Por Rosario Espinal
El patriarcado sigue tan campante y las mujeres presas de sus ataduras
La semana pasada estuvo muy entretenida con la saga de Harry y Meghan, Miss Universo y la canción de Shakira: Music Sessions #53 o La loba.
Shakira fue directo al ataque de su expareja Piqué y, desde que se estrenó la canción, han llovido las opiniones, llevadas incluso al rango de debate sobre la liberación de las mujeres y el ocaso del patriarcado. ¿Adecuado o inadecuado lo que hizo Shakira? ¿Merecido o inmerecido? El juicio dependerá del color de los lentes.
Musicalmente es una pieza típica del género rapero, propia de este tiempo. Vocabulario básico y directo (al grano), entendible hasta para los menos letrados, entre hablado y cantado. Reivindicado quedó el despecho que genera el melodrama entre dos famosos en conflicto. Una combinación perfecta para que se dispararan las redes. YouTube y Spotify explotaban.
Si Shakira utilizó el tema fríamente calculado para facturar, me parece bien. Su oficio es cantar y ahora necesita volver a ser popular.
Si realmente se siente traicionada, usó su música para devolverle menudo a Piqué. ¡La venganza! Totalmente entendible desde la sicología de la ira, aunque parte del público le pida abnegación, prudencia o silencio por sus hijos.
Si el efecto de la canción es empoderamiento de las mujeres ante la adversidad en las relaciones, bienvenida sea. Bastante tiempo llevan muchas mujeres aguantando desplantes de los maridos con queridas, amantes y segundas bases.
Pero admito, no deja de sorprenderme que Shakira y parte del público sienta la necesidad de atacar, o justificar el ataque, por la traición de un supuesto amor.
Las relaciones, como la vida misma, comienzan y terminan, aunque nos digan mil veces que deben ser eternas. Y no hay, lamentablemente, maneras felices de concluirlas, ya sea porque los seres humanos no siempre sabemos colocarnos en el justo lugar, o porque no procesamos bien los cambios, y mucho menos el desamor.
Las rupturas, inevitablemente, son dolorosas, sobre todo para quien no quería el final, para quien se sienta más desprotegido/a o más engañado/a, y para quien no logró establecer rápidamente otra relación.
Las mujeres han llevado tradicionalmente las de perder porque tienen mayor presión social para mantener una relación de pareja, aunque no funcione, sobre todo si hay hijos; porque tienden a ser económicamente más vulnerables que los hombres; y porque tienen menos permiso social para establecer rápidamente otra relación, y menos con alguien mucho más joven.
Lo que para un hombre es una conquista que aumenta su hombría, para una mujer es un pecado que la degrada. Ante ese drama, la mujer se hunde o busca resaltar sus méritos. De ahí el Rolex o el Ferrari al que alude Shakira, que, si bien deshumaniza en la comparación, envía al público un mensaje muy claro de su calidad superior.
Que su contrincante mujer sea un Casio o un Twingo, y una persona no buena (según la canción), revela el problema: dos mujeres peleadas por un hombre que dejó una de 45 años por otra de 23. Quizás el patriarcado sigue tan campante y las mujeres presas de sus ataduras, aunque ahora facturen