Por Rosario Espinal
En 1996, impedido constitucionalmente de postularse nueva vez a la presidencia, Joaquín Balaguer dejó a su suerte al candidato del PRSC, Jacinto Peynado. Quedó en tercer lugar en la primera vuelta. En la segunda compitieron José Francisco Peña Gómez por el PRD y Leonel Fernández por el PLD. Negado a que un negro de origen haitiano llegara a la presidencia, Balaguer decidió apoyar la candidatura del PLD. Ahí comenzó la migración de votantes balagueristas hacia el PLD.
En las elecciones del año 2000, casi en la tumba, Balaguer se postuló nuevamente. Sólo captó el 25%, el PLD con Danilo Medina obtuvo otro 25%, e Hipólito Mejía fue declarado ganador con el 50.
Muerto Balaguer en el 2002, el reformismo se fue a pique división tras división. Sin votantes, la dirigencia reformista se ha dedicado a buscar beneficios en alianzas con el PLD, el PRD y ahora el PRM. La masa electoral balaguerista se quedó con el PLD.
La división del PRD en el 2014 dejó a Miguel Vargas con un partido disminuido. Destinados a perder en el 2016, decidieron aliarse a Danilo Medina en la reforma constitucional de 2015. Apoyaron la reelección a cambio de beneficios, y ahora el PRD trabaja arduamente para llevar votos perredeístas al PLD. Al final, lo que el PRD obtenga en cargos y contratos del gobierno dependerá del caudal de votos que aporten en la coalición.
Negado a que un negro de origen haitiano llegara a la presidencia, Balaguer decidió apoyar la candidatura del PLD. Ahí comenzó la migración de votantes balagueristas hacia el PLD.
Este traspase de votantes perredeístas al PLD es una de las trabas principales que enfrenta el PRM para crecer, porque su franja natural de votantes es precisamente el perredeísmo. Si una parte se va con el PRD a apoyar el PLD, el PRM se queda corto en la carrera como vienen mostrando las encuestas.
Los votos que llevará el PRD al PLD son cruciales para el gobierno. Sirven para compensar por los aliados que se fueron, y además, ayudan a apuntalar la súper-mayoría electoral que busca Danilo Medina.
En estas elecciones hay un total de ocho candidaturas presidenciales. De ellas, seis son de partidos minoritarios: Guillermo Moreno de Alianza País, Minoú Tavárez Mirabal de Alianza Por la Democracia (APD), Pelegrín Castillo de la Fuerza Nacional Progresista (FNP), Elías Wessin Chávez del Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano (PQDC), Soraya Aquino del Partido de Unidad Nacional (PUN, y Hatuey D’Camps del Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD). De esas seis minoritarias, cuatro abandonaron la alianza con el PLD (la APD, la FNP, el PQD y el PUN).
Con siete candidaturas en la oposición (el PRM más seis minoritarias), la oposición actual también terminará contribuyendo al triunfo del PLD y aliados por estas razones.
Las senadurías y alcaldías e ganan con mayoría simple en primera vuelta. Si van ocho senadores por provincia, es decir, uno por cada partido con candidatura presidencial, será más fácil para el candidato oficialista, cargado de dinero y soporte partidario, lograr el mayor porcentaje de votos entre ocho. Lo mismo sucede con los alcaldes.
Las diputaciones y regidurías se ganan por proporcionalidad, y en la repartición de escaños, los dos partidos más votados tienden a ganar todas las posiciones, sobre todo en la Cámara de Diputados, donde las circunscripciones son medianas o pequeñas.
Moraleja: para destronar al PLD del poder se necesita una fuerte unidad de la oposición. No de toda porque hay incompatibilidades insalvables, pero sí de un segmento importante que logre armonizar acuerdos democráticos atractivos a la población. Eso no cuajó en estas elecciones. Por eso, como dice el refrán, trabajan pal’ inglés. ¡Cuánta suerte tiene el PLD!
Artículo publicado en el periódico HOY