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Opinión

PRM: el nuevo partido dominante

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Por Rosario Espinal

La división de los tres grandes partidos que estructuraron la política dominicana desde la transición política de 1978 (PRSC, PRD y PLD) ha llevado a su declive y también a cambios importantes en los procesos electorales y en la conformación del poder del Estado.

La autodestrucción partidaria se confirma con datos precisos: en el 2020, el PRSC colapsó electoralmente al obtener solo el 1.80% de los votos a nivel presidencial con Leonel Fernández de candidato, y en el 2024 solo 0.89% con Luis Abinader de candidato. En el 2020, el PRD obtuvo 2.38% a nivel presidencial con Gonzalo Castillo de candidato y en el 2024 solo 0.45% con Miguel Vargas.

El declive electoral del PLD es significativo: en el 2016 Danilo Medina obtuvo 61.7% de los votos, en el 2020 Gonzalo Castillo 37.5% y en el 2024 Abel Martínez 10.3%. Más claro de ahí ni el agua. Las divisiones han dinamitado esos tres partidos.

Los procesos de fragmentación y debilitamiento comenzaron con el PRSC en el 2004 y siguieron con el PRD en el 2013. Durante ese período, el PLD se convirtió en el partido dominante, controlando todas las instancias de poder en mayor o menor medida.

Pero el poder del PLD siempre tuvo algún nivel de contrapeso legislativo porque el PRD, a pesar de haber quedado disminuido después de la crisis bancaria de 2003-2004, seguía operando, y después de la división de 2013, el PRM se llevó rápidamente casi toda la estructura dirigencial y los votantes del PRD. Además, la sociedad civil se mantuvo vigilante.

Ahora, la división y el desplome electoral del PLD ha posibilitado la emergencia del PRM como partido dominante. Esa división facilitó que el PRM pudiera lograr en el 2024 la mayor representación en la Cámara de Diputados que lo obtenido por el PLD en su era de dominio.

En el país no hay ahora mismo una oposición funcional con capacidad de movilizar suficientes votantes para nivelar la representación política. Los votos del peledeísmo se dividieron entre el PLD y la Fuerza del Pueblo, y, además, un 45% de los electores no acudió a votar.

Sin duda, la marca peledeísta sufre los efectos negativos de la corrupción, pero si no se hubieran dividido, hubiesen podido competir mejor y mantener un cierto bipartidismo.

Los datos electorales muestran también la disminución general de todo el peledeísmo: en el 2020, el PLD y la FP (con sus respectivos aliados) obtuvieron un 46.4% de los votos y en el 2024 un 39.2%.

En circunstancias normales, con los resultados electorales que se registraron en el 2024, habría actualmente un gran debate en el país sobre los peligros de un parido tan dominante como es el PRM ahora. No lo hay porque los segmentos con mayor vocería política en la sociedad civil dominicana han asumido la narrativa de que bajo la dirección del presidente Luis Abinader hay garantías de buen funcionamiento gubernamental.

El tiempo dirá si un partido con tanto poder y sin contrapesos efectivos logrará gobernar bien e impulsar una agenda transformadora para beneficio de la sociedad.

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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