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Una condena con un doble mensaje para el dominicano que no hace otra cosa que trabajar para bien de lo suyo.
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6 años agoon
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LA REDACCIÓN
La emigración de dominicanos hacia los Estados Unidos y otros lugares del mundo ha constituido, sin lugar a dudas, la mejor exportación que ha hecho el país y ha servido para salvar la nación de una gran explosión social.
Los dominicanos frente a la crisis institucional, política, económica y social no ven otra salida que irse o largarse de la tierra que les vio nacer, pero nadie puede negar que cuando el criollo se va hacia el exterior no hace otra cosa que incorporarse al aparato productivo de estas naciones donde llegan para mejorar y ayudar también a su familia que dejan en el país para que vivan en mejorares condiciones o por lo menos garantizarles el derecho a la comida.
En la actualidad alrededor de un 40 por ciento de las familias dominicanas reciben remesas de diferentes lugares del mundo, pero principalmente de los Estados Unidos.
El dominicano desde que recibe su visa cambia su perspectiva de vida, porque ya sentado en el avión piensa en el amigo o el familiar que ya vive allí para trabajar lo que sea y por esta razón en Nueva York se encuentran médicos sin licencias que manejan taxis o que sencillamente son cuidadores en la parte frontal de los supermercados, cuya mayoría de estos negocios es propiedad de personas de su misma procedencia étnica.
Es impresionante el hormiguero humano que se forma en las estaciones de trenes y de autobuses desde las primeras horas de la mañana para dirigirse a sus centro laborales y lo propio habría que decir con la enorme cantidad de jóvenes de descendencias dominicanas que estudian diferentes carreras universitarias.
Esos dominicanos que se van hacia el exterior como llegan a países con un alto nivel de institucionalidad son impactados de buena manera por el Estado y el criollo se vuelve en su mayoría respetuoso de la ley y un ciudadano muy consciente de sus deberes, aunque también de sus derechos.
Como en todo los conglomerados sociales cuantitativamente grande, siempre aparecerá una minoría de dominicanos que se inclina por lo mal hecho, por el dinero fácil, pero esos que hacen más ruidos que los buenos no pueden ser el punto de referencia para valorar la comunidad que viven en el exterior.
Frente a esta contundente realidad, el Estado dominicano no ha asumido su rol con esa comunidad dominicana que tantos aportes hace a su país, ya que no existe una política para engrandecer y que sea mayor la contribución de los dominicanos para cambiar la causa que ha provocado su ida.
Las remesas es un ejemplo de la poca claridad de visión del Estado con los dominicanos que conforman la comunidad del exterior, ya que las mismas en vez de constituirse en un elemento para propiciar y motorizar un verdadero desarrollo nacional, no son más que un vehículo para promover la vagancia y la parasitación.
Todo lo planteado más arriba viene a colación en virtud de la condena recibida por unos jóvenes que asesinaron a un adolescente de nombre Junior Guzmán de su misma procedencia étnica cuando uno de ellos dijo en el tribunal y frente al juez que él se consideraba un auténtico dominicano.
La reacción del juez Robert Neris no fue otro que reconocer al dominicano que llega a tierras de los Estados Unidos con el propósito de ser un buen ciudadano, cuando expresó ese magistrado que el auténtico dominicano se caracteriza por trabajar duro, buscar educación y respetar la ley.
Estas palabras fueron seguidas con otra expresión muy contundente de ese juez norteamericano y fue pronunciar una condena para cinco de los imputados a 25 años a vida de los que participaron en el asesinato de quien era apenas un niño, ya que a la hora de su muerte sólo tenía 15 de edad.
Esa sentencia de ese magistrado envió una diversidad de mensajes para el dominicano que vive fuera, entre los que habría que destacar que no todos los dominicanos son culpables de los crímenes o delitos cometidos por una minoría.
Es además de sentido común que no hay ningún país en el mundo que no tenga gente que violente la ley, que cometa delitos y crímenes, es decir, que no es un fenómeno para meter a todo el mundo en el mismo saco.
El dominicano auténtico tiene que aplaudir la visión y la actitud del juez Neris, quien no sólo sabe distinguir entre lo que ocurre con los pocos que se dedican a lo mal hecho, sino también las condiciones que reúne la comunidad dominicana radicada por muchos años en la unión americana.
El mensaje fue tan contundente que este juez no ha dejado argumentos a los xenófogos para que utilicen este caso para atacar a nuestra gente del exterior por la participación de estos jóvenes dominicanos condenados por este horrendo crimen para descalificar a todos los procedentes de la República Dominicana y considerar que todos se dedican a actividades al margen de la ley.
Este juez Neris ha hecho lo que debe hacer todo buen magistrado y fue condenar al dominicano que pertenece a esa minoría que se inclina por el delito y el crimen y defender a la gran mayoría de los criollos que trabaja largas horas en diferentes centros de producción de la unión americana para engrandecer su país y buscar un futuro mejor, así cumplir como cumplir con el fisco de los Estados Unidos.
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La justicia atrapada en la ineficacia y las malas artes de la partidocracia y de los vicios del poder que dañan la democracia.
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1 semana agoon
diciembre 9, 2025Por Elba García
Desde el Tribunal Constitucional, que tiene la misión de mantener el control de la constitucionalidad, hasta el de menor jerarquía como son los juzgados de paz interpretan la ley generalmente al margen del espíritu de la misma y sobre la base de un criterio que no contribuye en nada con el Estado Social Democrático de Derecho, aspecto central del constitucionalismo moderno.
Esta conducta de quienes tienen la responsabilidad de promover seguridad jurídica en el país es una de las principales preocupaciones de los sectores más pensantes de la sociedad dominicana, donde es parte del diario vivir la emisión de sentencias al margen del respeto que se debe observar de los derechos fundamentales en virtud de las normas internas y de las externas que son de obligatorio cumplimiento.
El fenómeno dominicano en materia de justicia preconiza un comportamiento de los jueces y de los fiscales que se fundamenta en un tema que se ha establecido a partir de una cultura de lo mal hecho sin ni siquiera pensar en las consecuencias sociales de sus acciones.
El problema reviste tanta gravedad que, aunque no hay estadísticas al respecto, la vía de hecho toma cuerpo en el país, cuya expresión más contundente son los crímenes a través del sicariato y de otros acontecimientos que se caracterizan por la violencia extrema.
La eficacia en la aplicación de la ley por parte de los tribunales de las diferentes jurisdicciones del sistema de justicia se ha vuelto más salvaje entre los dominicanos para darle salida a los conflictos sociales.
La falencia de la justicia en lo que respecta a emitir sentencias que fortalezcan el estado de derecho, no es exclusiva de los tribunales ubicados en la escala más baja del sistema, sino que lo peor se produce en las altas cortes como la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Constitucional, en cuyo último los recursos de revisión de las acciones de amparo y las decisiones jurisdiccionales duran años para ser fallados en violación de su propia ley orgánica, la 137-11.
La llamada mora judicial es un cáncer que le ha matado la credibilidad al sistema de justicia nacional, pese a los discursos de sus actores que hablan de unos logros que nadie puede ver,
El cuadro luce tan amargo que los tribunales de instrucción del Distrito Judicial de Santiago no fijan audiencia para conocer recursos de apelación en violación del articulo 149 de la Constitución que dispone el doble grado.
De igual modo ocurre con las cortes de apelación civil donde un recurso de oposición es fallado hasta dos y tres años después de haber sido sometido por la parte que ha sucumbido en un proceso mediante la aplicación de la figura del defecto.
Asimismo, hay jueces de la jurisdicción civil ordinario que emiten sentencias extrapetitas, es decir, al margen de los pedidos de las partes en litis y además en franca violación de su competencia, sin que para mejorar haya un control de los fallos jurisdiccionales y cuya única opción es recurrir en apelación o casación que implica esperar años para el fallo, lo cual muchas veces ocurre cuando una de las partes ya ha muerto.
Sin embargo, pese a estas graves debilidades del sistema de justicia nacional en el país hay un discurso repetitivo de que hay una importante mejoría del estado de derecho y de la democracia.
Otro de los problemas del sistema de justicia es que los partidos mantienen su control, ya que su escogencia se produce a través del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), el cual es un diseño de la partidocracia para evitar que aquellos actores de la vida política nacional no estén expuestos a sanciones judiciales de los jueces que son escogidos por ellos.
Este panorama desmejora la llamada democracia representativa que hoy por hoy ha dejado resultados que dejan mucho que desear y cuyo descredito no augura para los pueblos que la padecen un futuro promisorio, lo que incluso ya la coloca en un punto de total falta de legitimidad.
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Abandono de investigación y bajo nivel académico impacta universidades que operan sin supervisión.
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3 semanas agoon
noviembre 25, 2025Por Elba García
Las universidades de la República Dominicana prácticamente han abandonado su cumplimiento con su misión de desarrollar investigaciones científicas y de igual modo preservar o implementar programas educativos para mejorar el bajo índice académico que les afecta.
El problema no constituye un asunto aislado, sino que forma parte de la deficiencia y debilidades institucionales del país, cuyos centros de altos estudios no son sometidos a la fiscalización que dispone la Ley Orgánica del Ministerio de Educación Superior ( MESCyT ), porque pesa más la politiquería que tener un país mejor.
El asunto genera que muchos estudiantes egresen de las diferentes carreras que se imparten en la gran diversidad de las universidades nacionales con un nivel de formación que puede definirse de muy precario, muy pobre, que no pasan de ser analfabetos funcionales.
Sin embargo, la deficiencia importa tan poco en un país donde el Estado no tiene capacidad de regulación, ni de fiscalización y mucho menos de supervisión, que las universidades no pasan de ser una buena industria para producir dinero y nada más.
La gravedad de la cuestión llega tan lejos que incluso los propios docentes de las casas de altos estudios dejan mucho que desear porque no tienen la formación académica e intelectual requerida para proporcionar una buena educación superior.
Las universidades del país, naturalmente no todas, no pasan de ser un gran negocio manejado por familias muy concretas y específicas que tampoco cumplen con el mandato de la norma que la regula y delimita y define lo que son instituciones sin fines de lucro.
Pero la falta de control del sistema educativo nacional ha convertido a las universidades en centros para egresar a personas que luego no tienen espacio en el mercado laboral, en virtud de que no tienen la preparación que reclama la industria nacional.
Es una pena observar el sendero escogido por las universidades, el cual no tiene nada que ver con su misión de desarrollar las ciencias y las tecnologías, así como el nivel intelectual de la sociedad.
Naturalmente, no se trata de un fenómeno exclusivo de la educación superior, intermedia y primaria, sino de todo el andamiaje público, donde la capacidad importa poco, sino la politiquería y el amiguismo, ya que incluso hasta el otorgamiento de una licencia de operación en este sector está fundamentado en un criterio desviado de los estándares que deben prevalecer al respecto.
No hay ningún tipo de evaluación que pueda arrojar buenos resultados en la República Dominicana, porque más que un instrumento para lograr un verdadero desarrollo nacional, la educación superior ha pasado a ser un negocio vulgar de “vivos” y de personas que se dedican al tráfico de influencia.
El problema de la educación superior se suma a la imposibilidad que afronta la sociedad dominicana de promover reforma en instituciones y órganos del Estado que no hay forma de que den pie con bola, como el Ministerio Público y la Policía Nacional, por sólo citar algunos.
La población estudiantil dominicano es bastante grande, pero ello no ha servido para que el sector se menaje con criterios de excelencia académica para construir una mejor nación, cuyos estándares sean comparables con otros países del hemisferio y de otros continentes.
Lo peor del problema es que el país no cuenta con una agenda nacional para enfrentar la deficiencia e insertar la nación en los mejores estándares educativos de Latinoamérica, el Caribe y el mundo.
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Santiago es parte de un fenómeno general que impacta al país en el que las instituciones sin fines de lucro son un botín personal.
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1 mes agoon
noviembre 12, 2025Por Elba Rosa García
El fenómeno de la apropiación de las instituciones sin fines de lucro y muchas otras que juegan un papel social y político importante que se debaten entre una serie de intereses individuales de personajes de la sociedad dominicana que sólo se mueven para perjudicar a las grandes mayorías nacionales.
Es una preocupación que tiene su base de sustentación en una herencia histórico-cultural que se apoya en una serie de antivalores que promueven el individualismo como estilo de vida.
El escenario es ahora el Patronato Cibao contra el Cáncer, donde convergen algunos sectores que buscan utilizar esta institución para fines que no se corresponden con sus objetivos.
En los últimos días allí ha explotado un escándalo que habla de serios actos de corrupción que ahora se ventilan en los tribunales del Distrito Judicial de Santiago, cuya irregularidad también se observa en otras entidades de igual carácter como las cooperativas de ahorros y préstamos, las cuales también han tenido un notable éxito en el manejo de fondos de las comunidades.
La Corte de Apelación Civil de Santiago tiene en fase de fallo una demanda civil para buscar la nulidad de una asamblea que permitió escoger una nueva directiva en medio de serios escándalos de corrupción, que incluye una supuesta deuda de más de ochocientos millones de pesos.
Recientemente, tras la celebración de la referida asamblea, hubo que sacar a los que ostentaban la dirección del Patronato con la fuerza pública, drama que prevalece de forma genelizada en el país porque los que llegan a este tipo de organizaciones se llegan a creer dueño del patrimonio de la misma como si se tratara de una herencia familiar.
Este tipo de problema es un asunto que debe enfrentar la sociedad dominicana, porque el mismo se agrava en razón de que los propios tribunales se manejan con una actitud muy complaciente con los que incurren en semejante travesura.
La demanda civil que busca la nulidad de la asamblea general extraordinaria en la que se eligió una nueva directiva en el Patronato Cibao contra el Cáncer, quedó en fase de fallo en la Corte Civil y Comercial de Santiago tras los jueces reservarse la decisión.
La acción legal proviene del destituido presidente del Patronato Cibao contra el Cáncer, quien solicita que se deje sin efecto dicha asamblea, bajo el alegato de supuestas irregularidades en el proceso y violaciones al debido procedimiento. Los abogados del demandante también pidieron la designación de un administrador judicial, argumentando que la reunión estuvo “plagada de vicios”.
La decisión podría ser emitida en un plazo de 48 horas, cuyo acto de la demanda es el número 534, el cual fue depositado el 23 de octubre de 2025 ante la Cámara Civil y Comercial de la Corte de Apelación de Santiago, a requerimiento de Héctor Antonio Lora Cruceta y otras partes interesadas, representadas legalmente por los licenciados Jhon Starling Fulgencio Frías, Erick R. Germán Mena y María Antonia Vargas del bufete Veras & Veras, con sede en Santiago de los Caballeros.
La situación del Patronato Cibao Contra el Cáncer es propia de una gran cantidad de organizaciones sin fines de lucro, incluido los partidos políticos, entre muchas otras que quedan atrapadas en medio de grupos que las controlan y malversan sus fondos para fines que distorsionan la razón de su existencia.
El problema en esta materia es una plaga que prácticamente se come a la sociedad dominicana, sin que haya a la vista una solución, dado que el motivo de la misma tiene que ver con razones profundamente culturales que hoy día son parte de un problema integral de la sociedad dominicana.
