Es una verdadera tragedia para cualquier sociedad donde el Estado no existe, lo cual también implica que no hay institucionalidad y mucho menos estado de derecho y como vía de consecuencia democracia.
La República Dominicana está en el contexto de esta deficiencia, cuyos gobiernos y sus funcionarios se creen que están por encima de la voluntad del pueblo y de la ley.
Peor aun cuando el Poder Ejecutivo descansa en una persona que simula cosas, pero que su conducta está fundamentada en otras.
Es realmente molestoso tener que tocar este tema en medio del ataque de una pandemia que ya le ha dado muy duro al mundo y al país.
Pero dejarlo pasar es mucho peor, porque los malos dominicanos se aprovechan de la pandemia para incurrir en la comisión de todo lo indebido…
Exactamente eso es lo ocurre con las compras que tiene que hacer el Gobierno para enfrentar el coronavirus, cuyas empresas contratadas están vinculadas a sectores oficiales o cuando menos a familiares de sus más altos funcionarios.
Ya lo había advertido la Organización de las Naciones Unidas de que había que tener ojos muy abiertos con los gobiernos para que no se disparara el lastre más pesado que tiene Latinoamérica como es la corrupción.
Han salido a la superficie una serie de intentos por depredar al Estado con la compra de una serie de utensilios médicos que se convierten en una fuente de acumular grandes fortunas sobre la base de la corrupción.
Lo peligroso del fenómeno es que se forman grandes cadenas de complicidad para estafar al Estado, las cuales comienzan en el Palacio Nacional y se convierten en un cometa, porque nadie sabe dónde terminan.
Las empresas mafiosas creadas al vapor para engañar al Estado y en consecuencia al pueblo dominicano ya comienzan a hacer de las suyas.
Es preocupante que el dominicano tenga que estar atento de que la pandemia no lo mate, que le quite la vida, y al propio tiempo estar al acecho para que el país no quede en la peor de las pobrezas, que no se pueda valer ni por sí mismo.
El agravante de todo esto es que no hay forma de convencer a estos grupos de lo contrario y que sólo los buenos dominicanos podrán parar sus intenciones.
La República Dominicana vive momentos de extrema gravedad, cuyas amenazas no sólo implican la muerte de la mayoría de nuestra gente, sino de quedar como dice el vulgarismo ¨con una mano alante y otra atrás¨, que es lo mismo que de limosna.