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R.D y Haití, dos caras de una misma moneda con problemas, aunque no iguales, pero muy parecidos.

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El asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moise, fue la detonante de una crisis institucional y de legitimidad de su gobierno que tambalea y amenaza la estabilidad de la nación más pobre del hemisferio, la cual es controlada por bandas  sobre la base de la miseria que prevalece allí y que se dedican a los secuestros y otras vertientes del crimen organizado, pero que además existen los fuertes intereses de grupos oligárquicos que sólo velan por aumentar sus ganancias  y que en función de la defensa de las mismas son capaces de quitar a cualquiera del medio.

Este cuadro prácticamente difícil de retornar a la normalidad, cada día se vuelve más caótico y según pasan las horas se desmorona y al propio tiempo desaparecen los mecanismos que establecen la democracia para la garantía de la permanencia de una mínima institucionalidad.

Haití en estos momentos no cuenta con autoridades legítimamente elegidas, porque ni siquiera el propio asesinado presidente había sido escogido por una cantidad considerable de ciudadanos, ya que en los comicios en los que salió electo sólo obtuvo unos 300 mil votos de los 600 mil votantes que hubo en las mismas, equivalentes a un 50 por ciento de los electores de un país donde hay alrededor de unos once millones de personas.

Lo propio ocurre con el hecho de que  hay , luego de la muerte de Moise, una lucha encarnada por el control público, ya que actualmente dirige el país  un primer ministro que había sido desvinculado por el asesinado mandatario y un segundo que tampoco había tomado posesión de su cargo por la inexistencia del parlamento, el cual no se pudo renovar y que en consecuencia no tiene autoridad para designar un nuevo presidente provisional, como lo ha hecho en las últimas horas.

Este panorama sumerge al pueblo haitiano en la peor de las incertidumbres, cuyo único destino inmediato y de más fácil acceso es su vecino República Dominicana, el cual también atraviesa por una situación que no es menos preocupante, aunque naturalmente no presenta los mismos perfiles haitianos, pero que el comportamiento del Estado no augura un futuro promisorio.

La República Dominicana es gobernada en la actualidad por el Partido Revolucionario Moderno (PRM), el cual es considerada una organización inorgánica, porque la mayoría de sus dirigentes y ahora funcionarios del Gobierno carecen de formación, de disciplina, metodología de trabajo e interés por corregir uno de los problemas más preocupantes del país como es la corrupción administrativa.

En este contexto, la nación no sale de un escándalo y la sustracción de los recursos llegan a niveles que nadie descarta que el país se dirija hacia la conversión en otro Haití con un Estado en total incapacidad para darles salida a los problemas nacionales.

La incapacidad oficial y la depredación del patrimonio nacional por otro partido, el PLD, que salió del poder porque prácticamente secuestró el erario nacional para enriquecer a sus funcionarios en medio de una total impunidad, presenta un cuadro que lo menos que se podría decir es que no es agradable, ya que los escándalos de corrupción uno sustituye al otro en los que hay envueltos miles de millones de pesos, cuya deuda externa crece a pasos acelerados y preocupantes.

El panorama que presenta la República Dominicana es que se observa un serio problema de institucionalidad, aunque naturalmente no igual que Haití, porque las instituciones existen deficientemente, pero con altos niveles de descréditos por el manejo dado por los partidos políticos a la misma, cuyo único propósito es apropiarse de todo lo que corresponde al Estado, porque se entiende que esos recursos no son de nadie.

La crisis que se observa en el país también se dirige a crear  un problema parecido al  que impacta al pueblo haitiano y es la falta de legitimidad, porque cada día los partidos  pierden credibilidad y todo parece dirigirse a que llegará el momento en que las autoridades dominicanas carezcan del aval necesario para que se pueda dar la gobernabilidad, lo cual se convertiría en un problema político, a menos que surjan propuestas que se empoderen y retornen el país a la poca institucionalidad de que ha disfrutado en las últimas décadas.

El otro elemento preocupante para la República Dominicana es la posibilidad de la entrada en masas de miles de haitianos que no tienen como reponerse en un Estado colapsado y donde el control lo tienen las bandas armadas que se encuentran en cualquier lugar del hermano país, lo cual podría tener consecuencias imprevisibles en virtud de que esta nación no está en capacidad de satisfacer las necesidades de salud y educación de más de veinte millones de habitantes.

En el futuro inmediato no se vislumbra la ocurrencia de acontecimientos que desvíen a la República Dominicana del camino de la total falta de institucionalidad y la carencia de los recursos económicos para afrontar la realidad nacional, porque no parece que haya alguna posibilidad de parar la depredación del patrimonio público en razón de que esa conducta de los partidos es una cultura nacional.

La erradicación del mal de la corrupción administrativa, que es el problema peor que afecta a los dominicanos, sólo puede dar resultados positivos con políticas publicas a 40 años que impliquen una reformulación de la educación y preparar los medios de comunicación para fortalecer los valores cívicos y morales para construir un nuevo hombre y una nueva mujer en la tierra de Duarte, Sánchez y Mella.

Lo otro seria hacer los ajustes en la Constitución de la República para elevar la sanción en contra del depredador del patrimonio nacional y blindar la Carta Magna para evitar que grupos mafiosos se consoliden en el Control del Estado, cuya función protagónica en estos propósitos lo jugaría un órgano como el Ministerio Público, el cual debe cambiar su configuración de dependiente del Poder Ejecutivo a ser parte fundamental del sistema de justicia con su debida independencia.

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La pobreza es un lastre del que no ha podido librarse Argentina y cuyo flagelo es común a todos los países latinoamericanos.

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Las alianzas electorales con el que ostenta el poder es una forma de confabularse con lo mal hecho y con la corrupción administrativa.

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Por Elba García

La alianza político-electoral en la práctica es una especie de complicidad con el que maneja los recursos públicos de forma inadecuada y desviada de una proclamada conducta ética que en el fondo es todo lo contrario a lo que se pregona.

El actual proceso electoral, que incluye las municipales del pasado 18 de febrero y las presidenciales y congresuales del próximo mes de mayo, es una expresión del alto nivel de distorsión que sufre la democracia dominicana, ya que la mayoría de los partidos políticos pequeños que han apoyado al PRM avalan y promueven su conducta de actuar al margen de las leyes del régimen electoral.

Está comprobado que todos estos partidos son más de lo mismo, cuya única razón para adherirse al que está en el poder es preservar su reconocimiento ante la Junta Central Electoral (JCE) y de esa manera continuar con el recibimiento de fondos económicos a través de un apoyo que no es propio.

El asunto ha tomado ribetes tan preocupantes que aun aquellos pequeños partidos que mantenían un supuesto apego a principios éticos y que proclaman que trabajan por un mejor país, hoy están sumados al partido oficial, pese a que la conducta del PRM no dista tanto de la que han asumido el PLD y el líder de la Fuerza del Pueblo (FP) de Leonel Fernández.

El asunto luce mucho para contaminante cuando partidos como Alianza País mantiene una alianza con Luis Abinader sin dejar la menor brecha de distanciamiento, cuyo presidente de esa organización y candidato a la senaduría del distrito nacional, Guillermo moreno, está integrado como el que más a la campana a la reelección, lo cual implica admitir como válida la conducta de los oficialistas en lo que respecta a la compra de votos y de cualquier otra trampa propia de la politiquería nacional.

Es una vinculación política que no deja espacio para plantear alguna diferencia con el comportamiento antiético del PRM y de sus funcionarios, lo que deja claro que aunque este partido de Moreno tiene diferencias de forma, no de fondo, con los partidos que conforman la oposición, lo define como más de lo mismo y prácticamente lo deja sin moral para en otra contienda electoral reasumir el discurso moralista que enarboló en el pasado.

Todo este cuadro plantea que el panorama dominicano camina hacia una profundización de la legitimación de las inconductas de los actores de la vida política nacional, cuyas consecuencias alejan las posibilidades de mejorar la democracia nacional.

Sin embargo, en el campo electoral no se puede negar que han surgido otras propuestas que aparentan sustentar un discurso de cambio en el Estado dominicano, como por ejemplo el doctor Roque Espaillat (El Cobrador),  pero las herramientas que usa para buscar alcanzar la meta de presentar una propuesta creíble también se ha desvanecido, porque ha canalizado sus aspiraciones a través de un partido que representa la misma corrupción o tal vez peor de la que se les atribuye a los que en las últimas décadas han controlado el estado.

Concretamente, hay que referirse a lo que parece lo más parecido a un “mesías”, cuyo discurso busca aproximarse a Nayid Bukele de el salvador, lo cual le da un matís poco original y sin tomar en cuenta las diferencias entre las sociedades dominicanas y la del país centroamericano.

Lo cierto es que si bien causa preocupación los altos niveles de coincidencias entre los “moralistas” de hace algún tiempo y que ahora están abrazados a la reelección sin importar cómo impacta esa conducta a su futuro político, lo mismo ocurre con personajes aparecidos como “salvadores” de la noche a la mañana que buscan convertirse en candidatos a cualquier precio, proyectando una diferencia que en el fondo no existe y que no pasa de la expresión aquella de «quítate tú pa-ponerme yo».

Este periódico siempre ha sostenido que para que en la República Dominicana pueda producirse un cambio verdadera debe ser a partir de una propuesta político-electoral que primero busque restablecer valores y entonces dar los pasos a través de un proyecto de nación a 40 años que se apoye en una dirección colegiada y cuyos líderes siempre sean sometidos al escrutinio del ciudadano para que haya una especie de cedazo.

Ello así porque en la República Dominicana por razones de su herencia histórico cultural a través de la política partidista se reproducen permanentemente una serie de antivalores que promueven un cacicazgo que hace que las organizaciones que se dedican a estos fines  sean en realidad sociedades comerciales al servicio de particulares y no de los valores cívicos y democráticos.

Los partidos políticos son empresas comerciales individuales que regularmente o prácticamente siempre tienen un dueño que incluso se apropia hasta de los fondos que proporciona la junta central electoral (JCE) sin rendirle cuenta a nadie, pero quien además negocia con el partido en el poder para exigir prebendas y beneficios muy personales.

Siendo así, si en el país no surgen propuestas político-electorales sobre la base de la construcción de un liderazgo colegiado, cuya única superioridad entre sus actores sea el talento a fin de respetar un principio constitucional como el de igualdad, a fin de que se  requiera que todo aquel que persigue ser aspirante a la presidencia de la República sea sometido a un proceso de legitimación que no deje la menor duda de su apego a principios verdaderamente democráticos.

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R.D. entre impostores, corruptos, doble moral y falsos demócratas.

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Se imponen a todos los niveles las aspiraciones individualistas y las propuestas políticas sobre la base de la herencia histórico-cultural dominicana sustentada en el caudillismo, el jefismo, el patriarcado, el machismo, el amiguismo y hasta y el hembrismo.

Desde el nacimiento de la República Dominicana los liderazgos antidemocráticos y personalistas han marcado la historia del país, lo cual representa que el anhelo de tener una democracia real y auténtica se distancie en el tiempo.

La revolución restauradora, aunque fue una de la más hermosa lucha por la independencia definitiva de la nación, también  fue uno de los acontecimientos que mostró hasta dónde el espíritu individualista de los actores de la vida política nacional ha impedido que una serie de logros se concreten, porque ponen los intereses particulares por encima de los colectivos.

En los actuales momentos cuando se inicia lo que parece ser el fin de la partidocracia aparecen unos supuestos mesías que no les interesa para nada que en el país se articule una propuesta auténticamente democrática y apoyada en un proceso de legitimación que conlleve el aglutinamiento de todos aquellos dominicanos que realmente anhelan un cambio en el Estado.

El último aparecido en el escenario nacional es el doctor Roque Espaillat, quien acaba de renunciar a la candidatura presidencial por el Partido Socialista Cristiano (PSC), el cual tuvo una votación en las elecciones municipales recién pasadas  de unos 3,600 votos, lo cual luce haber llevado a la propietaria de esa organización política, Soraya Aquino, a aliarse con, según lo que se ha dicho, aunque todavía no ha salido nada oficial al respecto, con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y con la Fuerza del Pueblo de Leonel Fernández.

La candidatura de Roque Espaillat y de otra señora llamada Yadira Marte parece ser un proyecto lanzado por dos personas que se inscribe en esa herencia histórico-cultural del pueblo dominicano y en otras fórmulas que han surgido a nivel internacional, como por ejemplo en Argentina con Javier Miley y en El Salvador con Nayid Bukele, que consisten en  deseos individuales y personalistas, independientemente de cualquier logro que hayan tenido.

Este proyecto político busca  extrapolar hacia el país unas propuestas políticas de naciones que no necesariamente tienen similitudes con la República Dominicana.

Sin embargo, hay un marcado interés en que el dominicano asuma el proyecto político salvadoreño como propio, lo cual deja una sensación muy amarga, porque es una forma de que los supuestos cambios enarbolados no serían genuinos y la motivación de que así sea obedece a un afán de casarse con la gloria a cualquier precio.

El afán de poder lleva a quienes sirven de soporte a las aspiraciones de Roque Espaillat a inventarse incluso unas supuestas encuestas en la que él aparece por encima de todos los demás candidatos presidenciales, incluido el favorito Luis Abinader, lo que indica que “El Cobrador”, como también se le conoce, recurre a las malas artes de los que él pretende combatir con las mismas mentiras y engaños al pueblo dominicano y con la manipulación o la invención de mediciones que no se han hecho.

Son cosas que nadie se las cree, pero esa mentira crea un impacto en la gente de que se está frente a otro mentiroso y estafador de la opinión pública, ello independientemente de que Luis Abinader, Leonel Fernández, Abel Martínez y Danilo Medina apelen también a esa manipulación.

Pero cualquier cosa que digan los partidos de la partidocracia nacional no merece ningún crédito, por lo que en este momento está erosionada la imagen de esas organizaciones tradicionales.

Pero parece que la conducta de Roque Espaillat toma un derrotero aún más preocupante, porque a raíz de lo ocurrido con el partido que lo llevaba de candidato, ha surgido la versión de que “El Cobrador” está en proceso de aliarse con Ramfis Domínguez Trujillo, nieto del dictador Rafael Leonídas Trujillo, cuya foto al respecto ha sido colocada en el internet,  lo que no sorprende porque hay quienes lo ubican  en los entornos del expresidente Joaquín Balaguer, pero más concretamente a que sus pretensiones están  apoyadas en los antivalores que forman parte de la herencia histórico-cultural del pueblo dominicano, lo cual tiene un alcance que pone en tela de juicio el elemento ético que esgrime  como su principal carta de presentación, ya que los cuestionamientos en contra de Domínguez Trujillo son  muchos y muy variados.

Otra aparente mentira que difunden algunos de los que están en los alrededores de Roque Espaillat es que Ulises Francisco Espaillat es su bisabuelo, lo que no parece ser así, ya que este prócer dominicano tiene vínculos familiares muy estrechos con sectores de la oligarquía dominicana, como Alejandro Grullón, dueño del Banco Popular Dominicano (BPD), entre otros.

Ese detalle plantea que entonces podría estarse frente a una persona que difunde informaciones que no se corresponden con la verdad para vender una imagen que lo bien posesione en el escenario político nacional, máxime sus vínculos familiares con Ulises Francisco Espaillat Quiñones, quien los tuvo con figuras como el expresidente Salvador Jorge Blanco, Víctor Espaillat Mera y con otros personajes de la oligarquía nacional.

El primer apellido de Roque se escribe exactamente como el de Ulises Francisco Espaillat, pero nótese que el segundo es Tavárez, el cual se diferencia de los Tavares que provienen de la familia oligarca de Santiago y que tienen un vínculo filial con el prócer en referencia, cuyo apellido se escribe con S, no con Z.

Las hembras de estos Taváres, que fueron los dueños de la famosa tienda el Gallo de Santiago y el Ron Tavares, se matrimoniaron con hombres de otras familias también vinculadas a la oligarquía como Domingo Bermúdez, quien fue el esposo de Julia Taváres, mientras que su hermana Rosa contrajo matrimonio con Don Marco Cabral Bermúdez, hijo de José María Cabral y Báez.

Igual ocurre con la familia León Jiménes, la cual cambió la S por la Z talvez para diferenciarse de los Jiménez, cuyo hermano más viejo de esta familia, Don Eduardo, ya fallecido,  también estuvo casado con Ana María Tavares  Grieser, otra de la referida familia, quienes no procrearon hijos.

Esta aclaración histórica tiene su razón de ser en razón de que no parecen claros y podría que se trate de un error cuando se dice por los medios de comunicación que Ulises Francisco Espaillat Quiñones es el bisabuelo de Roque Espaillat Tavárez.

Otra versión que no parece tener mucha credibilidad es la revelada por el propio Roque Espaillat, en el sentido de que alguien le ofreció un millón de dólares para que lo invirtiera en su campana electoral, ya que se sabe que los empresarios y los narcotraficantes ponen dinero en política cuando alguien tiene una real vocación de poder y posibilidades incuestionables de ganar unas elecciones, lo cual no parece ser el caso de este aspirante.

También ha habido una tergiversación por una persona que forma parte del proyecto de Roque Espaillat y Yadira Marte, en el sentido de que este aspirante y seguidor de Bukele de El Salvador ha rechazado los fondos que otorga la Junta Central Electoral (JCE), ya que ellos no tienen un partido reconocido por este órgano del Estado, porque la solicitaron y fue rechazada, es decir, que no cuentan con uno que tenga personalidad jurídica y en lo que respecta al Partido Socialista Cristiano (PSC), que lo llevaba como candidato presidencial, su legalidad data de hace algunos meses y los fondos se proporcionan luego de haber participado en una contienda electoral.

Estas aclaraciones obedecen a que no se puede querer corregir lo que está mal sobre la base de la manipulación y las mentiras, porque al ser así el país está frente a más de lo mismo, porque cuando se miente con una cosa igual ocurre con las otras.

Es procedente destacar que las criticas vertidas por Roque Espaillat y Yadira Marte tienen todo el asidero del mundo, pero lo preocupante del asunto es que digan cosas que ponen en tela de juicio su honestidad al utilizar la mentira como una herramienta para ganar capital político, lo cual crea una grave lesión a la pose ética que se quiera simular.

Ciertamente la República Dominicana debe proponerse crear una nueva camada de políticos que no mientan, que no muestren un afán desmedido por el poder, que tengan una profunda vocación democrática y que cualquier candidatura a un cargo público sea sometida para fines de su legitimación al escrutinio de los ciudadanos como una forma de que en el pais no se repita la historia del caudillismo, el jefismo, el patriarcado y la dictadura.

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