Opinión
Violencia de género, patiarcado y poder mafioso
Published
8 años agoon
Por Narciso Isa Conde
El capitalismo dominicano es neoliberal, patriarcal, racista, adulto-céntrico, dogmático-religioso, ecocida y gerenciado por elites partidocráticas y empresariales mafiosas.
Esto equivale a un modelo empobrecedor, privatizador, parasitario y súper explotador, en el que el predominio abrumador del lucro privado, la corrupción y la usura deterioran los programas sociales y el patrimonio público, destruye y contamina el patrimonio natural de la nación e impone una ideología profundamente conservadora y egoísta.
Equivale a un Estado y una clase dominante que ejercen y protegen la discriminación y la violencia brutal contra las mujeres, niñas y homosexuales. Que asume el poder masculino como absoluto, aplasta la libertad de opción sexual y potencia la dictadura de los adultos contra jóvenes y niños, y la del capital frente al trabajo.
Equivale, además, a un sistema medularmente racista, xenófobo (fomenta el odio contra los/as emigrantes pobres) y brutalmente anti-haitiano.
Equivale también a un sistema institucional asaltado por una gran variedad de mafias políticas, empresariales, policiales-militares; y por grandes bandas y/o carteles civiles que controlan los mecanismos de fiscalización, investigación y de acción justicia, para imponer un régimen de impunidad articulado y manipulado dictatorialmente desde la Presidencia de la República.
Equivale a la oficialización de diversas corrientes religiosas (con predominio de la católica romana), cuyas altas jerarquías son cómplices -por omisión o por promoción- de todos los atributos del sistema capitalista implantado y alimentan las discriminaciones impuestas y muy especialmente la que se relacionan con situar a la mujer como propiedad, instrumento de placer sexual y fuente de plusvalía por agobiantes trabajos domésticos no remunerado o precariamente compensado con salarios deplorables.
EL ALARMENTE AUGE DE LOS FEMENICIDIOS Y DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
Este país ocupa actualmente el primer lugar de fenicios impunes en nuestra América.
Esto no escapa esa realidad al hecho de que la cultura patriarcal machista no solo no ha sido enfrentada a través de políticas públicas consistentes, sino a que además, desde todas la instituciones estatales -temporales (“electas”) y permanentes (fácticas)- y desde el poder económico, social e ideológico de la clase capitalista, esa cultura se reproduce y se potencia constantemente.
A esto se ha agregado que cada vez que el poder machista se siente desafiado (a nivel macro o micro) por una conciencia feminista en ascenso o por puntuales expresiones de independencia y rebeldía de mujeres sometidas, abusadas, maltratadas…sus integrantes se saben protegidos para responder con más violencia, las más de las veces criminal y grotescas.
La Policía, el Ministerio Público, los políticos del sistema, las cúpulas eclesiales (la católica en primer plano), los cogollos empresariales, gran parte de los militares y policías…los dueños del Estado y del poder socio-económico, los ejecutores de sus directrices, muchos y los más potentes medios de comunicación, y las agencias productoras de imágenes, publicidad e ideología…responden a ese patrón de dominación machista.
Casi todos los integrantes y beneficiarios de esa supremacía masculina, ejercida cotidianamente en forma abusiva y con expresiones aberrantes, se protegen entre sí con la enorme ventaja de que las instituciones y medios que controlan, y el carácter corrupto y corruptor de las entidades de investigación, fiscalización, justicia y creación de opinión, se prestan sistemáticamente a proteger los delitos de género y a garantizarle impunidad a favor de los hombres que lo cometen, así como a desproteger a las víctimas abusadas y en riesgo de perder la vida.
La represalia cruel frente a las denuncias y reacciones femeninas que procuran ponerle fin a la tortura “crónica”, se agrega a la permanente acumulación de sufrimientos; silenciados y tolerados, a sabiendas los victimarios de que sus desafueros cuentan con un orden de dominación que está de su lado y los respalda.
La acumulación de impunidad, aun frente a todas las críticas justas y a las valientes advertencias planteadas desde el crecimiento de la conciencia feminista -construida paso a paso y dolor a dolor por verdaderas heroínas y persistentes entidades y movimientos sociales que ha asumido la lucha contra las perversidades del patriarcado- es leída por el prepotente poder machista como licencia eterna para golpear, torturar y matar; lo que, entre otros factores, podría explicar el auge de las represalias violentas y de los femenicidios en esta nueva fase de la confrontación.
La insumisión imprescindible, que apunta hacia la liberación femenina respecto a la opresión patriarcal (junto a otras liberaciones sociales), al incrementar la inseguridad y situar al victimario frente a una rebeldía y una demanda de derechos que antes o no se registraba -o se producía en casos excepcionales-, podría estar aumentando su agresividad y generando más hechos de sangre y más violencia; amén de que antes se podían ocultar con más facilidad.
En casos en que la represalia o venganza machista se ejerce contra mujeres pobres o de familias pobres, menores, negras, mulatas o de origen haitiano… el cuadro de violación de derechos, desprotección e impunidad del crimen, se torna todavía más dramático.
• INDICADORES DE QUE CRECE LA CONTRAPARTIDA FEMENISTA.
Esto podría indicar que estamos entrando en una etapa de confrontación en la cual en el incremento de la criminalidad en la lucha por la equidad de género y por la plenitud de los derechos de las mujeres, tiene que ver no tanto con la fortaleza del dominio patriarcal -que sigue siendo tan brutal como inaceptable- sino probablemente con los albores de su decadencia. No olvidemos que los opresores no ceden voluntariamente sus status privilegiados, sino que lo defienden con garras criminales, ensañándose siempre contra la parte contraria… hasta que puedan.
Presiento no es una medición científica- que en medio de la tragedia descrita, la República Dominicana se encuentre entre los países del Continente que cuenta con un movimiento feminista, que si bien todavía es muy débil orgánicamente y sensiblemente deficitario en la asunción de la lucha antiimperialista y anticapitalista, en la asunción de la lucha por la emancipación social y política de las fuerzas del trabajo y en lo concerniente a otras liberaciones… ha sido muy eficaz en la defensa de los derechos de la mujer y en la creación de una conciencia sobre la cuestión de género, cada vez más colectiva y en constante y promisorio en crecimiento. Actúa como contrapartida promisoria.
Este aporte merece un reconocimiento, porque se trata de una labor heroica que será preciso intensificar, profundizar y complementar para derrotar la criminal ofensiva patriarcal en una fase dura, pero a la vez crucial; frente a un poder en descomposición, cada vez más ilegitimado en sus impugnables vertientes opresivas y mafiosas.
Ese valioso aporte femenino ha forzado al Estado patriarcal a ceder limitadamente en materia de leyes, mecanismos y representaciones formales, las cuales favorecen a la mujer en relación con otros tiempos de controles más absolutos; excluyendo la penalización del aborto terapéutico y otros arcaísmos grotescos impuestos por la curia católica y comparsa.
Estos limitados logros institucionales hay que aprovecharlos, pero siempre teniendo en cuenta que esos cambios son muy formales y cargados de simulaciones publicitarias y poses hipócritas.
En los centros fundamentales de poder y dominación, la cultura machista no solo es hegemónica, sino que se sigue reproduciendo y re-alimentando en grande; por lo que el esfuerzo decisivo consiste en subvertirla sin contemplaciones, junto a todas las modalidades imperantes de explotación, exclusión y opresión. No hay de otra. ( noticiassin.com, tercera semana de noviembre).
(I)
Por Oscar López Reyes
Desde 1950, tres años a posteriori de su creación -1947- la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos comenzó a instrumentalizar a periodistas para manipular y moldear a la opinión pública mundial, en una abominable labor de zapa, en el cenit geopolítico de la Guerra Fría entre dos superpotencias imperiales. Su proyecto primigenio, y el más escalofriante, ha sido la encubierta Operación Mockingbird, mediante la cual se ocultaron y tergiversaron informaciones para influir a favor de los designios norteamericanos, y desde 2019 ejecuta a gran escala una campaña de reclutamiento para difundir noticias y entretenimiento en redes sociales y plataformas streaming.
En estos 78 años, la CIA ha invertido miles de millones de dólares en el enlistamiento de periodistas anti-éticos y anti-democráticos y en infiltración en medios de comunicación para divulgar programas propagandísticos, engendrando el descrédito y la desconfianza ciudadana, así como la animadversión de adversarios en guerras.
La operación Mockingbird, que inicialmente consistió en escuchas telefónicas periodísticas sin orden judicial, fue llevada a cabo por la CIA para identificar fuentes de filtraciones de datos de alta inteligencia. Principió grabando conversaciones privadas de Hanson Baldwin, reportero de seguridad nacional del New York Times, entre el 12 de marzo y el 15 de junio de 1963, desde el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Las grabaciones fueron por iniciativa del presidente de Estados Unidos, Jhon F. Kennedy, luego que se incomodara por un reportaje de primera plana publicado por Baldwin (ganador del Premio Pulitzer en 1943 por su cobertura de la Segunda Guerra Mundial) en la edición del 26 de julio de 1962 del New York Times en el que, amparado en una información clasificada, revelaba el número de misiles nucleares en el arsenal estadounidense. A su vez, comparaba esos depósitos atómicos de Estados Unidos con los de la Unión Soviética, y el afán de esta última superpotencia por resguardar sus emplazamientos de misiles balísticos intercontinentales.
A seguidas, la CIA también intervino los teléfonos residenciales de los columnistas Robert S. Allen y Paul Scott (The Allen-Scott Report, publicada en unos 300 periódicos), tras estos dar a conocer secretos clasificados de Estados Unidos. Más adelante, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) se incorporó a las averiguaciones y vigilancia para detectar quienes desde los organismos de inteligencia estaban infiltrando informaciones a la prensa. También produjo la intercepción telefónica a la periodista de Newsweek, Lloyd Nornam, y el secretario de Estado Dean Rusk presionó para que CBS News no difundiera un reportaje del periodista Daniel Schorr sobre el espectacular escape de ciudadanos de Alemania Oriental a través de un túnel bajo el Muro de Berlín.
Por intermedio del proyecto Mockingbird -según variadas fuentes- para divulgar propaganda proestadounidense y truquear a la opinión pública contra la influencia comunista, aceptaron ser asalariados de la CIA cientos de periodistas de The New York Times, The Washington Post, Newsweek, ABC, CBS, NBC, la revista Time, Louisville Courier Jounal, Copley News Service, la agencia internacional Reuters y otros medios de América Latina, Europa y otras regiones.
Los objetivos bien definidos de la contratación a sueldo de la red de periodistas, publicaciones, televisoras y emisoras tengo que segmentarlos en siete:
1.- Difundir relatos preescritos por la CIA, para tratar de cambiar la percepción global sobre situaciones y personas, siempre favorables a Estados Unidos.
2.- Controlar la política editorial de medios comunicativos, a través de altos ejecutivos y editores, en una novedosa interacción subrepticia gobierno-prensa.
3.- Ocultar informaciones perjudiciales o desfavorables a Estados Unidos, en una intromisión estatal sin precedentes.
4.- Inclinar la balanza para conveniencia estratégica de Estados Unidos en coberturas informativas, artículos de opinión, editoriales y otros géneros periodísticos.
5.- Contrarrestar la propaganda e influencia de la Unión Soviética, con mecanismos sofisticados de persuasión pública.
6.- Suministrar datos de inteligencia, en una típica tarea de espionaje.
7.- Detectar a agentes o empleados de organismos de inteligencia que confidencialmente suministraban informaciones a periodistas.
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El autor: Redactor principal del Código de Ética del Periodista Dominicano y autor exclusivo del libro “La Ética en el Periodismo. Los cinco factores que interactúan en la deontología profesional”.
Por Isaías Ramos
En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?
La comparación es contundente: alrededor de RD$19 mil millones para cumplir la indexación —lo mínimo para que la inflación no se coma el salario por la vía del impuesto— frente a más de RD$500 mil millones en gasto tributario y subsidios no focalizados. Esa diferencia no es técnica; es moral. Es un impuesto silencioso al trabajo para sostener privilegios que casi nunca rinden cuentas.
No hablamos de milagros, sino de coherencia constitucional.
Primero derechos; después privilegios.
La indexación es justicia básica; que el salario cubra la canasta es dignidad mínima. Cuando eso no ocurre, todo lo demás se convierte en una transferencia regresiva: recursos públicos arriba y salarios de subsistencia abajo.
Lo vemos en historias como la de Marta, cajera en una tienda que abre seis días a la semana. Gana el salario mínimo del tramo superior y aun así no le alcanza para transporte, alimentos y educación básica de sus hijos. Todos conocemos una Marta. Su caso no es la excepción; es el reflejo de un modelo.
Reconocemos, sin ambigüedades, que ciertos sectores han traído inversión y empleo. Pero en un Estado Social y Democrático de Derecho, la prioridad no se discute: derechos primero, incentivos después. Si un sector recibe exenciones millonarias durante décadas, la contrapartida mínima es un salario mediano por encima de la canasta y una reducción verificable de la informalidad. Y si los beneficios se justifican por su aporte, ese aporte debe comprobarse con datos públicos.
Las preguntas son simples, y las respuestas deberían serlo también:
- ¿Cuál es su salario mediano y qué parte de la canasta cubre?
- ¿Cuál es su aporte fiscal neto, descontadas exenciones y transferencias?
- ¿Qué metas salariales y de formalización han cumplido —auditadas y con plazos—?
Si esas respuestas no existen, la falla no está en quien critica, sino en un modelo que evita mirarse al espejo.
Cuando miramos la región, el panorama se vuelve más claro y más crudo. Llevamos décadas creciendo alrededor de 5 % anual, más del doble del promedio latinoamericano. Sin embargo, datos del Banco Mundial muestran que menos de 2 % de los dominicanos ascendió de grupo de ingreso en una década, frente a un 41 % regional. Es una de las movilidades más bajas de América Latina: un motor económico de alta potencia montado sobre una carrocería social demasiado frágil.
A eso se suma un mercado laboral con alrededor de 55 % de informalidad, superando un promedio regional que ya bordea la mitad. Millones de personas trabajan sin contrato, sin protección y sin capacidad de negociación. Mientras tanto, el salario mínimo formal del sector privado no sectorizado —según el tamaño de la empresa— oscila hoy entre unos RD$16,000 en las microempresas y cerca de RD$28,000 en las grandes, y ni siquiera en su tramo superior alcanza el costo de la canasta familiar nacional, que ronda los RD$47,500, ni la canasta del quintil 1, situada en torno a RD$28,400. La mayoría de los trabajadores informales ni siquiera se acerca a esos montos.
Ahí está el nudo del modelo: un PIB que corre por delante del promedio regional, con salarios más bajos, más informalidad y menor movilidad que casi todos. Ahí es donde la retórica del “milagro” deja de coincidir con lo que millones viven cada día: jornadas largas, ingresos insuficientes y un crecimiento que no se traduce en dignidad.
Y, mientras tanto, la indexación —que solo evita que el impuesto castigue el salario— se presenta como inalcanzable. No lo es. Lo inalcanzable es pretender estabilidad congelando la protección del trabajador mientras se blindan privilegios que nadie revisa con lupa desde hace décadas. Eso no es estabilidad; es un subsidio a la precariedad.
La discusión no es “si hay dinero”, sino de dónde es justo que salga.
¿De quienes ya no pueden más, o de exenciones que llevan medio siglo sin evaluación seria?
¿De la nómina de la clase trabajadora, o de regímenes especiales convertidos en vacas sagradas?
En el Frente Cívico y Social entendemos que la guía es simple y está escrita en la Constitución. El artículo 62 establece, entre otras cosas, que es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remunerado y, en su numeral 9, consagra el derecho a un salario justo y suficiente para vivir con dignidad. No es poesía; es mandato. Si el salario mediano de un sector no cubre la canasta, ese sector no cumple con la dignidad mínima. Y si además recibe exenciones, la obligación de rendir cuentas es aún mayor.
Y porque no hay dignidad sin desarrollo, no olvidemos lo esencial: salario digno es demanda interna, productividad futura y estabilidad social. Con sueldos de miseria no se construye un mercado interno robusto, no se fortalece el capital humano, no hay escalera de movilidad. Lo que se “ahorra” hoy en salarios bajos se paga mañana en menor crecimiento y mayor conflictividad.
En una frase: un país que se respeta no pone el privilegio por encima del salario, ni el incentivo por encima de la dignidad. Cuando la política honra esa jerarquía, la estadística deja de ser consuelo y se convierte en vida vivible.
Despierta RD
Opinión
La Corte Penal Internacional y los Tribunales Penales Internacionales (1 de 2)
Published
1 semana agoon
noviembre 26, 2025Por Rommel Santos Díaz
A diferencia de la Corte Penal Internacional, cuyo estatuto es el resultado de varios años de debates y de la Conferencia de Plenipotenciarios, los tribunales Ad –Hoc para la Ex Yugoslavia y Ruanda son la expresión de una respuesta a dos situaciones específicas caracterizadas por la comisión de atrocidades en el territorio de estos países.
Fue precisamente la gravedad de las circunstancias lo que obligó al Consejo de Seguridad a ejercer las atribuciones que le confiere el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas para crear las jurisdicciones penales Ad – Hoc para la Ex Yugoslavia ( Resolución 827 de 1993) y para Ruanda (Resolución 955 de 1994)
En estos casos, ambos tribunales tienen virtualmente estatutos idénticos y también compartieron algunas instituciones comunes, como por ejemplo el Fiscal, dado que a partir del 15 de septiembre del 2003, el Consejo de Seguridad designo a Hassan Bubacar Jallow como Fiscal del Tribunal Penal Internacional para Ruanda.
La Fiscal Carla Del Ponte ejerce su competencia exclusivamente en relación al Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia. Las características comunes entre ambos tribunales han tenido como consecuencia, al menos en el ámbito teórico, la economía y uniformidad en el ámbito fiscal hasta el año 2003 así como en el desarrollo de una línea jurisprudencial sólida y constante en el análisis de sus respectivos casos.
De esta forma la creación de dichos tribunales Ad-Hoc constituye un desarrollo sin precedentes a favor de la implementación de las normas sobre derechos humanos que a su vez ha favorecido una dinámica positiva en el proceso de creación de un sistema de justicia penal internacional que se concreta casi una década después con el inicio de las funciones de la Corte Penal Internacional.
Por su lado el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda fueron creados por resoluciones del Consejo de Seguridad en virtud de las cuales son considerados como órganos judiciales subsidiarios del mismo.
Se ha establecido que aun cuando fueron creados por el Consejo de Seguridad, el cual no es un órgano judicial, esto no afecta la validez del acto jurídico de creación puesto que ambos son el reflejo del ejercicio del mandato del principal órgano de las Naciones Unidas para mantener la seguridad y la paz internacional.
Esta línea de razonamiento concuerda con la establecida por la Corte Internacional de Justicia en su Opinión Consultiva sobre los efectos de las compensaciones concedidas por el tribunal administrativo de las Naciones Unidas de 1954.
Por tanto, mientras la Corte Penal Internacional es un tribunal internacional independiente, el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda son órganos judiciales subsidiarios del Consejo de Seguridad Conforme al Artículo 2 del Estatuto de Roma, la Corte Penal Internacional mantiene relaciones de cooperación con el sistema de de las Naciones Unidas, pero ello no afecta su independencia con respecto a dicha organización internacional.
