Desde hace algunos años diferentes sectores de la vida nacional han mostrado su preocupación por la prácticamente desaparición de los valores éticos y morales de la sociedad dominicana.
El país no para de producir periódicamente conductas y hechos que revelan hasta dónde los dominicanos han entrado en un pragmatismo que no respeta ninguna norma social y mucho menos el ordenamiento jurídico nacional.
Son incontables los casos de personas que van a la administración pública a llevarse los recursos del patrimonio nacional, sin importar de como su conducta impacta a la mayoría de la gente y a toda la sociedad.
La avaricia y podría decirse que las carencias han sobresalido de muy mala manera en la sociedad, donde a la gente le importa más un peso que su propia vida.
El interés por lo material se ha llevado de paro lo humano e incluso lo legal, lo cual ha creado en la sociedad dominicana una especie de salvajismo peligroso para la convivencia social.
Este tema es a propósito de un hecho que viene a ratificar la inclinación de la gente por cualquier cosa material, no importa que se trate de un cascarón de un huevo, por cuya causa mueren muchas personas permanentemente y se trata del asesinato de cuatro miembros de una familia en el sector Brisas del Edén en Santo Domingo Este por un problema pasional y donde los vecinos en medio del derramamiento de sangre se robaron prácticamente todas las propiedades de las víctimas.
Este caso habla lo suficientemente contundente de un problema social y ético moral que sólo el Estado puede afrontarlo mediante políticas públicas dirigidas a restablecer valores.
El crimen que tuvo que ver con una relación tormentosa entre un hombre con una gran vocación criminal y una mujer que ha pasado a ser parte de las estadísticas de los feminicidios y otra vez de la irresponsabilidad con que se maneja la fiscalía en el país.
Este múltiple crimen debe encender las alarmas de las autoridades, no sólo por lo que el hecho implica en si mismo, sino también por el componente delincuencial que se ha vuelto como un entretenimiento entre muchos dominicanos que ya sólo no le importa el que dirán, pero mucho menos la sanción que establecen las leyes penales para casos como éste.
Ahora mismo hay mucha tela por donde cortar con un problema que parece tener una dimensión mucho mayor y cuyas consecuencias podrían ser devastadoras para la sociedad dominicana.
El problema está planteado y sólo falta que se busque un remedio a tiempo, antes de que la cuestión se vuelva epidémica y que la sociedad dominicana termine prácticamente como salvaje e insalvable.