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Opinión

¿Son las constituciones breves excluyentes?

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Por Rosario Espinal

ROSARIO-ESPINAL-200x3001111111En su artículo del pasado viernes 1 de mayo en el periódico HOY, Eduardo Jorge Prats refutó algunos planteamientos de mi artículo “Castillo de arena”, publicado el miércoles 29 de abril también en HOY.

Los principales temas disentidos se refieren al tamaño de la Constitución y su carácter de avance o retroceso social.

Planteé que prefiero las constituciones breves que se sostienen en el tiempo por su calidad y respeto; y también, que la Constitución Dominicana de 2010 representa un retroceso en asuntos importantes como los derechos reproductivos, derechos de ciudadanía, el sistema de justicia y la reelección.

Según Jorge Prats, las constituciones breves como la de Estados Unidos pertenecen al siglo 19 y dejaron de ser breves por ser excluyentes. Es decir, en la medida que las sociedades se hicieron más plurales y aumentaron las demandas ciudadanas se ampliaron los textos constitucionales.

Su planteamiento es aplicable a muchas constituciones, pero no es del todo cierto; ni tampoco hay una causalidad necesaria entre el tamaño de la constitución y el avance democrático. Veamos.

La Constitución de Estados Unidos data de fines del siglo 18 y se ha modificado poco. Tiene 34 artículos sumando los artículos originales, la Carta de Derechos y las enmiendas; y la edición de bolsillo pesa menos que un celular. La Carta de Derechos ha sido fundamental en el siglo 20 y 21 para ampliar derechos ciudadanos y lograr mayor inclusión social, aun ante la oposición conservadora. Ahí están por ejemplo los derechos a favor de las minorías raciales; los derechos laborales y reproductivos de las mujeres; y los derechos emergentes de las minorías sexuales. No puede decirse entonces que por ser breve la Constitución de Estados Unidos estancó las conquistas democráticas de una sociedad plural donde coexisten diferentes concepciones ideológicas.

La Constitución Dominicana de 2010 tiene 277 artículos y abultaría cualquier bolsillo. Establece derechos sobre muchos temas y para muchos grupos; derechos que la ciudadanía con justa razón reclama, pero que no se cumplen aún estén constitucionalizados.

Y es que precisamente, las constituciones latinoamericanas, incluida las dominicanas, son extensas porque el Estado se ha mostrado históricamente incapaz de garantizar derechos; y para compensar su irresponsabilidad, se escriben textos constitucionales grandilocuentes, produciéndose lo que una vez llamé “constituciones para ser violadas”.

No estoy abogando por un retorno al siglo 19 ni por la limitación de derechos ciudadanos. Abogo por constituciones que establezcan derechos democráticos fundamentales, y que de ahí emanen leyes y políticas públicas que hagan realidad esos derechos. Me opongo a las constituciones pomposas como la de 2010 que anuncian avances y producen retrocesos en temas vitales.

Por la importancia que tiene ahora el tema de la reelección reitero que la Constitución Dominicana de 2010 representa un retroceso. Una repostulación inmediata y nunca jamás es mejor para combatir el caudillismo que las repostulaciones indefinidas con un periódo de receso. Pero en República Dominicana establecer un sistema u otro no es producto de la racionalidad democrática sino de intereses particulares.

¿Qué señal de respeto a la Constitución envían Hipólito Mejía, Leonel Fernández y Danilo Medina cuando los dos primeros la cambiaron para poder repostularse (uno a la carrera y el otro con fanfarria), y Medina intenta lo mismo?

¿Qué decir de esa Constitución promulgada en 2010 (no en el siglo 19) que pretende cercenar el derecho de la mujer a interrumpir un embarazo de alto riesgo o producto de una violación sexual? ¿Y qué decir de esa Constitución que aumentó el poder del Presidente en la selección de los jueces de las altas cortes? ¿Es eso avance? No.

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Opinión

Un Futuro Digno, Libre y Democrático

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Por el Dr. Isaías Ramos

En una época marcada por desafíos sociales y políticos sin precedentes, la necesidad de fortalecer los cimientos de una sociedad basada en la dignidad, la equidad, la libertad y la democracia es más urgente que nunca. La búsqueda de un futuro más justo y equitativo para todos nuestros ciudadanos requiere un compromiso renovado con estos principios fundamentales, esenciales para el bienestar y el progreso de nuestra nación.

La libertad individual permite a cada persona expresar sus ideas, creencias y opiniones sin temor a represalias. Es un derecho intrínseco y un pilar indispensable de cualquier sociedad que aspira a ser justa y equitativa. Esta libertad es la esencia misma de la dignidad humana y debe ser defendida con vigor en todos los frentes, especialmente en tiempos donde puede ser amenazada por intereses partidistas o agendas autoritarias.

Paralelamente, la democracia, entendida como el sistema político que facilita la participación activa de los ciudadanos en la toma de decisiones que afectan sus vidas, es crucial para la salud de nuestro tejido social. A través de una democracia robusta y vibrante, podemos garantizar que los derechos fundamentales de cada individuo sean respetados y que las políticas públicas reflejen verdaderamente las necesidades e intereses del pueblo.

Sin embargo, debemos reconocer que la libertad y la democracia no son solo aspiraciones ideales; son principios concretos y palpables que deben guiar nuestras acciones cotidianas. La defensa constante y la promoción de estos valores son cruciales para mantener una sociedad justa, libre de opresión y capaz de adaptarse a los cambios de nuestro mundo globalizado.

Es esencial fortalecer las instituciones democráticas existentes para garantizar su transparencia, eficiencia e integridad. El respeto irrestricto al Estado de Derecho y el cumplimiento riguroso de las leyes son fundamentales en la protección de los derechos individuales y colectivos. Estos principios no solo preservan el orden, sino que también promueven un clima de confianza y seguridad que es vital para la estabilidad social y el desarrollo económico.

La educación desempeña un rol crucial en este panorama, actuando como el medio por el cual se inculcan los valores cívicos necesarios para fomentar una cultura basada en el respeto mutuo, la tolerancia y el diálogo constructivo. A través del acceso universal a una educación inclusiva y equitativa, podemos formar a ciudadanos informados y críticos, capacitados para participar de manera activa y consciente en la vida política y social del país.

En el Frente Cívico y Social entendemos que en estos tiempos donde las amenazas contra la libertad individual y los principios democráticos son evidentes y crecientes, es responsabilidad de todos nosotros defender estos derechos inalienables con valentía y determinación. No podemos ser complacientes ni pasivos; el compromiso con la libertad y la democracia debe ser activo y constante.

Es por esa razón que en el  FCS creemos que un  llamado a la acción no es solo un imperativo moral, sino también una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con un futuro donde cada persona pueda vivir con dignidad y equidad bajo un sistema robusto basado en principios sólidos e incluyentes. Juntos debemos trabajar incansablemente por fortalecer nuestra democracia, preservar nuestra libertad individual e impulsar una sociedad donde reine la justicia social para todos sus habitantes.

No dejemos pasar la oportunidad de ser parte de la construcción de un país que no solo aspire a la grandeza económica, sino que también fomente un ambiente de respeto mutuo y oportunidades equitativas. ¡Juntos, podemos construir el país digno, libre e igualitario que todos anhelamos!

¡Despierta, RD!

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Opinión

La Competencia de la Corte Penal Internacional

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Por Rommel Santos Díaz

Según el artículo 1 del Estatuto de Roma  la CPI tendrá la potestad de ejercer su competencia sobre las personas responsables ¨de los crímenes más graves de trascendencia internacional¨. El artículo 1 también estipula ̈La competencia y funcionamiento de la Corte se regirán por las disposiciones del presente Estatutillo que significa que la CPI sólo tiene competencia sobre las personas mayores de 18 años en el momento  en que se cometió el crimen.

El artículo 11 del Estatuto de Roma estipula que la  CPI tiene competencia sólo respecto a los delitos cometidos posteriormente  a la entrada en vigor del Estatuto de Roma .Si un Estado deviene Estado Parte luego de la entrada en vigor , entonces la CPI podrá ejercer su competencia  sólo respecto a los crímenes cometidos luego de la entrada en vigor del Estatuto en ese Estado, excepto cuando se haga  la declaración estipulada en el artículo 12, en que se acepte la competencia  de la Corte como un Estado no Parte.

Si un Estado Parte desea enjuiciar a alguien por un crimen de la CPI deberá contar, como mínimo, con una legislación que le permita ejercer competencia territorial sobre tales delitos y competencia extraterritorial sobre sus nacionales que cometen los delitos en el extranjero.

Los Estados  que deseen enjuiciar a una persona por un delito de la CPI deberán asegurarse de contar con la legislación nacional que les permita ejercer su competencia sobre aquellas personas que cometan estos delitos dentro de su territorio, y los nacionales que los cometan en el exterior. Esto podría requerir simplemente de una enmienda al código penal nacional.

Adicionalmente, el Estado podría  tomar en cuenta  para ejercer su competencia sería  la ̈competencia universal ̈, tal y como se estipula en las  Convenciones de Ginebra de 1949 y sus Protocolos de 1977, relacionados a las ¨faltas graves Cabe resaltar los distintos  conceptos de  ̈competencia universal¨ que existen: algunos interpretan este término  en cuanto a que un Estado  puede ejercer su competencia sobre cualquier persona que se encuentre en su territorio, mientras que otros lo interpretan de tal manera que significa que un Estado puede arrestar a cualquier persona, en cualquier lugar del mundo, sin tomar en cuenta cualquier relación que tenga  con el Estado en cuestión. Además otros Estados podrían considerar incluir la competencia basada en el estatus de víctima.

Rommelsantosdiaz@gmail.com

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Opinión

La criminalidad y nuestro entorno

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Por Nelson Encarnación

Entre las preocupaciones que suelen perturbar el sueño de los gobernantes, la seguridad de los ciudadanos es una, si tomamos en cuenta que el Estado está obligado a garantizar la tranquilidad y el desplazamiento seguro de los gobernados.

Es por ello que asumir esta como una prioridad refiere el interés de que el territorio desenvuelva su cotidianidad dentro de un ambiente de paz y sosiego.

Sobre todo, un país como el nuestro, cuya economía está atada a dos renglones muy espantadizos: el turismo y la inversión extranjera directa.

Cuando el presidente Luis Abinader asume el combate a la delincuencia como una de sus preocupaciones—y también ocupaciones—es precisamente por el impacto negativo que esta tiene en el clima de negocios, pero igual por el interés de propiciar la tranquilidad nacional.

Con frecuencia escuchamos sobre el entendible temor que genera la delincuencia, lo que deja la impresión de que vivimos en el país más inseguro del continente, lo cual no es cierto.

Y no lo digo yo, sino el informe de InSight Crime de 2023, que recoge las cifras de homicidios en América Latina y el Caribe, en el cual aparecemos entre los más seguros de la región.

Según este informe, la tasa de homicidios se ubicó en 11.5 por cada 100,000 habitantes, una reducción del 7% respecto de 2022, lo que nos sitúa por debajo de países competidores en turismo como Jamaica (60.9), y Puerto Rico (14.4), para solo citar dos ejemplos caribeños.

El Ecuador revienta la balanza en países de más de 10 millones de habitantes, con la astronómica tasa de 44.5 homicidios por cada 100,000, (más que Haití, 40.9), con la agravante de que ha registrado un aumento del 74.5% en los últimos cinco años.

Una verdadera catástrofe sin fin, en contraste con su vecino Perú, que apenas registra 3.2 homicidios por cada 100,000 habitantes.

Sobre nuestro país, el informe resalta que, a pesar de ser territorio de tránsito de cocaína, no experimentó un aumento en la violencia en 2023, sino una reducción del 7%.

“El crimen organizado no parece ser un detonante determinante de la violencia en la República Dominicana, ya que la mayor parte de los casos (45,4%) están relacionados con conflictos sociales, y solo el 24,3% parecen estar vinculados a la delincuencia”. Un dato importantísimo.

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