La República Dominicana ha vivido dos crisis en los últimos meses, las cuales se pensó que no serian superadas por el país, agregándose una tercera que ha convivido por años con el pueblo dominicano.
La primera de ella fue la misteriosa suspensión de las elecciones municipales del pasado 16 de febrero, lo cual despertó un amor por el país y un nivel de solidaridad nunca visto.
Los jóvenes que eran considerados como parte de una generación perdida, porque alegadamente no sentían nada por la patria, sólo por las redes sociales, dejaron una huella inborrable en la democracia dominicana con su protesta frente a la Plaza de la Bandera.
Sin embargo, la propia crisis se encargó de desmentir y borrar esa creencia y dejar a los jóvenes tan bien parados frente a la sociedad con un alto nivel de respeto que ahora mismo constituyen un fuerte foco de presión en favor de la mejoría de los valores democráticos.
Ese proceso cambió mucho la percepción que tenían muchos sectores de la vida nacional, porque la verdad que ese despertar necesariamente no se reflejaba en las encuestas que se hacían en ese momento en el país.
La otra crisis que ha despejado muchas dudas es la del coronavirus, cuyos protagonistas han sido los médicos, que era otro sector que en la percepción de la sociedad se habían degradado a un nivel vergonzante.
Pero el desprendimiento de los profesionales de la salud, incluidos enfermeras y enfermeros, han puesto en alto la condición humana de las personas y han demostrado que ésta está por encima de cualquier otro interés.
Hoy son muchas las personas que fallecen en los centros hospitalarios de la República Dominicana, pero no por la negligencia de los médicos y demás profesionales de la salud, sino porque la fortaleza del coronavirus supera la capacidad del sistema sanitario para evitarlo.
La verdad es que ambas crisis nos dicen que la condición humana está por encima de la letalidad del Covid-19 y que la batalla en contra de la enfermedad adelanta que la misma será vencida aunque los daños sean cuantiosos e irreparables.
Estas crisis han sido dos pruebas de que todavía en la sociedad dominicana y en muchos lugares del mundo la solidaridad no ha sido vencida por el neoliberalismo ni por el coronavirus, que son los enemigos más peligrosos de la vida en sociedad en el mundo de hoy.