Un código de ética es un instrumento de presión y al mismo tiempo un rasero para medir las actuaciones de los individuos con responsabilidades delicadas.
El Código de Ética que con ribetes de magnificencia ha anunciado el gobierno no debe excluir la conducta de funcionarios del anterior gobierno, algunos de los cuales se han quedado en el actual gabinete mostrando con ello su influencia ante el nuevo presidente.
El pueblo reclama un alto rotundo a la corrupción, pero también a la impunidad.
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), encabezado por Leonel Fernández, ya no necesita ser citado como una organización política, sino como un emporio económico.
Ese poderío económico es el producto del saqueo al Estado Dominicano en 12 años de ejercicio.
La justicia debería proceder investigando a los depredadores del Estado.
Esa empresa se ve, sin embargo, quimérica pues el señor Leonel Fernández controla los estamentos judiciales incluso al más alto nivel.
La austeridad que se ha impuesto a los funcionarios públicos es también una buena noticia y puede sentar precedentes si se aplica estrictamente.
Danilo Medina ha prometido que honrará la memoria del expresidente Juan Bosch en una gestión transparente.
La anterior fue turbia, corrupta, despilfarradora, autoritaria, simuladora.
De esa realidad histórica no va a poder escapar el expresidente Fernández que actuó con la mayor irresponsabilidad que gobernante alguno haya procedido en toda la historia dominicana en tiempos de crisis.
Manejó el PLD en el gobierno una cantidad también sin precedentes de dinero, muchos de los cuales fueron a parar a las manos de su Comité Político, integrado hoy por verdaderos potentados con los recursos del pueblo dominicano.
La crisis que vive hoy la República Dominicana es social y política, pero también es moral.
Hay que comenzar a sanear la vida dominicana y nunca será tarde para comenzar.