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R.D. atrapada entre anti-haitianismo, aumento de la migración desde su vecino y la pérdida de la cultura de trabajo de su gente.

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Por Elba García

La migración haitiana constituye un tema de debate cotidiano en ambos lados de la frontera, ya que en la parte occidental es la vía más fácil y cercana para que el ciudadano de la empobrecida nación tenga una especie de válvula de escape de su situación de miseria y de violencia, mientras que en el lado oriental  no hay más opción que emplear a sus vecinos ante la perdida de la cultura del trabajo de su gente.

Nadie puede negar que la llegada de haitianos al territorio dominicano tiene su parte positiva, pero también su lado negativo, desde la perspectiva de lo que ello implica para un país lleno de pobreza y con unos servicios públicos caracterizados por la falta de presupuestos y en consecuencia de una gran deficiencia. Pero además porque las migraciones arrastran lo bueno y lo malo del lugar donde proceden.

Si se hiciera una proyección del impacto que tendría que la mayoría de los haitianos se concentraran en la parte oriental de la isla, habría una carga poblacional que superaría los veinte millones de personas, lo cual requeriría de una cantidad muy grande de recursos económicos  y sería, sin lugar a dudas, una razón más que suficiente para hacer colapsar a ambas naciones.

El anti-haitianismo no se expresa en el país con violencia ni con crímenes de odio como ocurre en otros lugares del mundo, como por ejemplo la antigua Yugoslavia, pero la realidad es que entre los dominicanos se ha desarrollado una tendencia a sentir algún rechazo hacia los vecinos por una diversidad de razones.

Lo primero que se debe decir que es normal que cuando la inmigración aumenta significativamente los nativos se sientan amenazados, lo cual no sólo ocurre entre los dos países que ocupan la isla, sino también en todos los lugares del mundo donde el fenómeno ocupa lugares importantes en el orden laboral, económico y social.

Casi siempre este fenómeno genera violencia, pero lo cierto es que la psicología del inmigrante no consiste en buscar  desplazar al nativo del control del Estado, por decir algo,  ya que su principal preocupación no supera su interés en conseguir un buen trabajo y a ayudar a los suyos que aún viven en su país, ya que los nacidos ahí  cuentan con una serie de derechos propios de los que tienen su origen en esas tierras, sobre todo en un país como la República Dominicana, donde su régimen jurídico se fundamenta en el ius sanguini, lo cual constituye un dique de contención y una limitante para que el extranjero se empodere política y ciudadanamente.

Sin embargo, en el caso de los haitianos hay una razón que siempre podrá generar dudas de que ellos persigan llegar más allá de buscar ganarse  la vida y mantener a sus familias desde las tierras dominicanas en razón de lo que indica la historia en lo que respecta a la dominación por ellos  a la  parte española de la isla  por un periodo de 22 años.

Otra razón que fortalece la preocupación de los dominicanos con el inmigrante haitiano es el hecho de que éste ha utilizado un cierto chantaje para el respeto de sus derechos, lo cual no sólo se observa en foros internacionales, sino también en el país a nivel del trabajo que desarrolla el procedente del lado occidental  de la isla, dado que siempre se apoya en una causa inexistente para exigir, entre otras cosas, el pago por la labor realizada.

Todo ello se constituye en una razón para que en el país se desarrollo el anti-haitianismo que ha sido alimentado además por una corriente de pensamiento ultraconservadora que sostiene que los vecinos son una amenaza para la existencia de la nación.

La realidad es que el fenómeno de la migración no lo detiene nada, absolutamente nada, porque en la medida en que el haitiano no pueda vivir en su territorio por los niveles de violencia y la falta de un Estado que mínimamente controle el país o ya sea por la falta de empleo o de comida, la gente procurará irse al exterior para mejorar sus condiciones de vida o cuando menos tener garantía de que comerá el siguiente día.

Lo único que garantizaría que Haití pare la migración de su gente es mediante una mejoría de sus condiciones de vida a través  del aumento de los niveles de institucionalidad y orden, que sus autoridades y el Estado no están en capacidad de asegurar y como vía de consecuencia por el momento no se vislumbra ninguna posibilidad de que la misma se pueda detener.

Otro factor que estimula la migración haitiana es el hecho de que muchos empresarios privados e instituciones del Estado dominicano no tienen ningún reparo en colocar a trabajar en sus empresas a los haitianos, sin importar su status legal, muchas veces porque se aprovechan y pagan salarios más bajos, pero además porque resulta un poco difícil encontrar manos de obra criolla.

La falta de gente dominicana para desarrollar una serie de trabajos estriba en el hecho de que por una diversidad de razones en el país se ha perdido la cultura del trabajo y esa circunstancia ha beneficiado a la inmigración haitiana, la cual, aunque ha sufrido en los últimos años un cambio importante, está más dispuesta a trabajar en lo que sea y vivir dondequiera, lo cual disminuye las exigencias de pago de servicios públicos y renta de casas donde se albergan.

Otro factor de mucho peso que ha provocado la  desaparición de  la cultura del trabajo en la República Dominicana y que aumenta la migración haitiana, así como de otros valores nacionales, es que la psicología del criollo consiste en también irse hacia lugares como los Estados Unidos y Europa, donde aprovechan la fortaleza de las monedas como el dólar o el euro, lo cual le permite tener mayores ahorros y resolver asuntos vitales para su existencia, como un techo donde vivir y mejorar sus condiciones de vida.

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Candidatura Abel en la cuerda floja por deficiencias personales, mañas y trampas que se tejen en la partidocracia.

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Por Elba García

Desde el mismo momento de la escogencia de Abel Martínez como candidato presidencial del PLD, cuya selección fue también el resultado de una trampa y de un fraude en contra del sistema electoral dominicano, ya que la misma, aunque llamada consulta, implicó unas primarias extemporáneas, se sabía lo que venía.

Pero la candidatura de Abel arrancó mal en virtud de que ésta adolece de un problema de fondo, el cual consiste en las debilidades asociadas a su poca formación cultural y política, ya que a él se le hace difícil hasta articular algunas ideas para que su propuesta sea potable.

La debacle se veía venir, dado que su triunfo en la referida consulta fue el resultado de la inversión de una gran cantidad de dinero del que éste acumuló como presidente de la Cámara de Diputados y en el ayuntamiento de Santiago.

Sin embargo, cualquiera pudiera decir que Abel Martínez adolece de las condiciones que debe tener un aspirante presidencial, pero, por ejemplo, se puede traer a colación el hecho de que Hipólito Mejía encantó y era imposible que articula buenas ideas, aunque se debe agregar que éste último aprovechó en su favor los chistes, aunque vulgares, que lo identificaba con la dominicanidad, amén de que se creó la precepción de que se trataba de un hombre campechano y  sincero que decía las cosas como son.

No obstante, ello no existe en Abel Martínez, quien a pesar de que en el marco del clientelismo, podría decirse, que es un político de éxito, ya que en el país no importa la forma, sino el hecho de hacer lo que sea para buscar fortunas económicas y él la ha conseguido, pero lo cierto es que no ha logrado convencer con su candidatura presidencial, a menos que no sea a su familia o allegados.

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) siempre ha tenido una pequeña burguesía que se apoya en criterios hasta discriminatorios para permitir el ascenso político y un buen ejemplo de ello fue cuando en el año 1990 el profesor Juan Bosch escogió como candidato vicepresidencial a José Francisco Hernández, un joven empresario de la época, pero que no llenaba los requerimientos de ese sector social, cuya principal condición de cualquier aspirante en su seno era por lo menos tener ciertas ínfulas de intelectual y exhibir o simular otras condiciones para evitar  ser discriminado, aunque este comportamiento también tuvo sus variantes, como, por ejemplo, la exclusión en una ocasión de Leonel Fernández como candidato a diputado a pesar de que exhibía un cierto nivel de intelectualidad, pero que en su caso pesaba más su pobreza.

Abel Martínez, cuyos orígenes es el principal  cuestionamiento en su contra, ya que no puede exhibir algún éxito profesional o empresarial que lo sustente, para justificar la riqueza adquirida, no porque no hayan otros que tampoco puedan lanzar al respecto la primera piedra, como ejemplo Monchy Fadul o Francisco Javier García, ambos enriquecidos a la sombre del poder, igual que el candidato del PLD, pero con la diferencia de que éstos han vendido una percepción diferente, ya que el primero ha dejado la idea de que viene de ricos comerciantes árabes de Santiago, lo cual no obedece a la verdad, y el segundo se apoya principalmente en su figura física, lo cual, sin dudas, le sirvió de mucho en su momento.

Monchy también tiene, de acuerdo a la versión que circula en el país, una gran fortuna lograda durante las posiciones públicas que ha ocupado, pero por el momento nadie lo ha mencionado en ningún caso de corrupción, probablemente por la deficiencia que caracteriza al Ministerio Público.

Igual pasa con Francisco Javier García, renunciante jefe de campaña de Abel Martínez, quien se desempeñó como ministro de Turismo y se asegura que tiene una fortuna muy grande producto de los puestos que ha ocupado en el Gobierno, lo cual indica que el enriquecimiento ilícito no es una tacha en contra de cualquier candidato dentro del PLD y  ni fuera de sus estructuras, sino todo lo contrario, porque se considera un mérito salir rico del Estado o de alguna otra actividad al margen de la ley.

Desde hace algunos meses se habla de las debilidades de la candidatura de Abel Martínez, quien no sólo tiene ideas muy débiles o ninguna para promover sus aspiraciones presidenciales, pero que además no deja la sensación en el votante de que sus aspiraciones están en consonancia con la figura que proyecta.

Todo esto ha provocado que ya se hayan desatado los demonios en contra de Abel Martínez, porque su figura no encaja en la idea que tiene el votante de clase media de lo que debe ser un candidato presidencial.

A esto se suma el hecho de que hay sectores a lo interno del PLD que no lo quieren, tal vez incluso por lo que dijo en algún momento Hipólito Mejía de que él no quería saber de Bernardo Vega y que éste tampoco lo acepta a él y  cuando el periodista le inquirió que por qué él dijo que por vaina de uno.

La cuestión es que la sociedad dominicana cada día es más complicada, primero por la cultura de la individualidad, la envidia, el egoísmo, la avaricia y la codicia que arropan a la nación y en segundo lugar porque ahora mismo hay una gran cantidad de personas que se oponen hasta a ellos mismos.

De manera, que la candidatura presidencial de Abel Martínez está en lo que se conoce popularmente como en un hilito, sobre todo después de la renuncia de Francisco Javier García como jefe de Campaña, lo cual se veía venir tras el nombramiento en asuntos estratégicos de Andrés Navarro, aunque también hay otras razones.

Desde la escogencia de Francisco Javier García como jefe de campaña de Abel Martínez se observaba una cierta timidez de su parte, lo cual era atribuido a que él conjuntamente con otros peledeístas, con mucha malicia, como por ejemplo Monchy Fadul, habían concebido el plan de hacer fracasar esa candidatura porque pretendían que el renunciante se convirtiera en candidato presidencial, sino en el 2024, en el 2028, pese a que da lo mismo uno que otro, porque tienen las mismas mañas

Ese plan en contra de la candidatura de Abel Martínez ya parece estar en marcha con el riflazo del secretario general del PLD, Charlie Mariotti, quien dijo que éste no marca en las encuestas de fidelidad que hace esa organización política, pero que otra persona sí, sin mencionar el nombre de a quién se refiere.

El plan queda claro por las propias declaraciones de figuras como el secretario general, lo cual es un indicativo de que tal vez la candidatura de Abel Martínez no dure mucho en el escenario electoral, ya que los que aparentemente no la digieren tienen los mecanismos para anularla, dado que todavía no es ni definitiva porque necesita la ratificación orgánica de la entidad creada por el profesor Juan Bosch, la cual debe producirse en los próximos meses.

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En PRM pesa más la cultura de falta de transparencia que el aparente interés de adecentar la administración pública.

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Por Elba García

Durante los años en que se fundó e inició su papel de oposición el Partido Revolucionario Moderno (PRM), el cual nadie se atreve a negar que tiene el ADN del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), no ha podido sobreponerse a una serie de criterios y conductas equivocadas que forman parte de su esencia.

 Con el partido oficial ocurre exactamente lo mismo que con la situación que describe una famosa expresión dominicana que reza: ¨¨ha dejado ver hasta el refajo¨¨

Pues el PRM parece que no puede soportar la tentación de no digerir la transparencia, como hijo fiel de la partidocracia, ya que no tolera que los que llegan a esa organización practiquen los que prometieron durante los tiempos de campaña electoral.

Durante la conformación de un bloque de oposición fueron muchas las personalidades que aceptaron ser parte del PRM porque ya no soportaban el comportamiento del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en la dirección y control del Estado.

Pero olvidaron que esa conducta es propia de todos los partidos que ven la política como un instrumento para hacer todo lo que no se debe hacer en esta actividad vital para mejorar las condiciones de vida de la nación.

Y el PRM no es la excepción, cuyos primeros síntomas de su enfermedad se observaron en el año 2016 y de igual modo en el 2020 tras presentar candidaturas a los diferentes cargos electivos y en ese proceso hizo tantas travesuras en contra de sus propios aliados que no dejó dudas de que era enemigo de los que procuraban transparencia y un cambio auténtico para bien de la sociedad.

Entre las personalidades que apoyaron la iniciativa del PRM estaba Miguel Ceara Hatton, quien posteriormente ingresó como miembro y dirigente del mismo y cuya imagen de buen técnico y con mucha integridad, como el que más, nadie ponía en duda en el país y lo que en consecuencia beneficiaba los propósitos del ahora partido oficial.

Su profesión de economista y en función de su formación fue al Gobierno de Luis Abinader a ocupar una posición acorde con su especialidad, pero siempre iba a tener la limitante del virus que prevalece en el PRM de que ellos consideran que el Estado es sólo para sus dirigentes y miembros, a pesar de que este académico ya lo es, aunque con perfiles diferentes a los que regularmente militan en esta entidad,  y para nadie más, lo cual no es extraño a ninguna de las organizaciones de este tipo  que interactúan en el escenario nacional.

Y exactamente esa ha sido su práctica, ya que no sólo promovió un voto contrario a sus aliados, sino que incluso falsificó documentos para excluir candidaturas de personas que no son de esa entidad, pero que eran parte de un acuerdo electoral.

A propósito de la actitud seria de Ceara Hatton como ministro de Medio Ambiente, independientemente de que no es la persona ideal para ese cargo, sino que debe ser un especialista en la materia, han tronado en su contra todas las voces del PRM por la denuncia de la gran cantidad de ¨¨botellas¨¨ que encontró allí y sobre todo por el hecho de que un periodista vinculado familiarmente con el fallecido Jorge Mera reciba un millón de pesos mensuales sin que nadie sepa la justificación.

En contra de este técnico y serio funcionario han llovido las acusaciones y descalificaciones, que son realmente inaceptables, porque Ceara Hatton más bien prestigia la gestión de una organización que nadie puede poner en tela de juicio de que pregona lo que no práctica.

El hecho de que el ministro de Medio Ambiente haya denunciado una serie de irregularidades que se producen en ese órgano, no puede ser una causa para que se le quiera denostar y desprestigiar como lo ha hecho el presidente de la Cámara de Diputados, Alfredo Pacheco, quien ha ofrecido unas declaraciones desacertadas, fuera de la verdad, que no representan las características fundamentales del funcionario.

La cuestión es que Guillermo Gómez y todos los que se han referido de muy mala manera al asunto encajan mucho más que Ceara Hatton en el  perfil perredeísta y ahora perremeísta, en el que todo se vale y en el que se valida la forma inescrupulosa de manejar el Estado dominicano.

Los ataques en contra de Ceara Hatton son el resultado de que él ha querido  ser fiel con lo que piensa y además tomarle  la palabra al presidente Luis Abinader de eliminar de la administración pública aquellas conductas que son las que más daños han hecho a la imagen de la democracia.

Sólo queda que Ceara Hatton sea llevado a presentar su renuncia, no sólo del cargo, sino también del PRM,  con cuya decisión pierde el Gobierno y todo el país, porque no hay ninguna persona sensata que pueda quitarle capacidad a este funcionario, a menos que no sea por mezquindad y que se diga, con razón,  que éste no está en el cargo que se corresponde con su experiencia y especialidad profesional.

Lo más grave del asunto es que el periodista Guillermo Gómez admite la existencia de una nómina de perremeístas que cobran sin trabajar, lo cual es una especie de repetición de lo que siempre se ha dicho que se rechaza, pero que la practica ha sido otra.

Con los ataques a Ceara Hatton se busca justificar lo injustificable, ya que su único pecado es haber dejado claro con su denuncia, aunque sin decirlo puntualmente,  que el PRM es parte de lo que se ha dado en llamar la partidocracia, conformada por una serie de partidos políticos que tienen el mismo comportamiento en lo que respecta a la administración del erario y  cuando se trata de la implementación de políticas públicas.

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Los partidos políticos en la continuación de su agenda de dañar todo el sistema democrático del país.

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Por Elba García

La República Dominicana libra hoy una nueva batalla entre los partidos políticos y la JCE que dicen promover la democracia, pero que en realidad son los que más la socavan como igual ocurre con los órganos y entes que ha creado el Estado para mejorar su desempeño.

La llamada partidocracia se aprovecha  del control de todo el sistema público que tiene como función manejar la democracia, entre los que se pueden citar el Congreso Nacional, la justicia, la Cámara de Cuentas y el Poder Ejecutivo, entre otros.

Este control de los partidos que tienen representación oficial es, sin lugar a dudas, la principal retranca para depurar y mejorar la democracia, porque ellos se han encargado de corromper todo el sistema público del país, incluido el electoral, ya que son ellos quienes escogen los miembros del órgano que tiene la misión de administrar y dirigir el proceso comicial, lo cual constituye hoy día la principal amenaza en contra de la existencia de la misma democracia y de la sociedad.

Ahora los debates se mueven alrededor de la Cámara de Cuentas y la Junta Central Electoral (JCE), a propósito de una sentencia emitida por el Tribunal Superior Electoral (TSE) que dispone la reserva de candidaturas para el proceso comicial que habrá de tener efecto en el año 2024.

En el país todo la gente sabe que los partidos socavaron las pocas garantías que ofrecen las leyes del régimen electoral, porque a pesar de sus grandes fallas tenían aspectos que debían ser cumplidos como una expresión del avance democrático de la nación.

La cuota de género y el manejo equivocado dado a las elecciones en las circunscripciones del exterior son de las principales falencias que tenían las leyes que regulan el régimen electoral, algunas de las cuales fueron corregidas o cuando menos mejoradas con la nueva norma aprobada recientemente, la 20-23, pero que aun con esas reformas no basta para que las elecciones sean más democráticas.

El asunto es que todos los vicios que hoy constituyen los principales obstáculos para el avance institucional del país provienen del comportamiento de las organizaciones que representan la figura conocida como la partidocracia.

La partidocracia se ha encargado de corromper todo el sistema electoral y cada vez que se produce un amago de corregir cualquier distorsión hay una reacción que busca impedir, por lo menos mínimamente, la conversión del mismo en más decente con la creación de garantías de respeto al derecho constitucional de elegir y ser elegible.

A sólo nueve meses para las elecciones municipales de febrero del 2024, la Junta Central Electoral (JCE) y los partidos políticos libran una lucha por la resolución que establece las reservas de candidaturas, la que el próximo lunes 15 será objeto de un recurso de reconsideración ante el árbitro comicial.

La instancia será elevada por 23 organizaciones, encabezadas por los principales partidos de la Liberación Dominicana (PLD), Fuerza del Pueblo y Revolucionario Dominicano (PRD), los cuales han mostrado su rechazo a la disposición de la JCE, cuya explicación está en que todos actúan como si fueran uno solo cuando de defender sus espurios intereses se trata.

La confrontación tiene su razón de ser en que el Tribunal Superior Electoral mediante sentencia estableció la modalidad del 20 % de las reservas establecidos por la Ley 33-18 de Partidos Políticos, la cual consecuentemente fue asumida por una resolución de la JCE que dispone su aplicación por cada nivel de elección y no en la universalidad de los cargos.

La reserva de candidaturas es una herramienta que usan los partidos políticos para establecer alianzas y todo tipo de negociación con los que sirven de bisagras en los comicios que se celebran cada cuatro años, pero además para colocar en sus boletas a personas vinculadas con el bajo mundo y el crimen organizado nacional y transnacional a cambio de dinero, lo que crea una urgencia  que complica los intereses para los que se mueven en ese entorno, en virtud de que las mismas deben definirse internamente a más tardar el 2 de junio próximo y ser presentadas por escrito en la JCE 15 días después, es decir, el 17 del mismo mes.

La resolución rechazada por los partidos políticos es la 13-2023 de la JCE, mediante la cual los mismos deberán hacer reservas de 550 cargos de elección popular y en el caso de los senadores se circunscribe a   sólo seis puestos.

A nivel de los diputados son 38, alcaldes 32, regidores 233, directores y subdirectores 47 y vocales 147. Los partidos podrán reservarse la candidatura presidencial y vicepresidencial con miras a la concertación de alianzas.

La JCE sostiene que los partidos «tienen el derecho de pactar las alianzas y formar coaliciones, según lo consideren necesario y útil para los fines que les son propios, pudiendo disponer de una determinada cantidad de posiciones electivas que les permitan concertar dichos acuerdos y presentar candidaturas comunes, sin que las mismas deban ser sometidas a un proceso interno de selección, tal como es el caso de las reservadas».

La realidad es que si en esta confrontación tiene ganancia de causa la partidocracia es una forma de darle paso a lo que más contamina los procesos electorales como son las candidaturas de personas muy cuestionadas por su vínculo con el crimen nacional y transnacional, lo cual es medible con lo que ocurre ahora con senadores y diputados seriamente comprometidos con causas que no tienen nada que ver con la democracia.

El capitulo que se vive en los actuales momentos es de una gran trascendencia nacional, porque se trata de una batalla entre el bien y el mal, naturalmente si el asunto se ve en función de recuperar parte de la credibilidad perdida, no sólo por la Junta Central Electoral, sino por todo el andamiaje estatal de la República Dominicana, donde predomina la corrupción y los intereses del crimen organizado.

El movimiento cívico no partidista y capítulo dominicano de Transparencia Internacional, Participación Ciudadana, sostiene que la Junta Central Electoral interpreta correctamente el artículo 58 de la Ley No.33-18 de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos, al disponer en su resolución No.13-2023, sobre la aplicación de las reservas de candidaturas, que el 20% de las mismas deben estar bajo el control de  la máxima dirección colegiada de cada partido y que  se calcula sobre cada nivel de elección (con excepción de la presidencial) y no sobre el universo de las candidaturas, protegiendo de esta manera el derecho a la participación y el principio de democracia interna que ordena la Constitución.

La resolución, que luce ser coherente con la sentencia TSE-027-2019, del 5 de julio de 2019, dictada por el Tribunal Superior Electoral (TSE), que fue apoyada por la sociedad civil mediante declaraciones ofrecidas a los medios de comunicación social  luego de ser aprobada por el tribunal con competencia para emitir la misma.

 La sentencia fue dictada en contra del Partido Revolucionario Moderno, quien debió recomponer sus candidaturas para ajustarse a lo decidido por el TSE para las elecciones del año 2020, pese a que la organización oficialista violentó una serie de disposiciones legales consignadas en la Constitución de la República con la imposición de propuestas que vulneraron la cuota de género, como ocurrió en la Circunscripción número 2 de la provincia de Santiago, cuya irregularidad generó una demanda de nulidad de un candidato de la misma coalición que encabezó el actual presidente Luis Abinader, pero los partidos que ahora se oponen a esta medida no expresaron ninguna objeción a la misma en el momento oportuno..

«Participación Ciudadana ha denunciado en el pasado como ilegal e inconstitucional la interpretación que permitía calcular las reservas sobre el universo y no por cada nivel de elección, pues vulneraba el principio constitucional de democracia interna que deben observar los partidos de acuerdo con el artículo 216 de la Constitución, recordó la activa organización de la sociedad civil.

Es procedente recordar y advertir que si el porcentaje de reserva de candidaturas se calcula sobre la propuesta nacional, la alta dirección de cada partido tendría la oportunidad de reservarse la totalidad de las candidaturas a senadurías, diputaciones y alcaldías, despojando de sus legítimos derechos a cientos de aspirantes y además tendría la oportunidad de negociar con aquellos  que provienen de entornos muy cuestionables, mientras que, si se hace sobre cada nivel de elección, sólo podrían reservarse 6 de 32 senadurías, 38 de 190 diputaciones y 32 de 158 regidurías, por sólo mencionar las mas importantes.

El Tribunal Constitucional también habló claro sobre este tema en su  sentencia TC/0104/20 del 12 de mayo de 2020, cuando señala que la Ley No.33-18 de Partidos y Movimientos Políticos “al establecer la cuota de género y sus proporciones, determinó que su implementación debía hacerse por demarcación electoral, y en atención  a esas líneas se definen los límites de las demarcaciones electorales, lo cual sentó la base  para  las reservas electorales, de conformidad con el párrafo III del artículo 58 de la referida legislación”.

En opinión de Participación Ciudadana y nadie pone en duda su argumento al respecto es que «Pretender aumentar las posibilidades de reserva de candidaturas en favor de la alta dirección de los partidos es volver al pasado, a métodos antidemocráticos que debilitaron y crearon situaciones conflictivas en éstos, etapa que debe quedar atrás».

Recordó una vez más, que el artículo 74.4 de la Constitución dispone que “los poderes públicos interpretan y aplican las normas relativas a los derechos fundamentales y sus garantías, en el sentido más favorable a la persona titular de los mismos”, por lo que en este caso los miembros de los partidos con aspiraciones entran en el contexto del derecho fundamental de elegir y ser elegibles.

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