Desde hace más de tres décadas se le está pidiendo al pueblo que se amarre la correa a fin de soportar la austeridad a que lo someten los gobiernos que hemos tenido, caracterizados en gran medida por el gasto superfluo, una gran cantidad de botellas y botellones en la administración pública, el robo descarado a los bienes del Estado y el boato de sus funcionarios corruptos.
Ahora le tocó a Reynaldo Pared Pérez, presidente del Senado de la República el pedido de apretarse los cinturones. Es seguro que él, como nuevo millonario, con un sueldo de millonario también, no se los va a apretar.
Esa recomendación es para los demás, los pendejos de siempre, que mantienen a políticos corruptos en el poder, los reeligen y los vuelven a reelegir.
Reynaldo Pared no sabe desde hace más de ocho años lo que significa apretarse el cinturón pues ha vivido como un rey a costa de este pueblo de pendejos, desmemoriados y timoratos y que se deja engatusar de los bufones con sueldo de lujo, pegados con coquí a las tetas de la vaca nacional.
El comité político del PLD es otro grupo económico, una nueva oligarquía rabiosa, que no se va a apretar la correa. No tiene necesidad de ello.
Ya encontró el tesoro de Alí Babá en la cueva de la corrupción, el despilfarro y el cinismo leonelista.
No se sabe hasta cuándo va el país a aguantar ese tipo de conducta irresponsable y deshonesta.
Se sube un nuevo redentor al poder y en poco tiempo llena sus arcas y las de los suyos y termina atribuyendo la crisis terrible a los malos tiempos y las condiciones internacionales.
Este no ha sido la excepción. Ahora nuestro distinguido ex presidente anda pontificando por el mundo sobre una austeridad que él no vivió nunca, sobre problemas de corrupción que él aceleró hasta el máximo y sobre problemas sociales que ya él y su familia tienen resueltos desde hace años.
Todo este montaje cínico claramente tendrá un fin. Pero no se le ve el horizonte a ese fin. No parece que haya la manera, salvo La movilización popular, contra la impunidad y el desgobierno que acabamos de rebasar pero cuyas consecuencias terribles aún sufrimos.