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Opinión

Veremos más transfuguismo en el 2023

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Por Rosario Espinal

Aquí le llaman transfuguismo, en otros países en lenguaje coloquial le llaman cambio de camiseta. Son funcionarios electos y dirigentes políticos que cambian de partido, generalmente en busca de beneficios individuales.

El asunto es particularmente problemático en los casos de funcionarios electos porque los escaños los ganan, en principio, los partidos; sin embargo, los trásfugas asumen propiedad del cargo y se marchan con el puesto.

Realmente es poco lo que se puede hacer para controlar el transfuguismo. Nadie puede obligar una persona a permanecer en un partido donde no desea estar por la razón que sea.

Entre los funcionarios electos, la única medida efectiva contra el transfuguismo sería establecer que los cargos pertenecen a los partidos, no a los individuos que los ocupan. O sea que, quien ostenta un cargo solo puede hacerlo mientras permanezca en el partido que le permitió ganar la posición. Pero esto traería la discusión de si los electores votan por partidos o por candidatos y sería difícil lograr acuerdo al respecto.

El transfuguismo aumenta en las siguientes situaciones: 1) cuando el sistema de partidos se debilita, 2) cuando no hay diferencias ideológicas importantes entre los partidos y 3) cuando las motivaciones para participar en política son más oportunistas que ideológicas. Estas tres condiciones se dan actualmente en la República Dominicana.

En las últimas dos décadas, el sistema de partidos dominicano ha estado en un proceso de desestructuración. Comenzó con las divisiones del PRSC en cada coyuntura electoral, después de la muerte de Joaquín Balaguer en el 2002. Ese proceso de debilitamiento tocó fondo en las elecciones de 2020 cuando el PRSC no logró ni siquiera obtener el 5% de los votos necesarios para calificar como partido mayoritario en la repartición de financiamiento público.

En el 2014 se produjo la división del PRD, que, si bien llevó la mayoría de la dirigencia y membresía de ese partido al PRM, el largo proceso de deterioro del PRD junto a su división produjo un PRM que permanece aún sin identificación ideológica más allá de la consigna del cambio.

El PLD había mantenido desde su fundación cohesión organizativa fundamentada en la noción de progreso económico, pero la larga estadía en el poder lo llevó a reproducir la corrupción, el clientelismo y el personalismo ancestrales en la política dominicana. Al final se dividieron.

En este contexto de debilitamiento del sistema partidario, el partido que está en el poder (cual sea) lleva la ventaja para atraer tránsfugas. Por ejemplo, desde la misma campaña electoral de 2020 comenzaron a pasar dirigentes del PRD y del PRSC al PRM. Y desde el poder, el PRM ha incorporado a sus filas funcionarios electos del PRD, la Fuerza del Pueblo (FP) y del PLD, sobre todo a nivel municipal. El cálculo es simple: los tránsfugas buscan la posibilidad de ser electos o reelegirse.

En la medida que avance el 2023, veremos probablemente más transfuguismo; o sea, más políticos buscando posicionarse donde mayor posibilidad tengan de lograr lo que persiguen: una posición política (electiva o designada) y los beneficios conexos.

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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