Como otras formaciones sociales, los partidos involucionan y se estancan en el devenir.
Otros avanzan, cierta y seguramente, para hacer lo que todo partido espera: llegar al poder.
El PLD ha retrocedido consistentemente con el enriquecimiento corrupto de sus dirigentes.
Eso, por supuesto, amenaza su futuro inmediato y sobre todo su imagen, que está muy cuestionada y enlodada.
Esa circunstancia la conocen muy bien sus dirigentes, obligados a callarse en vista de los recursos ilícitos que la mayoría de ellos han recibido del Estado de las manos de su pretendido líder.
Así, ha producido gran alarma en Leonel Fernández y su grupo privilegiado el patrón de protestas post reforma fiscal que se escenifica en el país.
Y no se trata sólo de reforma fiscal.
Se trata de los actos de pandillerismo practicados desde el poder y que comprendieron
el robo al erario público a gran escala, el tráfico de influencia, el enriquecimiento ilícito, tipificado por la Constitución como crimen de Estado.
En cualquier país democrático del mundo Leonel y sus favorecidos debieran estar respondiendo ante un juez.
Aquí a lo que se dedican estos señores es a insultar a quienes piden justicia, como es el caso del señor Monchi Fadul, que es uno de los multimillonarios del gobierno de Leonel y de éste.
El debería mantenerse callado, humilde, a la espera de que un día haya un gesto de decencia en la Justicia, que lo cuestione por sus múltiples robos y corrupción publica.
El PLD nunca fue en sus inicios un partido de arrogantes ni de privilegiados porque su fundador no aceptaba bajo ninguna circunstancia ese tipo de comportamiento.
De modo que esa organización, con el gran jefe de banda llamado Leonel Fernández, ha involucionado, se ha retrasado hasta los días en que un jefe único decidía el destino y la vida misma de todos.