La crisis de valores cuando azota a los pueblos cambia la regla del juego, porque lo lógico y sensato pasa a ser sustituido por la irracionalidad y la falta de visión a corto, mediano y largo plazo.
Y exactamente eso ha ocurrido en la República Dominicana donde cualquiera, sin estar formado para ello, se convierte en presidente de la República.
Los aspirantes a tener el control del Estado no tienen la menor idea de cómo enfrentar los problemas nacionales, ya que sólo parecen prepararse para manejar un desgraciado clientelismo que sólo promueve el bienestar individual, más que el colectivo o general.
Las cosas son así porque en la crisis de valores lo ilógico se vuelve lógico y lo que menos sirve es lo que sirve e incluso hasta cuando se trata de escoger las autoridades nacionales.
Esa crisis de valores se lleva de paro el talento y la más correcta de las actitudes e incluso consolida lo indebido y lo más insensato.
La inversión de valores es una de las más grandes desgracias de cualquier nación, como ocurre en la República Dominicana, donde el individualismo es la prenda y la virtud más común entre la gente.
Y esto es lo que ha ocurrido en los gobiernos que han habido en el país en las últimas décadas, en los que nadie piensa en los intereses colectivos, los que más pueden engrandecer el país.
Entonces, Luis Abinader, que tiene una aparente ingenuidad y poca formación como estadista, igual que muchos otros, ya que son el resultado de unos partidos que han demostrado hasta la sociedad de que no tienen la menor idea de lo que es planificación estratégica, no para de cometer errores.
En ello estriba el principal peligro de la República Dominicana, porque está demostrado que ningún país sin esa condición puede avanzar, sino retroceder.
Por esta razón y otras de igual magnitud no se puede esperar que se tenga una República Dominicana diferente, donde los intereses colectivos pesen más que los individuales, lo cual explica la torpeza en el manejo de la problemática haitiana, la cual debía contar con una visión más humana, pero que, sin lugar a dudas, parece que es mucho pedir.