Hace décadas que amplios sectores de la vida nacional han estado esperanzados de que el país reduzca su política de endeudamiento público, porque ella disminuye la posibilidad de invertir más en cuestiones tan importantes como la salud, la productividad y la producción nacional, por sólo citar algunos renglones que propiciarían un mayor desarrollo.
Sin embargo, los diferentes gobiernos que ha tenido el país han puesto más empeño en satisfacer los intereses de determinados grupos económicos que procurar generar la estabilidad que demanda la nación.
Es imperativo que se mejore la calidad del gasto y que se combatan con sinceridad fenómenos como la corrupción administrativa, cuya mayor parte de la deuda externa se queda entre sus garras.
Son muchas las teorías que se han levantados para justificar el déficit fiscal, el cual aumenta consistentemente y en consecuencia la mayor parte de los ingresos que tiene la nación, incluidos aquellos que provienen de la deuda externa, va en camino a inhabilitarla, porque una buena parte de ellos hay que usarlos para el pago de intereses.
El problema nacional se complica, porque ese comportamiento de los que gobiernan y de los que acumulan grandes fortunas, sobre la base del tráfico de influencias y de otras variantes de la corrupción, no hay forma de que hagan conciencia de la gravedad del asunto.
Debe decirse, aunque duela mucho, que el PRM no parece tener las agallas para enfrentar un despilfarro que forma parte de una cultura nacional, sobre todo cuando se trata del manejo de recursos públicos.
La amenaza que genera miedo en los sectores sensatos del país es que el PRM no tiene miramientos para endeudar más al país, porque parece que no mide consecuencias a mediano y largo plazo.
Con esa visión del Estado, que consiste más en buscar prestamos al precio que sea, no va a ocurrir otra cosa que un alto endeudamiento nacional y un déficit fiscal cada día más grande y peligroso para la estabilidad del país.
El susto más grande de los dominicanos, a pesar de que votaron por las actuales autoridades nacionales, es que los niveles de improvisación y poca comprensión de sus acciones, representa un riesgo a mediano y largo plazo de un gobierno que vive de alimentar la percepción con una realidad que dice lo contrario.
Que dicho sea de paso, esa percepción que sirve para vender lo contrario de lo que realmente ocurre, máxime en el campo de la economía, es, sin lugar a dudas, el principal peligro de un país que tiene grandes retrocesos en todos y cada uno de los temas nacionales.