cámara de Cuentas….) y redefina el modelos económico, social y político del país.
Las instituciones vigentes, incluido el gobierno actual y el sistema de partidos tradicionales, no sirven para cambiar lo que está mal. Más bien fueron hechas para generar todos los males que agobian a la inmensa mayoría de nuestra sociedad y para sustentar y proteger las mafias políticas, militares y empresariales enriquecidas; con fortunas acumuladas no solo por la vía de la explotación y sobre-explotación del gran capital privado, sino también del robo y el saqueo ilegal del presupuesto nacional, del asalto al patrimonio de la Nación y el ejercicio de todas la modalidades de delitos de estado y privados, incluida la narco-corrupción.
Si algo ha logrado el movimiento marcha verde es demostrar que las instituciones establecidas, los altos funcionarios electos y nombrados y el gobiernos de turno, no sirven para ponerle fin a la impunidad porque forman parte de un sistema de corrupción encabezado por el propio Presidente de la Republica, que usa el poder para impedir el castigo que se demanda.
Y esto obliga a reflexionar la manera de superar este “tranque” provocado por un orden político-jurídico e institucional, que más allá de los espacios de libertad conquistados en las últimas décadas, niega democracia real e impone mecanismos electorales controlados por el engendro político-económico que domina al Estado; disponiendo a la vez de infinitos recursos sucios y ventajas escandalosas para hacer trampas y adulterar resultados dentro de una competencia clientelista-mercantilizada.
Esto nos obliga a pensar que estamos frente a un desafío muy superior y mucho más difícil de enfrentar del que no pocos/as previeron, porque si bien el proceso constituyente necesario puede y debe ser asumido desde ahora junto a los esfuerzos para crear, desde la democracia de calle, poder de calle y poder constituyente opuesto al poder constituido, es realmente impensable realizar una Asamblea Constituyente Soberana y Participativa en el contexto de esta institucionalidad y de este gobierno. Para lograr esa meta la ruptura democrática de este orden –más bien desorden- institucional es imprescindible.
Y hablo de ruptura democrática porque se trata de desarrollar la democracia de calle, las movilizaciones y paralizaciones multitudinarias a manera de plebiscito –como aconteció hace unos años en Bolivia y Ecuador- para obligar a este gobierno a dimitir y abrirle paso a una transición, incluido un gobierno provisional de corta duración que convoque la Asamblea Constituyente capaz de definir el nuevo acuerdo social, reconstituir las instituciones (incluido el poder electoral) y convocar a elecciones de acuerdo a lo pautado en la nueva Constitución.
Esto necesariamente pasa por un despliegue de la crisis de gobernabilidad que está provocando el empecinamiento en perpetuar el sistema de corrupción e impunidad, la crisis integral en desarrollo y la dictadura institucionalizada por la partidocracia corrupta y las cúpulas empresariales asociadas a ella.
Por Elba García Hernández
En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.
Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.
Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.
En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.
Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.
Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.
Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.
Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.
Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.
En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia deja mucho que desear.
Por José Cabral
El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.
Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.
El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.
En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.
En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.
El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.
Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.
En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.
Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.
Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.
Por Nelson Encarnación
Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.
Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.
Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.
Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.
No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.
Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.
¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.
¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.
Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.
¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.
Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.