Opinión
El Hoyo de Puchula
Published
12 años agoon
Por Rosario Espinal
Hace varias semanas, a mediados de marzo, en un día fresco y soleado de esos que dan ganas de detener el tiempo, salí temprano de mañana con Milagros de Féliz, la entusiasta y eficaz voluntaria de Santiago, a visitar algunos programas de Acción Callejera en distintos barrios populares. Nos acompañaban mi hija, que ha sido ahí voluntaria, y el encargado de programas comunitarios.
Nuestra primera parada fue en el Hoyo de Puchula; un hoyo literalmente hablando en pleno Santiago, cerca del Estadio Cibao. Es posible pasar por ahí mil veces y no saber que detrás de tantos negocios y jolgorio hay un hoyo humano, donde vive gente en condiciones deplorables. Las casas y edificios en la cima cubren el tope del embudo y el hoyo pasa desapercibido.
Llegamos a la entrada y descendimos por unos escalones mitad cemento, mitad tierra. La mañana brillaba y escondía la miseria que circundaba. Seguimos caminando hasta llegar a la sala de tareas de Acción Callejera. Un saloncito-oasis donde una maestra y un grupito de niños y niñas enfrentan día a día los desafíos de la pobreza.
Al lado cercaron un cuadrito para que los niños puedan recrearse con supervisión adecuada, sin la tentación de que alguien les lleve drogas para enviciarlos, y desde ya, atraerlos a la economía de estupefacientes que ha penetrado todos los estratos sociales.
Al frente, sentada en un escaloncito al borde del callejón principal, había una niña de unos 10 años con dos bebés en sus brazos; uno en cada pierna. Su vestido marroncito se confundía con su piel y delgadez. Le pregunté quiénes eran esos niños, y me dijo que sus sobrinos que cuida todas las mañanas.
Pensé: ¿Qué será de esta niña en dos o tres años? ¿Qué familiar o joven del barrio la violará (si no lo han hecho ya)? Y si no la violan, ¿qué hombre la convencerá de tener relación sexual a temprana edad a cambio de algún beneficio que desaparecerá tan pronto la deje embarazada? ¿O tendrá ella la suerte de evitar una violación, o la voluntad para ingresar a la escuela y superarse? No lo sé, pero la probabilidad de que su vida se enrumbe por buen camino es remota. Ojalá Acción Callejera haga magias con ella por las tardes. Ante el vacío que dejan los padres y el Estado, estas instituciones son el amparo.
Proseguimos, y en los callejones encontramos más hombres que mujeres, dominicanos y haitianos. Unos deambulaban, otros jugaban dominó, y otros tenían caras de planificar algo funesto en un “parquecito” de tierra y piedras frente a una cañada repleta de basura, con agua tan oscura que ni el sol brillante de esa mañana lograba iluminar.
Nuestra próxima parada fue detrás de un edificio con frente a la calle principal que por detrás se está derrumbando. Ahí hay un hoyo dentro del hoyo y un canasto de baloncesto destartalado. Milagros, siempre pensando en soluciones, llevará estudiantes de arquitectura para ver cómo arreglarlo.
Nuestra última parada fue en un colmadito con algunas botellas y productos en mal estado. Al frente había una mujer delgada y embarazada, con un vestido de algodón desteñido de tantas lavadas. Entablé conversación, y mientras se sobaba la barriga, me dijo que esperaba su quinto hijo. ¡Quinto hijo! le dije con excesiva exclamación. Una sonrisa fue su única reacción.
Ya sé. Falta de educación, de servicios de salud, mucha pobreza o irresponsabilidad personal. Razones hay para explicar. ¿Pero cómo enfrentará la sociedad dominicana con efectividad tanta miseria personal y social, que no es exclusiva de un barrio?
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY.
Opinión
Otra vez se pone candado después de ocurrido el robo
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7 horas agoon
abril 27, 2025Por José Cabral
La tragedia ocurrida con el desplome del techo de la discoteca Jet Set vuelve a confirmarse que el dominicano se maneja al azar, sin ningún tipo de planificación ni de prevención.
Este trágico hecho ha generado que la gente ahora se preocupe por la azotea de los edificios donde viven o trabajan.
Pero si bien el ciudadano común o corriente vive el día a día en medio de ninguna planificación ni de prevención, pero lo propio ocurre con el Estado.
De manera, que las instituciones públicas son responsables del problema por comisión o omisión, porque hay forma de que tengan algún nivel de regulación o de fiscalización.
De manera, que lo ocurrido en el Yet Set es de la absoluta responsabilidad del Estado, porque es el único que debe implementar políticas de control en la construcción y mantenimiento de los edificios públicos y privados.
Sin embargo, no muy bien se produjo la catástrofe todo el mundo se ha activado y ahora tiene un exceso de preocupación.
E incluso ya a toda prisa fue sometido un proyecto de ley para buscar tener una mayor supervisión de lo que tiene implicaciones que podrían ser desgraciadas para la vida nacional.
De cualquier modo, no existe la seguridad de que cualquier ley que se cree para buscar resolver la improvisación que prevalece en este renglón vaya a surtir algún efecto.
La realidad es que la sociedad dominicana y de igual modo el Estado nada les sirve escarmiento, porque estoy plenamente seguro que al cabo de algunos meses el país vuelve a la misma rutina.
No obstante, me parece válido que la gente se active frente a los peligros que nos azotan, dado que late una amenaza todavía mucho más peligrosa que el deterioro de los techos de los edificios públicos y privados y se trata de las construcciones a troche y moche que se levantan en el país sin respetar la ley antisísmica que podría constituirse en la desgracia nunca vista en tierras dominicanas.
Ojala Dios nos libre.
Por Isaías Ramos
La semana pasada, como nación, fuimos llamados a la reflexión espiritual y al reencuentro con Dios. Pero ahora, superada la solemnidad de la Semana Santa, toca mirar hacia adelante y preguntarnos: ¿cómo restaurar el alma de la República si no transformamos sus raíces más profundas? Y esas raíces están, sin duda, en la educación.
Durante décadas, el sistema educativo dominicano ha sido despojado de lo esencial: se eliminó la formación moral, cívica y ética. No fue un descuido, sino una estrategia deliberada que desmontó los valores y abrió paso a la promoción y tolerancia de la perversión en la sociedad.
La encuesta publicada el 27 de agosto de 2024 por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo lo confirma: la ciudadanía dominicana está gravemente debilitada. Corrupción, violencia, feminicidios, delincuencia común, criminalidad, accidentes de tránsito y la indiferencia frente a lo público son síntomas de un vacío más profundo: **la ausencia de conciencia cívica**. ¿Cómo exigir sentido de nación en una sociedad donde la escuela nunca lo sembró?
Desde la eliminación de la asignatura de Moral y Cívica en la década de los 90, se pretendió suplirla con un “eje transversal” simbólico, pidiendo a los docentes enseñar valores sin formación ética ni pedagógica. El resultado ha sido una generación que ignora su Constitución, desconoce sus derechos y deberes, y ha perdido todo sentido de pertenencia nacional.
Este abandono no es solo un fracaso pedagógico: **es una violación flagrante a la ley y a la Constitución**. El artículo 5 de la Ley General de Educación 66-97 establece como finalidad formar ciudadanos libres y críticos; amantes de su familia y patria; conscientes de deberes y derechos; con responsabilidad moral, respeto humano, identidad y valores cívicos. Más aún, el artículo 63.13 de la Constitución ordena con claridad:
*“Serán obligatorias la instrucción en la formación social y cívica, la enseñanza de la Constitución, de los derechos y garantías fundamentales, de los valores patrios y de los principios de convivencia pacífica.”*
Este no es un consejo: es un **mandato constitucional**, ignorado.
Las antiguas escuelas normales, que formaban maestros con vocación y compromiso, fueron cerradas. La formación docente fue masificada en universidades sin estándares, convirtiendo una profesión de honor en un simple trámite académico.
Y mientras esto ocurría, ni los planes nacionales de desarrollo, ni los pactos educativos, ni la Estrategia Nacional de Desarrollo dieron prioridad a la formación en valores. Cuando la mencionan, lo hacen como un adorno retórico, no como un eje transformador.
Hoy cosechamos frutos amargos: profesionales sin compromiso, ciudadanos sin brújula y generaciones con títulos, pero sin carácter. La calidad académica no basta si está vacía de ética.
Esta realidad se agrava en la era que vivimos, donde la inteligencia artificial, la tecnología y la ciencia avanzan sin freno. El conocimiento crece exponencialmente, pero si no formamos personas con principios, no construiremos futuro.
De nada sirve dominar las máquinas si hemos perdido el control de nuestras conciencias.
La educación del siglo XXI no puede limitarse a producir técnicos brillantes: debe formar **ciudadanos éticos**, capaces de decidir con justicia, servir con humildad y amar su patria con integridad. Los países que progresan no son los que tienen más recursos naturales, sino los que cultivan instituciones sólidas, principios firmes y una cultura de legalidad.
Es urgente devolver a la formación moral, cívica y patriótica su lugar como asignatura obligatoria, estructurada y evaluada, respaldada por docentes capacitados y una visión nacional.
Porque no hay democracia sin conciencia.
No hay justicia sin ética.
Y no hay nación sin ciudadanos comprometidos con el bien común.
Volver a enseñar civismo, responsabilidad, amor por la patria y buenos modales no es una nostalgia del pasado: es la base de una revolución moral que puede salvar el futuro.
Y esa revolución comienza donde siempre debió estar: **en el aula**.
Lo advirtió con firmeza la escritora norteamericana Ellen G. White:
*“La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de su ser; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos.”*
En un mundo cada vez más automatizado, lo más revolucionario será siempre formar personas con carácter. **Educar con un propósito mayor: formar caracteres nobles, principios firmes, pensadores auténticos y obradores del bien.** No hay algoritmo que reemplace una conciencia recta. No hay innovación que sustituya la ética. Educar con valores no es opcional: es el único camino hacia la redención.
**¡Despierta, RD!**
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Opinión
Procedimiento de solicitud de detención de la Corte Penal Internacional
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7 horas agoon
abril 27, 2025Por Rommel Santos Diaz
Según el Estatuto de Roma el Estado Parte que haya recibido una solicitud de detención provisional o de detención y entrega tomará inmediatamente las medidas necesarias para la detención de conformidad con su derecho interno y con lo dispuesto en la parte IX del referido Estatuto.
Partiendo de lo anterior el detenido será llevado sin demora ante la autoridad judicial competente del Estado de detención, que determinará si, de conformidad con el derecho de ese Estado la orden le es aplicable, la detención se llevó a cabo conforme a derecho; y si se han respetado los derechos del detenido.
El detenido tendrá derecho a solicitar de la autoridad competente del Estado de detención la libertad provisional antes de su entrega.
Al decidir la solicitud, la autoridad competente del Estado de detención examinará si, dada la gravedad de los presuntos crímenes, hay circunstancias urgentes y excepcionales que justifiquen la libertad provisional y si existen las salvaguardias necesarias para que el Estado de detención pueda cumplir su obligación de entregar de la persona a la CPI. Esa autoridad no podrá examinar si la orden de detención fue dictada conforme a derecho.
La solicitud de libertad provisional será notificada a la Sala de Cuestiones Preliminares, que hará recomendaciones a la autoridad competente del Estado de detención tendrá plenamente en cuenta esas recomendaciones, incluidas las relativas a medidas para impedir la evasión de la persona.
En otro orden, de concederse la libertad provisional, la Sala de Cuestiones Preliminares podrá solicitar informes periódicos al respecto.
Finalmente, una vez que el Estado de detención haya ordenado la entrega, el detenido será puesto a disposición de la Corte Penal Internacional tan pronto como sea posible.