Es impresionante como en la República Dominicana el proceso de deterioro de la clase política toma el curso del descaro y la desvergüenza.
Es un problema tan serio y complejo que va desde el partido oficial hasta todas las organizaciones de la llamada oposición.
Todos se manejan como aves de rapiña, que sólo les interesa lo que pueda llenar sus estómagos o bolsillos.
Es una lucha entre intereses personales, particulares e individuales, cuya conducta no tiene prácticamente ninguna sanción legal, moral y social porque el fenómeno se ha vuelto integral.
Va de lo pequeño a lo grande y lo contrario, sumergiendo a la sociedad dominicana en las peores de las inmundicias.
Está comprobado que el neoliberalismo ha tenido su principal logro con el daño de los sentimientos de la gente.
No es exagerado decir que esta corriente de la economía ha tenido su principal cosecha con haber dañado la conducta de la gran mayoría de los dominicanos, donde la visión monetarista ya nadie la esconde.
Por esta razón los dominicanos ven como normal la corrupción, la cual sólo recibe crítica cuando no beneficia a los que la rechazan.
Siempre hemos dicho que el principal peligro en contra de toda la sociedad dominicana es como los políticos actúan descaradamente, sin que haya ninguna posibilidad de que reciban la sanción que establece el régimen punitivo de la nación.
Es un problema tan grave que el partido que hoy está en la oposición cuando llega al poder cambia totalmente su posición y termina tan corrompido como el que fue desplazado de la conducción del Estado.
En la República Dominicana ya no importa nada, nisiquiera los riesgos de contraer una enfermedad que le arrebate la vida, sino el “qué hay para mi”.
Sólo el dinero importa, mientras niños y ancianos mueren de desnutrición y hambre y cuando los recursos del patrimonio público en vez de ir a salud, educación y la seguridad ciudadana se quedan en los bolsillos de la clase política nacional.
La situación ha llegado a un nivel que muy poco importa la vida de la gente, porque es una sociedad, donde predomina la miseria y la pobreza, y donde usted vale por los recursos materiales que posea.