¡No!, un país no es una marca, y no lo es porque un país no tiene un conjunto de características claramente definidas para ser mercadeables. Pero, sobre todo, porque un país es una sociedad humana con virtudes y defectos, con diferencias y contradicciones. No es unívoco.
¿Qué puede mercadearse como país dominicano? ¿El legado español? ¿El legado africano? ¿El indigenismo exterminado? ¿El mulataje? ¿La hospitalidad? ¿La sociabilidad? ¿La música rítmica? ¿El machismo? ¿El racismo? ¿La pobreza? ¿la riqueza? ¿La desigualdad social? ¿La corrupción? ¿Algún producto orgánico?, etc.
¡Sí!, se puede mercadear la imagen del mar azul para atraer turistas, se puede mercadear también que hay montañas, que hay una zona colonial de impronta española, que hay ritos afro-dominicanos, que se produce cacao y banano orgánico, que es la tierra del merengue y la bachata, etc. Esas son cosas específicas que existen en este país.
Pero poner trazos de la bandera dominicana a un logo no es marca país. Eso apela más al sentimiento patriótico de los dominicanos que a la búsqueda de negocios en el extranjero, que es, a fin de cuentas, lo que hay detrás de eso que se llama marca país.
Los extranjeros no tienen sentimientos patrióticos hacia la República Dominicana ni los tendrán. Les interesa algo específico y transaccional: playas, exportar, importar, invertir, etc. Y en la medida que lo ofrecido en transacciones es de buena calidad, se aseguran mejores negocios.
El nuevo logo de la marca país es problemático no solo por el supuesto plagio, sino porque lo más importante en un logo es que perdure en el tiempo, que concite a través del tiempo una asociación positiva. Eso hace un logo importante. Lo demás es sensacionalismo publicitario y gastadera innecesaria de dinero.
¿Tenía la República Dominicana un logo anteriormente? No lo sé, nunca lo noté, y si no lo noté, es probable que mucha gente tampoco lo notara. El nuevo logo ha sobresalido por la controversia suscitada del supuesto plagio. Si no, hubiera pasado sin penas ni glorias. Ahora, si van a comenzar de cero, lo mejor es tener un logo menos controversial que se añeje.
El lema “La república del mundo” es malísimo porque resalta precisamente la palabra que constituye la piedra en el zapato del nombre de este país. Muchos países tienen la palabra república en su nombre formal, pero la quitan para hacerlo más corto, fácil e impactante.
El nombre República Dominicana es muy largo, da trabajo pronunciarlo en español y en otros idiomas, y nunca se acuño solo Dominicana, aunque en algunos países latinoamericanos, para simplificar, dicen Dominicana sin mencionar la palabra república, o se refieren al país como Santo Domingo obviando así el término república (igual hacen muchos dominicanos).
Los países desarrollan una identidad no por un logo o un lema, sino porque a través del tiempo se les identifica con características y experiencias positivas o negativas, aspirando siempre a que prevalezcan las positivas.
La República Dominicana no es “La república del mundo” ni lo será. Por eso, no vale la pena malgastar dinero del pueblo en publicidad promoviendo esa idea.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY

El desarrollo del capitalismo, del mercadeo y la publicidad ha llevado a creer que todo puede convertirse en una mercancía con éxito definida o eficazmente falseada para atraer consumidores o inversionistas Así se llegó en décadas recientes a popularizar la idea de que un país puede mercadearse; presentarse como una marca para ser apetecido en distintos tipos de negocios.
Desde 1950, tres años a posteriori de su creación -1947- la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos comenzó a instrumentalizar a periodistas para manipular y moldear a la opinión pública mundial, en una abominable labor de zapa, en el cenit geopolítico de la Guerra Fría entre dos superpotencias imperiales. Su proyecto primigenio, y el más escalofriante, ha sido la encubierta Operación Mockingbird, mediante la cual se ocultaron y tergiversaron informaciones para influir a favor de los designios norteamericanos, y desde 2019 ejecuta a gran escala una campaña de reclutamiento para difundir noticias y entretenimiento en redes sociales y plataformas streaming.
En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?
A diferencia de la Corte Penal Internacional, cuyo estatuto es el resultado de varios años de debates y de la Conferencia de Plenipotenciarios, los tribunales Ad –Hoc para la Ex Yugoslavia y Ruanda son la expresión de una respuesta a dos situaciones específicas caracterizadas por la comisión de atrocidades en el territorio de estos países.