Por Rosario Espinañl
El 16 de agosto de 2017, publiqué en este medio un artículo titulado: “La indignación de la clase media y el PLD”. Ahí planteé que, para entender la política dominicana del momento había que comprender el origen y nivel de indignación de la clase media.
Aclaré que la clase media es un conglomerado social diverso en cualquier país, y cada vez, hay más personas que se consideran clase media.
Por ejemplo, en la encuesta de Latinobarómetro 2018 se preguntó a los encuestados si se consideraban de clase alta, media o baja. El 42% de la población dominicana encuestada se autoidentificó como clase media, comparado con un 37% en promedio para la región latinoamericana (aclaro: si todos los que se autoidentifican como clase media son realmente clase media en base a indicadores socioeconómicos, es otro tema).
Después de la crisis económica de 2003-2004, segmentos importantes de la clase media apoyaron electoralmente al PLD animados por la estabilidad macroeconómica y la modernidad prometida. Leonel Fernández gobernó con relativa holgura del 2004 al 2012, teniendo el PLD como bastión de apoyo electoral a la clase media urbana, sobre todo del Gran Santo Domingo.
Ante el aumento de la delincuencia, la clase media comenzó a sentirse desprotegida del Estado, y fue generando un resentimiento social al ver los de abajo como beneficiarios de los servicios sociales, sin pagar luz, ni agua, ni impuestos sobre la renta, y a los funcionarios peledeístas con buena vida
Al comenzar la presidencia de Danilo Medina, esta clase media renovó el apoyo al PLD ante el nuevo estilo de gobernar de Medina, más enfocado en la ejecutoria directa del presidente y la asignación del 4% del PIB a la educación, lucha que había enarbolado en el 2010-2011 la clase media. Eso explica, en parte, el alto nivel de aprobación que recibió Medina durante su primer gobierno.
Desde el 2012, el énfasis del Gobierno fue la política social que beneficia, sobre todo, a los sectores más desposeídos. Esto incluye el 4% del PIB a la educación con la tanda extendida, la expansión de los programas Progresando con Solidaridad, el seguro de salud subsidiado con SeNaSa, los programas de vivienda pública como la Nueva Barquita, y los créditos a pequeños productores.
Si tomamos el programa social más grande, el 4% del PIB a la educación, aunque ha beneficiado a maestros, proveedores y constructores de escuelas (todos de clase media), los grandes beneficiarios son los pobres, ya que, la clase media y alta no envía sus hijos a las escuelas públicas.
Ante el aumento de la delincuencia, la clase media comenzó a sentirse desprotegida del Estado, y fue generando un resentimiento social al ver los de abajo como beneficiarios de los servicios sociales, sin pagar luz, ni agua, ni impuestos sobre la renta, y a los funcionarios peledeístas con buena vida.
En ese contexto surgió el mega escándalo de corrupción Odebrecht, poco después del triunfo del PLD en las elecciones de 2016 con 61.4% de los votos a nivel presidencial. Odebrecht fue el punto de ruptura del apoyo de un amplio segmento de la clase media urbana con el PLD. Ante la indignación, salió a las calles a protestar en la Marcha Verde desde enero de 2017 hasta mediados de 2018, y el Gobierno no dio respuestas.
Las marchas verdes terminaron y los dirigentes se movieron a la dinámica electoral, mientras el sentimiento de indignación quedó firme en las capas medias.
En octubre de 2019 vino la división del PLD y en febrero de 2020 la suspensión de las elecciones municipales, que lanzó nuevamente la clase media a la calle, ahora constituida en movimiento de protesta juvenil en la Plaza de la Bandera, y cacerolazos desde los hogares. Se expandió el #SeVan.
He ahí los resultados electorales municipales.
Artículo publicado en el periódico HOY