Opinión
Venezuela bolivariana: necesidad de combatir «unidad en profundidad» y «unidad en amplitud»
Published
4 años agoon
Por Narciso Isa Conde
Venezuela bolivariana ha sido sometida por EE.UU, por el Estado narco-terrorista colombiano y sus aliados europeos-occidentales y latinoamericanos a una guerra de nueva generación que probablemente no va a cesar con el cambio de Trump por Biden; esto es, de los “republicanos” por los “demócratas” o de los “neo-fascistas” por los “globalistas”. Eso indica la experiencia vivida durante los gobiernos de Obama.
En esa guerra ha predominado el uso de medios de agresión, degradación y erosión no propiamente militares, con impactos realmente desgarradores; sin que los medios militares y los nefastos recursos para-militares hayan dejado de incidir contra la existencia de ese pueblo con variada intensidad (guerra económica, mediática, cibernética, y psicológica, junto infiltraciones, sabotajes, modalidades de terrorismo civil, invasiones y proyectos magnicidas).
· REAJUSTES IMPERIALISTAS: BIDEN REEMPLAZA A TRUMP.
Conocidas las características y métodos de la jefatura del Partido Demócrata, y evaluadas los fracasos de la administración Trump en su política contra Venezuela, Cuba, Bolivia y otros países, ya se están produciendo los reajustes tácticos y estratégicos en materia subversiva y desestabilizadora.
Es casi seguro que esa guerra no cesará, más bien habrá de ser remodelada en cuanto a prioridades y énfasis, los cuales casi seguro responderán a las pautas que astuitamente los “tanques pensantes” del “globalismo imperialista” denominan como una combinación del “poder suave” con el “poder duro”; cruzados ambos por el “poder inteligente”, que procura eliminar lo burdo, lo bruto y lo grotesco en la impronta imperial; salvo cuando se trata de los desenlaces y se decide bombardear e invadir militarmente, para lo que no le tiembla el pulso dar la orden, como ha quedado demostrado en múltiples ocasiones (República Dominicana, Cuba, Haití, Irak, Afganistán, Palestina, Libia…).
Cierto que hay diferencia entre matarte con el abrazo del oso y unos que otros besos, e intentarlo con rostro de odio y echando peste. Pero no tanta disparidad.
La realidad es que si Venezuela en la era Trump necesitó de la unidad interna y de la solidaridad consecuente y constante, ahora la va a necesitar mucho mas frente a una política mucho más hábil, flexible y extremadamente pérfida; destinada no solo a agredir y desestabilizar, sino además a cooptar sectores, sobornar y ablandar los componentes ideológicamente más débiles del proceso.
· DOS TIPOS DE UNIDAD.
Más que antes, la necesidad imperiosa de la unidad requiere priorizar la unidad en profundidad, que equivale a la consolidación de bloque de fuerzas con mayores coincidencias estratégicas, con más firmeza antiimperialista y más disposición de impulsar el desarrollo de las comunas populares, de erradicar la corrupción que rebrota constantemente en estructuras burocráticas y tecnocráticas del Estado, de darle potencia al viraje necesario contenido en el legado teórico-político del Comandante Chávez sintetizado en el Programa de la Patria y en un importante documento en el que antes de morir sentó las bases del denominado “Golpe de Timón”.
Es la unidad entre las fuerzas políticas y sociales decididas a no ceder en la exigencia a EEUU y la UE de desistir del bloqueo genocida, de los embargos asfixiantes y el criminal cerco internacional impuesto por esa conjura imperialista; y, sobre todo, firmemente comprometidas con la necesidad de profundizar progresivamente el proceso hacia la revolución, hacia transformaciones estructurales más radicales, en una dirección más definidamente anticapitalista y socialista.
La unidad en profundidad, en tanto eje transversal y garantía de continuidad ascendente del proceso, no debe obviar un tratamiento especial a la dinámica interna del PSUV y de su significativa diversidad político-ideológica; partido que hegemoniza el poder constituido y que en buena medida buena medida tiende a proceder como Partido-Estado.
Esa vertiente de la unidad, sin embargo, no le resta importancia a la otra vertiente necesaria de la unidad: la unidad en amplitud o unidad táctica de las fuerzas revolucionariascon fuerzas no necesariamente dispuestas, incluso opuestas, a sepultar todo lo sigue vigente del capitalismo venezolano y sus entronques internacionales, ya heredado del anciano régimen o ya surgido en el curso de esta difícil y compleja transición revolucionaria. Pero en disposición de participar en determinadas batallas políticas necesarias para avanzar, en una etapa en que el imperialismo que sustenta la estrategia neoliberal veta cualquier reformismo que la afecte.
Combinar acertadamente ambas vertientes de la unidad forma parte del arte político para hacer revolución, siempre que se logre que la unidad antiimperialista y anticapitalista obtenga un progresivo predominio; lo que está todavía está en disputa o indefinido.
La unidad táctica posibilita restar fuerza en cada coyuntura a la contrarrevolución, ya sea cuando hay que enfrentar exitosamente su “poder suave” o cuando esta despliega su “poder duro”.
Ella implica un tratamiento diferenciado dentro la diversidad del proceso bolivariano y de sus variados espacios políticos, sociales y culturales, incluido el propio Estado y su gobierno central; mientras cabe la posibilidad que al radicalizarse, podría producirse la decantación de sus partes blandas y la incorporación de nuevos contingentes del campo popular-revolucionario.
La “unidad en amplitud” o “táctica” posibilita alianzas circunstanciales necesarias, confluencias coyunturales en cada fase del proceso, convenientes para restar o neutralizar fuerzas potencialmente adversas en lo que el proceso transformador crece en calidad.
En la sociedad venezolana a nivel civil y militar, en el PSUV (partido amalgamado con el Estado y el Gobierno), en las comunas populares, en las otras izquierdas políticas que forman parte de ese proceso transformador, en los movimientos sociales y político-sociales bolivarianos (feministas, comunitarios, ambientalistas, obreros, profesionales, juveniles, campesinos, religiosos y de unidad cívico-miltar…), abundan activistas, militantes y dirigentes que al tiempo de asumir con determinación la causa antiimperialista, consideran necesario profundizar las transformaciones, superar progresivamente el predominio de las relaciones capitalistas y acelerar la marcha hacia el socialismo.
En esa manera de pensar y actuar, en ese conjunto de factores activos, está la gran fragua de la unidad en profundidad, que en el mejor de los casos tendría la posibilidad de constituirse y consolidarse como componente esencial del proceso, que no solo impide retroceder, sino que junto al pueblo chavista radicalizado garantice su avance sostenido y una dinámica capaz de derrotar los planes y estrategias futuras del enemigo.
· LA IMPORTANCIA DE LA UNIDAD EN PROFUNDIDAD EN LA ERA BIDEN-GLOBALISTAS.
La consolidación de esa unidad es particularmente imperiosa en este nuevo periodo en que EE.UU desplegará diversas estrategias destinadas a fracturar el bloque cívico-militar bolivariano, captar sus partes blandas (las más próximas a la lógica del capitalismo y a esquemas liberales o socialdemócratas), meter en su redil a las derechas moderadas que rehusaron transitar la ruta de la oposición terrorista y la invasión gringa; sin abandonar la continuidad de la “guerra de cuarta generación”, incluida una eventual agresión militar directa, sin logran debilitar y dividir previamente la resistencia patriótica y la solidaridad internacionalista.
Esto exige reparar grietas y superar controversias, por pequeñas que parezcan, entre fuerzas potencialmente afines a esa unidad estratégica de carácter revolucionario.
Se trata, al parecer de grietas y choques con culpas compartidas, surgidas de roles diferentes, de culturas políticas distintas, correlación de fuerzas dispares, menosprecios en torno a problemas de cantidad, aspiraciones no satisfechas, doctrinarismos y prácticas hegemónicas; evidentes también diferencias más o menos profundas entre partes de las partes sobre los ritmos, profundidades, errores y aciertos del proceso, a todas luces no bien tratadas y agravadas por mutuas descalificaciones ofensivas.
Superar estos problemas tiene bastante importancia para “resistir avanzando” contra una peligrosas estrategias imperialistas, que no por más inteligente y más flexible, son menos peligrosas.
Uno de los casos a superar es el de las izquierdas antiimperialistas y anti-capitalistas que no están en el PSUV y su gran polo unitario, incluido el Partido Comunista Venezolano-PCV como factor más destacado, las cuales recientemente formaron un bloque electoral separado de ese conjunto (lo que siendo su derecho, no me pareció acertado); seguida esa actitud de desacuerdos y choques que en alguna medida hacen daño y afectan la unidad y solidaridad necesarias.
Esas izquierdas -independientemente de su dimensión, de sus aciertos y desaciertos- son fuerzas del campo popular-revolucionario; son fuerzas comunistas, socialistas, anticapitalistas, que nada tienen que ver con las derechas (extremistas o moderadas), ni con la ultraderecha fascista de Venezuela. Son fuerzas de la revolución bolivariana, imposible de calificar de “quinta columna” o instrumento de EEUU sin incurrir en exageraciones que enturbian más la situación.
Por otra parte, el PSUV puede tener sus propias fallas y sus propias trabas para profundizar el proceso, pero a la vez tiene inmensos méritos recientes y presentes en las batallas libradas, así como enorme potencialidades para avanzar, que es preciso reconocer; y eso es lo que hay que a mi entender procede estimular.
De todas maneras, el tema merece un tratamiento de alto nivel y un debate de calidad con aportes en pensamiento, acciones constructivas y propuestas superadoras.
Es muy importante, en mi modesto pensar, la combinación equilibrada de estas dos grandes vertientes de la unidad, la táctica y la estratégica. Sus tiempos, cualidades e impactos son diferentes, pero ambas son necesarias. Igual la relación entre ellas y el Estado.
A la UNIDAD EN PROFUNDIDAD, en estrecha relación con el bravo pueblo chavista, le toca el rol de vanguardia, procurando un profundo calado estratégico, con una gravitación de más largo aliento y más permanente a lo largo del proyecto transformador. Le toca un rol, que sin dejar de influir sobre el Estado, requiere preservar su independencia política para contribuir a un rumbo transformador y ascendente del proceso.
Le compete –además de garantizar una conducción capaz de vencer a cada paso la agresividad imperialista- impulsar ese rumbo en todo lo relacionado con la socialización progresiva y oportuna de las relaciones de propiedad, el fortalecimiento del Estado comunitario y las alianzas internacionales estratégicas; sin obviar, claro está, la necesaria transformación de un sistema político-electoral y una cultura política todavía influidos por la concepción liberal-representativa, que tiende a reproducir las viejas competencias, las degradaciones ético-morales, las ambiciones y prácticas clientelistas, que siempre afectan la unidad y niegan la democracia directa.
El gran capital privado, asociado a la burguesía transnacional y los déficits en el despliegue y ejercicio del poder popular en construcción, junto a sus conexiones con la corrupción burocrática, son los fundamentos en que se apoyan las derechas de todos los matices y los movimientos corporativos contra-revolucionarios para reproducirse en forma recurrente.
El avance de la socialización de la economía, de la propiedad y el poder, es directamente proporcional a reducir la base social a las derechas y a erosionar el poder de la contrarrevolución imperialista y oligárquico-capitalista en escenario político venezolano.
Un pacto con esas características entre los potenciales componentes de la “unidad estratégica” en esa dirección e inspirado en el “Golpe de Timón” y el “Programa de la Patria”, sería muy importante y sumamente trascendente para la continuidad victoriosa del proceso hacia la revolución socialista venezolana, que a su vez es vital para la revolución continental.
Por Elba García Hernández
En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.
Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.
Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.
En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.
Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.
Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.
Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.
Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.
Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.
En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia deja mucho que desear.
Por José Cabral
El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.
Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.
El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.
En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.
En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.
El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.
Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.
En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.
Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.
Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.
Por Nelson Encarnación
Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.
Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.
Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.
Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.
No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.
Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.
¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.
¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.
Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.
¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.
Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.