Por Rosario Espinal
Son más de 150 años de luchas para participar en la construcción de la sociedad moderna y conquistar la igualdad de derechos y oportunidades.
Las luchas comenzaron a mediados del siglo XIX cuando obreras en los países más industrializados de Norteamérica y Europa pedían mejores condiciones laborales. En marzo de 1857, 1867 y 1909 las mujeres de la emergente industria textil protestaron, fueron despedidas, e incluso murieron por plantear sus demandas.
A ese movimiento laboral se enlazó la lucha por el sufragio universal. Mujeres de diferentes clases sociales demandaron el derecho a votar. Tomó una buena parte del siglo XX para que, país por país, las mujeres obtuvieran el derecho al voto.
En 1975, en medio del auge del movimiento de mujeres, la Organización de Naciones Unidas proclamó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer y marcó un hito con la declaración de la Década de la Mujer (1975-1985).
Desde entonces, las mujeres se han integrado cada vez más al mercado laboral, a la educación y a los procesos políticos. Se crearon instituciones gubernamentales y no gubernamentales para motivar la participación de las mujeres, se incorporó la noción de equidad de género en las políticas públicas, y se establecieron leyes de cuotas electivas en algunos países para posibilitar la representación política.
Esas luchas, el feminismo que ha sido motor ideológico del movimiento de mujeres, y el impulso que dieron importantes organizaciones internacionales y ONG locales al tema de la equidad de género, contribuyeron a mejorar las condiciones de vida de muchas mujeres en las últimas décadas en todo el mundo. Los cambios son notables. Sin embargo, las desigualdades y los obstáculos que desfavorecen a las mujeres persisten.
En promedio, las mujeres ganan menos que los hombres por trabajos similares, se concentran en sectores de la economía de bajos salarios y menores beneficios, son casi siempre las víctimas de acoso sexual y violencia intra-familiar, con frecuencia carecen de servicios adecuados de salud reproductiva, muchas crían solas a sus hijos; y su representación política es muy baja en casi todos los países, incluida la República Dominicana. ¡Injusticias!
Un problema crucial no resuelto adecuadamente en muchas sociedades, tampoco en la dominicana, es la atención a las necesidades familiares. Las mujeres se han incorporado al mercado laboral, pero ni los gobiernos ni los empresarios muestran disposición de apoyar la educación preescolar, y muchos hombres no aportan su cuota al trabajo doméstico. Por eso, la incorporación de la mujer al mercado laboral ha resultado en una doble jornada: la mujer trabaja para generar ingresos y también atiende casi todos los quehaceres domésticos. ¡Es una carga pesada!
Otro problema persistente es la hiper-sexualización de la mujer que resulta de la comercialización del cuerpo como objeto de placer en la publicidad o la prostitución. Este asunto le incumbe de manera especial a la República Dominicana, país conocido por ser proveedor de mujeres para el negocio internacional de la prostitución. ¡Ojo con eso!
El machismo dominicano se expresa en canciones, opiniones y en acciones violentas (violaciones sexuales y feminicidios). ¡Son crímenes que avergüenzan!
Un gran aporte del pensamiento moderno ha sido promover el ideal de igualdad entre todos los seres humanos. A pesar de 150 años de luchas para hacer realidad este ideal y de las conquistas obtenidas por las mujeres, las desigualdades y los obstáculos persisten.
Marzo es ocasión propicia para recordar esta historia y renovar el compromiso por una sociedad más justa y de oportunidades para las mujeres. ¿Quién se opone?
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY