Editorial
La Contundencia de los Poderes Fácticos
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9 años agoon
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LA REDACCIÓN
Históricamente ha quedado demostrado que los poderes fácticos se ponen por encima de cualquier instancia pública o privada, cuya mejor demostración es lo que ocurre con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Los poderes fácticos son, principalmente, el empresariado, la iglesia y los medios de comunicación social, los cuales acumulan tanto poder en las llamadas democracias representativas, que los tres poderes del Estado, Legislativo, Ejecutivo y judicial, generalmente respetan sus intereses.
Todo el mundo sabe que incluso Estados tan poderosos como el norteamericano, siempre se cuidan de tomar medidas muy severas en contra de un sector que como el empresarial tiene la posibilidad de crear empleos y de impactar las sociedades capitalistas de tal manera que su estabilidad depende de sus inversiones.
Todo el mundo conoció la experiencia de la llamada burbuja inmobiliaria que sufrió la sociedad estadounidense, donde miles y miles de personas perdieron sus viviendas por un manejo inescrupuloso de los bancos y una serie de instituciones financieras que estafaron a sus clientes y que luego llevó al borde de la quiebra a todo el sistema financiero.
Sin embargo, en ese momento el Estado estadounidense socializó las pérdidas de los bancos y otros agentes del sector financiero, pero mantuvo la privatización de las ganancias de los mismos, cuya carga de los deficits cayó sobre el pueblo, porque éstas fueron financiadas con recursos del contribuyente.
Pero si nos trasladamos a los países latinoamericanos, muy específicamente a la República Dominicana, donde el neoliberalismo ha hecho de las suyas con prácticamente todas las empresas heredadas de la dictadura trujillista, observamos que estos tres poderes fácticos siempre logran que las autoridades inclinen la balanza a favor de sus poderosos intereses.
Por ejemplo, un poder fáctico que no deja pasar una es la iglesia, principalmente la católica, la cual acumula la mayor incidencia en las políticas públicas en las naciones latinoamericanas, ya que fueron colonias españolas y entre sus imposiciones estuvo el asunto religioso.
Este poder fáctico ha echado una serie de peleas con los poderes formales, como el Legislativo y el Ejecutivo, donde en algún momento se ha querido imponer algún proyecto de ley que lesiona cuestiones de principios en la iglesia, pero al final de la jornada se sobreponen los intereses de ésta.
En lo que respecta al otro poder fáctico, los medios de comunicación social, hay ejemplos muy ilustrativos del peso de este sector en las decisiones del Gobierno y del Estado en sentido general, porque cuenta con la fuerza suficiente para imponer su voluntad o sus intereses.
Lo que mejor demuestra el poderío de los medios de comunicación social es lo que pasa en la principal economía del mundo, Estados Unidos, cuyo desarrollo la ha llevado a convertirse en la expresión más alta del capitalismo, como lo es el imperialismo.
Los periódicos, las emisoras de radio y los canales de televisión se han constituido en el principal fiscalizador mediante una guerra abierta con el presidente Donald Trump, cuyos resultados consisten en un nivel de ridiculización del mandatario que le ha quitado toda su credibilidad, llevándolo incluso a la posibilidad de ser expulsado de la Casa Blanca mediante investigaciones periodísticas de un escándalo que se parece mucho al caso Wategate, que generó la renuncia del entonces presidente Richard Nixon.
Jugarse con los poderes fácticos no importa en que lugar del mundo se constituye en un gran dolor de cabeza para cualquier gobierno o autoridad pública, porque su poder descansa en la enorme fuerza de apelación con que cuentan y con la posesión de una mercancía que cambia la forma de pensar de muchos, como la es el dinero.
Es importante darle seguimiento a la extraordinaria incidencia de un poder fáctico como los medios de comunicación social, los cuales tienen al garete a un Donald Trump que nunca midió su audacia de declararle la guerra abierta a la prensa, cuyos resultados son definitivamente demoledores para él, su familia y todos los que se mueven en su entorno.
Cualquiera pudiera alegar que Trump es presa de su propia ignorancia y arrogancia, pero si la prensa se hiciera de la vista gorda de muchas de sus inconductas, probablemente la situación del mandatario norteamericano fuera mucho más llevadera y tolerada.
No se juegue con candela si no quiere quemarse en el fuego.
La educación superior dominicana, que como bien se establece en el reportaje que aparece en la sección “De Portada” de este diario, implica un problema que debe motivar profundas reflexiones para que el país se avoque a pasar de la deficiencia a la calidad de la enseñanza universitaria.
Pero este es un asunto que sólo puede solucionarlo el Estado, el cual no está en capacidad de dar los pasos para que al cabo de algunos años el cuadro pueda dar un giro positivo.
La tendencia entre los dominicanos es sólo ver lo que está frente a ellos, sobre todo en materia de educación universitaria, pero no hay forma de llevar su mirada crítica a lo que requiere de un esfuerzo más profundo y exhaustivo.
El gran problema de la educación superior del país es que no sólo la situación depende de la negligencia y la deficiencia del Estado, sino que además que no se cuenta con una cultura para crear un cuerpo profesoral preparado para impartir docencia a nivel universitario, aunque, naturalmente, una cosa depende de la otra.
De manera, que los resultados no pueden ser peores, cuyos egresados, penosamente, terminan su carrera con una formación tan precaria que en la práctica son analfabetos funcionales.
Lo peligroso del fenómeno es que la sociedad está frente a médicos que puedan matar al paciente, ingeniero civil que construya una obra que puede caerle en la cabeza en cualquier momento a sus propietarios y un abogado que no puede asesorar idóneamente a su clientes y en consecuencia poner en peligro, por su poca formación, la tutela judicial efectivo, el debido proceso y el derecho a la defensa.
De manera, que el asunto no es como se puede ver a simple vista, sino que se trata de una deficiencia que aparte de hablar muy mal de toda la sociedad, amenaza la seguridad nacional, todo como resultado de un problema integral que impacta a todo el Estado.
Lo grave del problema es que no se ven soluciones fáciles en el camino, porque además la explicación de una educación superior fundamentada más en el negocio vulgar que en un plan nacional para lograr los índices de desarrollo del mundo competitivo de hoy, es parte de una cultura nacional y de un neoliberalismo salvaje que se lleva de paso todo lo bueno.
La realidad es que no es posible poner en orden las universidades nacionales, ya que en el país todo está contaminado con la politiquería, de arriba hacia abajo y lo contrario, de abajo hacia arriba.
Se impone entonces la siguiente pregunta: ¿Quién nos sacará del tremendo tollo de la educación superior nacional, aunque la respuesta más realista es que no hay una respuesta convincente y que satisfaga.
Editorial
El Oncológico es un espejo de un problema de un gran alcance.
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3 semanas agoon
noviembre 12, 2025
No son pocos los conflictos originados en sindicatos, clubes culturales y deportivos, cooperativas de ahorros y préstamos y los propios partidos políticos, que son asaltados por grupos de personas que los usan con fines muy particulares.
Puede decirse que se trata de un cáncer que resulta complicado erradicar, con el agravante que esa mala práctica es reproducida cuando personas con la misma filosofía de vida llegan a la administración pública, lo que explica la gran cantidad de casos de sustracciñn de fondos del patrimonio público.
Realmente el país está copado por los que piensan que deben llegar a este tipo de instituciones, las cuales no tienen fines de lucro, para manipular sus recursos y creerse incluso que es algo que legítimamente les pertenece.
Un ejemplo muy elocuente al respecto son los partidos políticos, los cuales son manejados como empresas privadas y propiedad de particulares, pese a que en realidad se trata de una figura que está legalmente regulada y que no puede ser jamás un patrimonio personal.
Pero el mismo problema es encontrado por doquier, cuyos propiciadores de este tipo de conducta sumergen a la sociedad en un gran dolor de cabeza.
El asunto ahora se puede ver con lo que ocurre en el Patronato Cibao contra el Cáncer, cuya institución juega un papel de primer orden para combatir una enfermedad tan severa y mortal como esa.
El problema del Oncológico del Cibao ha entrado ya a los tribunales competentes y sólo se espera un desenlace que tal vez no sea la panacea al problema, porque se van unos con un criterio equivocado en el manejo de este tipo de organizaciones, pero llegan otros que no difieren, absolutamente en nada, en la forma de ver el asunto.
Independiente de cual sea la decisión del tribunal que conoce el caso, debe admitirse que la sociedad dominicana está frente a una cuestión que lesiona lo más profundo de la sensibilidad humana, sobre todo porque no hay ningún tipo de arrepentimiento.
Hoy ha salido a la superficie el conflicto en el Patronato Cibao contra el Cáncer, pero la raíz del conflicto, con una explicacion profundamente cultural, es que una gran cantidad de instituciones sin fines de lucro hoy permanecen asaltados por grupos de «vividores» que ponen en tela de juicio las bases de la dominicanidad.
Así como Nueva York es un ejemplo de progresos y de que todo con esfuerzo se puede, este 4 de noviembre ha enviado el mensaje de empoderamiento democrático con el triunfo de un joven musulmán con apenas siete años de haber obtenido la ciudadanía de los Estados Unidos, condición indispensable para ser candidato a la posición política más importante de la ciudad.
Lo más impresionante de este triunfo es el contexto en que se produce y sobre todo por tratarse de un joven nacido en Uganda de ascendencia india, con muy poco tiempo de haber adquirido la ciudadanía estadounidense, pero además amenazado por el presidente Donald Trump de deportarlo si ganaba la contienda electoral.
El triunfo de Zohan Mandami es el vencimiento de la legalidad en contra de la ilegalidad, de la tolerancia contra la intolerancia y de la vulnerabilidad de aquellos que prefieren inclinarse por la dictadura en vez de la democracia.
Es un mensaje muy grande el que ha dado la ciudad de Nueva York cuando en los Estados Unidos se producen unos retrocesos institucionales y democráticos que son motivos de preocupación para el mundo entero.
La situación es tan delicada que el presidente Trump aparentemente ha logrado doblegar a una de las democracias más sólidas del mundo, cuyos logros constitucionales son un ejemplo y emulados por países del planeta entero.
En realidad, se trata de una situación que nadie podía creer que fuera posible, ya que el alto nivel de institucionalidad de los Estados Unidos no permitía que cupiera en cualquier mente humana que los derechos constitucionales y los derechos humanos quedaran al capricho de un mandatario.
El triunfo de Mandami en Nueva York reafirma esa vocación de ciudad de inmigrantes y además de que ciertamente se trata no sólo de la capital del mundo en términos comerciales, económicos y financieros, sino también políticos.
Una nueva visión se impone en la ciudad de Nueva York en tiempos de retrocesos y de preocupantes violaciones a los derechos constitucionales en la mayor potencia del mundo, donde su presidente impone su voluntad como en los tiempos de las más férreas dictaduras.
La República Dominicana por tener millones de sus hijos en la ciudad de Nueva York es beneficiaria de los nuevos aires democráticos que abrazan a la llamada capital del mundo, cuna de una gran riqueza cultural que enorgullece a todo al que vive en ella y tiene el privilegio de visitarla.
La elección de Mandami no pude ser mejor, porque en momentos de tantas fricciones y tensiones sociales y raciales y religiosas, sobre todo en el medio oriente, llega la buena nueva de la tolerancia y de que todos bajo la ley y la democracia pueden convivir en paz.
