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Opinión

¿Y si usted fuera ciego?

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Por Rosario Espinal

No he usado el término invidente ni ningún otro porque ciego lo entiende todo el mundo. He usado ciego, no ciega, porque quienes toman las decisiones en ese país son fundamentalmente los hombres (no es invento mío, miren las fotos del alto funcionariado gubernamental, empresarial y religioso para que lo comprueben). Aclarados estos dos puntos, pasemos al asunto.

Imagine que usted es ciego, que tiene un salario promedio; es decir, unos 20 mil pesos mensuales (muchos ganan menos). Imagine que usted no tiene carro y debe salir todos los días a tomar transporte público para llegar al trabajo y hacer diligencias. Imagine que usted tiene que caminar varias cuadras de su casa a la ruta del transporte público. Imagine que usted no tiene una persona disponible todo el día para acompañarle a transitar. Imagine que su ayuda es un bastón.

En esas condiciones, ¿diría usted que Santo Domingo, o cualquier otra ciudad dominicana, facilita o dificulta la vida de los ciegos? Pensemos en conjunto.

En cualquier ciudad de este país, las aceras tienen hoyos; son troneras rompe-huesos si usted cae en ellas (y caen muchas personas no ciegas). Imagine entonces el riesgo para los ciegos al transitar por las aceras. No hay bastón blanco tan inteligente con capacidad de detectar tantos hoyos y anunciar tantos riesgos.

En ninguna ciudad de este país hay un sistema de transporte público adecuado para acomodar personas que necesiten accesibilidad especial. No solo ciegos. Si usted se desplaza en una silla de ruedas, salir a la calle es una odisea.

La inclusión social es fundamental para alcanzar la justicia y la democracia

Y no piense que la solución es transporte en vehículos privados. La inmensa mayoría de las personas con discapacidad son de ingreso bajo o medio, sin posibilidad de tener un vehículo propio y chofer.

Siempre es fácil ver la vida desde la posición de privilegio que nos toca. Si usted no necesita una silla de ruedas para moverse, ni ha estado muy cerca de una persona que la necesite, no tiene idea del esfuerzo que hay que hacer para tener movilidad un tanto normal en la ciudad. Si usted no es ciego, ni ha estado muy cerca de una persona en esa situación, tampoco tiene idea del esfuerzo que hay que hacer para salir todos los días a las calles.

¡Inténtelo! Salga un día caminando con una venda puesta, o en una silla de ruedas.

Quizás usted piense que las personas con algún tipo de discapacidad deben quedarse en su casa. Pero ¿es justo? ¿Por qué condenarlos al ostracismo?

Todo país con decencia y consideración hacia toda la ciudadanía necesita tener ciudades accesibles. ¿Qué quiere decir esto? Que existan facilidades públicas y privadas para que toda la población, independientemente de la condición especial que tengan, pueda movilizarse con cierta facilidad.

Forjar ciudades accesibles requiere de mucha voluntad y recursos para lograrlo. Y no se conseguirá si seguimos viendo la vida en función de los beneficios que nos han tocado.

La inclusión social es fundamental para alcanzar la justicia y la democracia. Si usted ve las aceras con hoyos; esa no es una ciudad inclusiva. Si usted ve que las esquinas no tienen bajaderos para sillas de rueda o cochecitos de bebés; esa no es una ciudad inclusiva. Si usted ve que el transporte público no tiene accesibilidad para personas con discapacidad física; esa no es una ciudad inclusiva. Y estos son solo algunos ejemplos.

Luchemos por ciudades accesibles, por ciudades inclusivas. ¡Es lo justo!

Artículo publicado originalmente en el periódico HOY

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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