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Letalidad del coronavirus en el país supera naciones del hemisferio por inexistencia del Estado.

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Nadie puede negar que el Covid-19 ha impactado de forma muy severa a todo el mundo, principalmente a los países europeos y asiáticos, como Italia y España, donde la cantidad de muertes ya supera a nivel general las 36 mil personas.

En la República Dominicana siempre se ha advertido de la inexistencia  del aparato institucional, dentro cual se encuentra la justicia, el poder Legislativo y naturalmente el sanitario, entre otros, lo cual se constituye en un peligro para la permanencia de la democracia y de la propia vida de la gente, lo cual implica un problema muy serio  para la  existencia de la nación.

La carencia de un régimen de consecuencia para sancionar en el país los casos de corrupción administrativa ha revelado el total desplome del aparato institucional y la inexistencia de un estado de derecho y de un régimen de consecuencia, cuya máxima expresión se ha producido con los escándalos de sustracción de recursos públicos por parte de una multinacional que en la República Dominicana es como si nada hubiera ocurrido, mientras en países como Perú, Panamá, entre otras naciones latinoamericanas, han sido enjuiciados presidentes y otros miembros de la clase política por su complicidad con Odebrecht.

La suspensión de las pasadas elecciones municipales del pasado 16 de febrero sacó a la superficie una deficiencia institucional  que ha sido parte de las preocupaciones de amplios sectores nacionales, pero que en realidad es un tema que ha sido encubierto con una política mediática que consiste en  vender una percepción falsa de las ejecutorias y la eficiencia  del Gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

El segundo caso que nos revela hasta dónde el aparato institucional dominicano está colapsado ha sido la llegada al país de la pandemia, cuyos datos dejan claro que el sistema sanitario nacional no resiste un combate eficiente del patógeno que  hasta hoy ha generado 859  contagiados y 39 muertes.

Estos datos mandan contundentemente la confirmación de que la República Dominicana carece de un sistema sanitario eficiente para contrarrestar las consecuencias que se derivan del coronavirus.

De cada 100 personas  que han dado positivo del  COVID 19 en el país, más de cuatro han fallecido a causa de la enfermedad respiratoria, para una tasa del casi 5%,  con cuyos resultados la  República Dominicana se coloca al tope de los parámetros estimados inicialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que estableció la  letalidad del coronavirus en un rango entre  el 2 y el 4%.

La mayor tasa de letalidad del país la registra San Francisco de Macorís, que alcanza más  del 20 por ciento, equivalente a 21 fallecidos del total de 83 casos confirmados, mientras que el Distrito Nacional, a pesar de tener la mayor cantidad de contagiados, que son 379, tiene una tasa de letalidad de un 1%.

Con esta tasa de letalidad, que llega casi al 5 por ciento en República Dominicana sin todavía haber llegado el momento crítico, el país se coloca por encima de  panamá, con un 2%; Nicaragua con 0,76%; Honduras con 1,05%; Bolivia con 0% casos; Guatemala con 3,13%; Colombia con 1,11%; Ecuador con 2,63%; Venezuela con 1,67%, Perú con 1,73%; Argentina con 2,46%; Uruguay 0,00% ; Brasil con 2,67% y Cuba tiene tres muertes para un  2.52%, de acuerdo a los datos actualizados en la aplicación coronavirus.app que registra las informaciones de cada país.

Según el  boletín informativo número 10  dado a conocer por el ministro de Salud Pública, doctor Rafael Sánchez Cárdenas, en el país se han registrado hasta el momento 39 fallecimientos, 11 más que  el día anterior,  de los cuales 21 corresponden a la provincia Duarte, primera de territorio nacional en presentar una alta trasmisión comunitaria.

Asimismo el número de casos confirmados se elevó a 859 para unos 140 más que el boletín anterior, cuando se habían notificados 781. De los  confirmados 131 están en confinamiento hospitalario, 686 en aislamiento domiciliario en el Distrito Nacional, con 321 casos, Santo Domingo, con 79, Duarte con 83 y Santiago con 97, estas últimas  las provincias con mayor cantidad de confirmados.

La edad promedio de los fallecidos es de 61 años y 79% y han sido  hombres.

El sistema captó, de acuerdo a los datos ofrecidos por el doctor Sánchez Cárdenas, un total de 2,153 casos sospechosos, de los cuales 1,434 fueron descartados por pruebas de laboratorio.

El 56% de los casos confirmados se encuentran en el Gran Santo Domingo, lo que puede estar asociado a que es donde hay mayor facilidad para acceder a las pruebas diagnosticas.

Asimismo, el ministro de Salud Pública informó que se evalúan casos de denuncias de rebotes de pacientes con síntomas de coronavirus en clínicas del país, y advirtió que se tomarán medidas al respecto de comprobarse esa situación.

“Ninguna clínica puede rebotar pacientes cuando van a reclamar servicios”, señaló el funcionario y llamó a los prestadores de servicios de salud a aplicar las medidas de bioseguridad  establecidas para la atención de pacientes sospechosos de la enfermedad, como es habilitar área de triaje  donde se coloque a pacientes con síntomas del COVID 19, separados de los demás.

 Recordó a clínicas, hospitales y laboratorios que es obligatoria la notificación inmediata de casos sospechosos y confirmados de COVID 19, ya que se trata de una enfermedad de notificación obligatoria.

El ministro de Salud Pública además criticó a los  supuestos especuladores de información, que según él,  lo que buscan es sembrar el temor en la sociedad dominicana con cifras inciertas sobre el comportamiento del COVID 19.

Dijo que no todos los  fallecimientos que han ocurrido  en las  clínicas y hospitales han sido por Covid-19.

Calificó como un abuso que se desacredite el Sistema Nacional de Estadísticas del país con especulaciones.

En estos últimos puntos el ministro de Salud Pública tiene mucha razón, porque en el país siempre ha predominado la cultural de la exageración, pero lo que sí queda claro también es que el desplome del aparato institucional crea muchos riesgos ante circunstancia como la se vive en la actualidad.

La carencia de un mediano o alto nivel de institucionalidad del Estado provoca que se imponga el caos, la exageración y los fenómenos de la especulación, el acaparamiento y el agiotismo con los medicamentos que demanda la población, pero peor aun con el rebote de pacientes posiblemente afectados de coronavirus por una diversidad de razones, como evitar que personas infectadas alejen a los que no lo tienen y en consecuencia dañar la rentabilidad de algunos centros de salud privado, lo cual ya ocurre en diferentes lugares del territorio nacional.

La pregunta que se impone es quién está en capacidad de evitar o contrarrestar todas estas distorsiones de  un Estado afectado de bajos  niveles de regulación, fiscalización y sanción en contra de los que sacrifican cualquier cosa en aras de ganar dinero, cuya situación es propia de países donde el aparato institucional no está  preparado para estas eventualidades.

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La contienda electoral en los Estados Unidos fue una lucha entre intereses individuales e institucionales.

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El triunfo de Donald Trump representa un gran reto para la credibilidad de la democracia de los Estados Unidos, donde parece que ya no tiene vigencia su discurso de adecentamiento de la potencia ante otros países del mundo, dado que la corrupción ha erosionado este sistema político precisamente por las malas acciones de sus actores en el que muy poco importa la ética y la institucionalidad, cuyo mejor ejemplo es la elección presidencial de este 5 de noviembre.

Este martes millones de norteamericanos, incluidos una cantidad significativa de inmigrantes, principalmente latinos,  hablaron y prefirieron a quien ha sido condenado por la comisión de una serie de actos ilícitos, pero que nadie puede negar que le ha tumbado el pulso a las tradiciones y la fortaleza institucional de la nación más poderosa del mundo.

Algunos que se decantaron por Donald Trump y otros por Kamala Harris, dos opciones que crearon pasiones políticas en ocasiones desenfrenadas, pero que se impuso el que no siente ningún sonrojo de las acusaciones que pesan en su contra y que demostró que puede más en las urnas que el sistema y quien ahora tiene el doble rol de presidente de los Estados Unidos y al propio tiempo convicto criminal.

La contienda no se trató de una simple confrontación electoral cualquiera, porque por lo menos en el caso de Trump, éste ha cambiado la forma de hacer política en los Estados Unidos, cuyo tono es violento y sin medición de consecuencias, pero que ha logrado imponerse sobre la base de unos «valores» que socava la democracia de esta nación.

Tanto es así que la nación más poderosa del mundo ha descendido al nivel de los países del llamado tercer mundo, donde la actividad político-partidista y electoral raya en lo salvaje, pero sobre todo con una ansia de poder y la búsqueda de acumulación de fortunas que en cierta medida le da una explicación lógica a la distorsión.

Trump es un político que ha logrado imponer sus intereses personales por encima de los institucionales y cuyo comportamiento no es cuestionado por los votantes, ya que se ha observado que mientras más problemas legales tiene su popularidad aumenta.

Las preferencias por uno y otro estaban aparentemente muy cerradas, pero se produjo una ruptura con todos los vaticinios al respecto y Trump ha vencido abrumadoramente, lo que indica que su conducta es respetada y defendida por la mayoría de los estadunidenses.

Lo inexplicable del proceso es que, aunque Trump ha despotricado en contra de los latinos, cuyo último escándalo tiene que ver con considerar a Puerto Rico una isla basura e igual desconsideraciones ha lanzado contra mexicanos, dominicanos, entre otros, pero siempre hubo apoyo a su favor, ya que los resultados de los comicios así lo confirman, dado que dentro de estas mismas comunidades desconsideradas por este candidato radical, conservó un respaldo considerable.

El fenómeno Trump pocos politólogos y sociólogos pueden explicarlo en razón de que mientras más hiriente y violenta fue su campaña, mayor cantidad de seguidores se adhirieron a un candidato y ahora presidente carente de propuestas, cuyo ejemplo ya ha sido emulado en una serie de naciones latinoamericanas.

Al llegar la hora de la verdad el pueblo norteamericano prefirió el discurso y la conducta de Trump que la de cualquier otro candidato, incluida la principal perdedora Kamala Harris.

El triunfo de Trump deja un mensaje equivocado entre los que luchan por llevar la ética a la política, ya que su triunfo desmiente cualquier esfuerzo serio en este sentido, sobre todo para las corrientes en Latinoamérica que hoy hablan de adecentamiento nacional, porque los resultados de las elecciones dejan lo suficientemente clara la preferencia del pueblo de toda la unión americana, aunque siempre se dijo que en por lo menos política exterior ambos contendientes representaban lo mismo.

En esta materia la diferencia entre republicanos y demócratas es sólo el color de los partidos, porque si bien en política interna se observa un accionar que lo distingue uno de otro, pero, por ejemplo, en lo que respecta a la crisis del Medio Oriente ambos se manejan de igual manera, alineados con Israel a pesar de que en muchas naciones del mundo consideran el comportamiento judío como un verdadero genocidio.

Sin embargo, en cuanto a política interna ambos difieren en lo que a políticas migratorias se refiere, ya que nadie puede negar que en esta materia los demócratas tienen una visión mucho más tolerante y considerada con la inmigración que los republicanos.

Pero la diferencia que puedan existir entre unos y otros este martes cinco de noviembre se definieron en favor de quien tiene el peor comportamiento, lo cual también impidió por segunda ocasión que una mujer ocupe la presidencia de los Estados Unidos, no se sabe si para esa decisión pesó mucho optar por una inmigrante de  familia que proviene de naciones que no son vistas con buenos ojos por el estadounidense tradicional y el cual regularmente está impactado por un problema racial que tiene su historia en esa nación.

La cuestión es que triunfó la apuesta antiinmigrante, ultraconservadora y, sin lugar a dudas, menos democrática.

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El Gobierno de Luis Abinader no deja de incurrir en errores que sirven de espejo para medir su incapacidad para manejar el Estado.

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Todos los días el Gobierno de Luis Abinader da muestra de que no está en capacidad del manejo del Estado, cuyos errores son totalmente infantiles y propios de personas que no tienen la menor idea de su metida de patas.

Las torpezas del Gobierno legitiman las críticas de una oposición desacreditada por sus acciones al margen de la ética y de la moral, la cual está conformada, principalmente, por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la Fuerza del Pueblo de Leonel Fernández.

La última metida de patas del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y de su líder Abinader ha sido anunciar una nueva Constitución de la República, pero al propio tiempo toma medidas que lesionan derechos fundamentales contenidos en la carta magna y los tratados y convenciones internacionales.

De esa manera, el presidente Abinader y el PRM les otorgan toda la legitimidad del mundo a aquellos que han tenido el control del Estado y han hecho lo mismo, porque cómo se explica que no entiendan que lo dispuesto por el Ministerio de Administración Pública (MAP) que obliga a los empleados del Estado a presentar sus contratos de agua y de energía eléctrica lesiona  el derecho a la intimidad de las personas.

El asunto tiene mayor gravedad, no sólo porque revela la ignorancia y la doble moral de los perremeístas y su Gobierno, sino también porque si las autoridades se respetaran ni mencionaran los servicios de agua y de energía eléctrica, dado lo deficiente de los mismos.

Hay una famosa expresión que dice que se debe saber nadar y guardar bien la ropa, lo cual no parece que sea aplicable en lo respecta a los funcionarios del gobierno, cuya torpeza no les permite comportarse con prudencia y sensatez.

Es decir, que en el preciso momento en que se habla de que el país tiene una ley sustantiva que es más acorde con el estado de derecho, los perremeistas someten a los empleados públicos a una medida inconstitucional y que va en contra de los derechos consignados en el bloque de constitucionalidad del país, lo cual pone en peligro un derecho tan sagrado como el de la intimidad, el honor personal, que está en primer orden en los derechos interamericanos e internacionales.

La medida en cuestión violenta el artículo 44 de la ley de leyes, lo que representa un contrasentido que amenaza de todos los derechos de los ciudadanos y ciudadanas del país.

Todo el mundo sabe que “las prestadoras de servicios públicos tienen los mecanismos para que los usuarios cumplan con sus obligaciones, sin que ello implique que esas informaciones privadas lleguen a ser de dominio de otras instancias más que de ellas.

Sin embargo, en el presente caso se debe destacar que en lo respecta al agua potable el Gobierno tampoco cumple con la sentencia del Tribunal Constitucional que prohíbe que por un asunto de derechos humanos  se produzcan cortes del servicio por falta de pago.

En esa línea de violaciones el gobierno de Luis Abinader procede al corte del agua potable en desacato de lo decidido por el TC a través de los órganos que manejan el preciado líquido como la Corporación de Acuerdo de Alcantarillado de Santiago (CORASAN), entre otras.

La realidad es que el Gobierno, tal y como lo dice la oposición, no cumple con ofrecer un mejor servicio  que satisfagan las necesidades del interés colectivo y respondan a los principios de universalidad, accesibilidad, eficiencia, transparencia, responsabilidad, continuidad, calidad, razonabilidad y equidad tarifaria establecidos en la Constitución.

Como que no luce racional que las autoridades tengan un doble discurso, primero de fortalecimiento de la Constitución y segundo de violación de los derechos fundamentales como la dignidad humana, la privacidad de las familias y tire por el suelo el derecho al  honor, al buen nombre e imagen.

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Endeudamiento externo tiene que llevar al país a verse en espejo de naciones como Grecia, Argentina y Puerto Rico.

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Por Elba García

La  economía dominicana ha sido impactada por un proceso de conversión de exportadora a importadora, cuyos únicos renglones con mucha fortaleza, tal vez su tabla de salvación, son el turismo y las remesas, producto de la emigración de dominicanos hacia países  mediana y altamente desarrollados.

El manejo de la economía en el país no ha estado al margen de lo que representa una cultura de falta de planificación que proviene  desde los tiempos de la colonia, cuyo nivel de endeudamiento  supera las líneas de peligro para cualquier nación.

Un buen ejemplo del manejo dislocado de una economía es Argentina, la cual entró a niveles de devaluación e impago que llevó a que ambos términos se convirtieran en sinónimos, tanto fue así que una cosa no se concebía sin la otra y viceversa.

En los comienzos del año 2000 la economía argentina se convirtió en un verdadero drama, cuyas supuestas soluciones siempre han sido un salto al vacío, lo que ha implicado que los recursos de los bancos estén expuestos al sector público y la opción buscada era imprimir dinero inorgánico a través de su Banco Central, lo cual convirtió en ingobernable el régimen de convertibilidad en vigor en ese momento.

Pero hasta el momento la economía de este país ha sido una bomba de tiempo que no ha habido magos políticos que encuentren la fórmula de su saneamiento, cuyo sendero también llevan otras naciones del mundo, incluida la República Dominicana.

El otro caso donde el caos de la economía tenia a esa nación  al borde del colapso total fue Grecia, en razón de que la troika liderada por las autoridades del continente europeo declaró un impago que  era prácticamente imposible para que un  país de la zona escogiera esa vía  y si bien se buscó resolver el asunto con una serie de recortes, pero esa medida no bastaba para darle una salida a la deuda de este país.

Entonces, la crisis de estos dos países Argentina y Grecia ha dejado las lecciones de que  la deuda y el dinero no son lo mismo, pero que si se deja que el problema se agrave se corre el riesgo de ser impactado por una recesión, la cual trae consigo la disminución de la demanda de crédito privado, debilitamiento de los balances de los bancos y un gobierno que se financia cada vez más con la utilización de éstos porque están bajo su control, lo cual convierte el futuro de la deuda y del sistema bancario en prácticamente uno solo.

Esta situación está apoyada por una evidencia empírica, ya que desafortunadamente este problema compartido, desde luego, no soluciona nada,  más bien lo que hace es amplificar y expandir  muchas veces el asunto, dado que   los bancos y la deuda están más entrelazados y puede advertirse que  lo mismo ocurre con el futuro de la moneda, lo cual genera el espectro de la inestabilidad monetaria con su amenaza endémica para el sustento -con frecuencia, de los más vulnerables, cuya lección es no retrasar, sino  reestructurar de manera más oportuna antes de que el agujero se vuelva demasiado profundo.

En este mismo contexto está  Puerto Rico, pero en el Caribe y con el soporte de alguna manera de los Estados Unidos, lo cual le permite abrir nuevos caminos, pero sin estar exentos de grandes problemas y con desventajas frente a las posibilidades de los que cuentan con una moneda propia, ya que está totalmente dolarizado y pertenece al Segundo Distrito del Sistema de la Reserva Federal, cuyos bancos están protegidos por un seguro de depósitos de E.U., pero donde por igual sus autoridades han declarado que no se pueden pagar todas las deudas de la isla en razón de que las mismas absorben todos los ingresos públicos.

El endeudamiento del Gobierno de Luis Abinader comienza a dejar profundas preocupaciones en esta materia en los diferentes sectores que conforman la vida nacional, sobre todo en los principales de la economía nacional, porque la agresividad mostrada en este aspecto conduce a la nación a un cuadro parecido a lo que ocurre en  las tres naciones citadas en este trabajo periodístico..

Luis Abinader en el 2023  rompió récord de endeudamiento público durante  un año al tomar prestado US$9,249 millones dólares, unos RD$527 mil 193 millones, según evaluaciones de los partidos de la oposición.

Este monto de US$2,649 millones corresponden a préstamos con organismos crediticios internacionales y US$6,600 millones a la colocación de bonos soberanos.

Algunos sectores indican que las futuras generaciones tendrán que pagar los gastos corrientes de la presente administración, cuya deuda ya alcanza niveles de mucha  preocupación.

«En la Cámara de Diputados se aprobaron préstamos por US$2, 649 millones, aparte de esto se ejecutó para este presupuesto la colocación de bonos por RD$ 363 mil millones, que son el equivalente a US$6,600 millones».

En el orden de los endeudamientos las  AFP dicen que la gestión Abinader les ha  tomado préstamos RD$3.1 billones, cuyo endeudamiento público no sólo alcanza lo nacional, sino también lo externo.

El cuadro de la deuda compromete las futuras generaciones, ya que pagarán  todos los compromisos internacionales que irracionalmente asume el país, sin que ese dinero represente la construcción de obras que impacten a los niños que nacen en la actualidad.

Sin embargo, los críticos de la oposición cuando tienen la oportunidad de volver a controlar el Estado repiten el mismo comportamiento en lo referente al endeudamiento público, sobre todo con el propósito de sostener la corrupción administrativa.

La deuda del sector público no financiero representa el 46.3% del PIB al 31 de agosto del 2024, pero  el saldo de la deuda externa e interna del sector público no financiero (SPNF) totalizó US$57,596.0 millones, representando el 46.3% del Producto Interno Bruto (PIB) estimado.

La deuda pública en República Dominicana en 2023 fue de 67.581 millones de euros73.094 millones de dólares, creció 3.239 millones desde 2022 cuando fue de 64.342 millones de euros 67.808 millones de dólares,.

Consultores en política fiscal y tributaria plantean que la deuda pública se ha multiplicado por 17 en los últimos 23 años, producto de la gran cantidad de préstamos, lo que ha llevado a que cada dominicano tenga que pagar per cápita seis mil novecientos noventa y tres dólares.

En una conferencia con el título de  “Impacto de la Deuda Pública en la Formulación de la Política Presupuestaria”, en el marco de la conmemoración del Primer Congreso de Economía Dominicana organizado por la Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), se afirmó que todos los años se debe tener la responsabilidad de definir y establecer cómo se van a asignar los recursos del Estado que se manejan a través del presupuesto nacional

La medición del crecimiento económico en el país en los últimos 23 años ha tenido muy poco impacto distributivo en la riqueza de los ingresos, pese a que todo el mundo destaca lo ocurrido en esta materia.

Otro elemento importante es que  el crecimiento económico tiene muy poco impacto en las recaudaciones fiscales del Gobierno y que en los últimos veintitrés años el país ha tenido una presión tributaria de un trece por ciento fija.

De modo, que  el crecimiento económico que tiene la República Dominicana no se refleja en mayores recaudaciones tributarias del Gobierno para fortalecer el  producto interno bruto,  lo que ha provocado recurrentes déficit fiscales que han obligado a endeudarnos  para poder  hacer  frente a una proporción importante de las obligaciones

La deuda entre el 2000 y 2023 se ha multiplicado por 17 diecisiete en el país, como resultado de  un  crecimiento de ésta que advierte serios peligros para el país, ya que  la política fiscal  del  Gobierno afecta el ciclo  económico que lesiona la distribución de la riqueza y la cohesión social.

Desde marzo del presente año  la deuda de la República Dominicana es de setenta y cuatro  mil millones de dólares, cuyo crecimiento  desde el 2020 ha sido realmente exponencial, la cual  con relación al PIB ya resulta preocupante con implicaciones de sobreendeudamiento por el Covid 19.

La deuda per cápita pasó en el país  de 522 dólares en el año 2000 a seis mil novecientos  noventa y tres dólares por cada dominicano en 2023, cuyo  crecimiento acelerado se ha traducido en una retranca para el Estado.

Las naciones que suelen pedir dinero prestado cuando lo recaudado a través de los impuestos no es suficiente para el financiamiento de proyectos o gastos del Estado terminan en un callejón sin salida con consecuentes crisis sociales y políticas.

Guatemala es el país de Centroamérica que menos ha recurrido a esta práctica, cuya deuda pública es la más baja de la región con 22.593 millones de dólares, lo que equivale a un aproximado del 30 % del Producto Interno Bruto (PIB), según cálculos del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI).

Mientras que los países con la mayor deuda pública son El Salvador, con el 76 % de su PIB comprometido y Costa Rica con el 63 %, los cuales regularmente sirven de punto de referencia para las comparaciones que se hacen, por ejemplo, en la República Dominicana

La deuda de El Salvador ha sido considerada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), en su evaluación del Artículo IV 2023, como “elevada y se encuentra en una senda insostenible”, por lo que recomendó, en febrero de este año, “el desarrollo de un plan fiscal y de financiamiento completo y ambicioso, destinado a reconducirla a una senda sostenible y a facilitar el acceso al mercado internacional de capitales».

Por su parte, Costa Rica sostiene que “la orientación general de las políticas debe seguir centrada en hacer que la inflación regrese a la meta y que la deuda pública se mantenga en una firme trayectoria descendente”.

Las entidades financieras  para medir si un nivel de deuda es correcto o excesivo es mediante la  comparación de  lo que se debe con el PIB de cada país, es decir,  el monto de la misma  con el valor de los bienes y servicios finales que produce.

Un ejemplo válido en este caso es  si un país debe 80 millones de dólares y su PIB es de 100 millones, de lo producido, ya debe la mayor parte y su capacidad de riqueza queda reducida.

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