La actividad política constituye desde hace muchos años una fuente de ir a buscar riquezas por parte de los que participan en ella.
El tema es tan complicado que la gente no entiende que hacer vida política partidaria es un servicio vital para preservar la democracia, pero en el país si al votante no se le dice claramente que beneficio individual tendrá a cambio, no participa.
El problema es tan complejo que no hay nada, absolutamente nada, que haga cambiar de idea a los ciudadanos, cuya visión ha sido impuesta por los partidos políticos.
Esa conducta se ha constituido en algo que parece ser legítimo y justo, ya que la gente sólo toma en cuenta que se le dé algo a cambio para tener una vida activa en la política partidista.
Tanto es así que los que intervienen en esta bonita actividad consideran una oportunidad llegar a la administración pública y tomarse para sí cualquier recurso del Estado.
Es como una especie de derecho natural el robo y el mal comportamiento para obtener recursos materiales.
Una muestra de este detalle lo constituyen los tantos casos que se ventilan en estos momentos en los tribunales y los que todavía no han sido judicializados.
Es como si fuera una epidemia de corrupción que no para, cuyo detalle más importante es que la ambición es tan grande que todo el que toma los recursos públicos no se conforma con cincuenta o cien millones de pesos, sino con miles.
El que aparece involucrado en un robo de una cantidad insignificante se le ve como un desquiciado porque perdió la oportunidad de resolver los problemas económicos de su vida.
Pero ha sido mucho lo que se ha hablado de un mal que va en camino a destruir a la República Dominicana y en consecuencia lo que se impone es buscar la solución al problema.
Esa situación sólo podrá cambiar cuando en el país se inicien amplias campañas de educación cívicas y de promoción de vocación de servicio, a fin de que se entienda que la política es una ciencia que permite servir, no servirse, y dejar un buen legado.
De igual modo, hay que fortalecer las sanciones en contra del funcionario que va a la administración pública a hacer lo mal hecho.
Es un trabajo duro e intenso, pero hay que buscarle una solución a un problema que está en la cabeza de prácticamente todos y cada uno de los dominicanos.
Sólo el Estado está en capacidad de que la República Dominicana llene de orgullo a su gente con una conducta que no constituya un bochorno para todo buen ciudadano.
Ya veremos, qué pasa?