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Editorial

Toma Cuerpo el Sello de la Irracionalidad del Gobierno.

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Desde que estaba en la oposición la gente observaba una alta dosis de irracionalidad de los dirigentes y hoy funcionarios del Gobierno de Luis Abinader.

Han dejado lo suficientemente claro que no piensan muy bien los pasos a dar, lo cual se ha demostrado desde que hacían oposición y después de estar en el Gobierno, cuya conducta al respecto se puede ver en el Congreso Nacional y en la forma de manejar el Poder Ejecutivo.

No es que la irracionalidad y la falta de planificación del Gobierno choque con alguna buena fe, sanas intenciones o deseo de que las cosas salgan bien, porque una cosa no tiene nada que ver con la otra.

En el caso de los funcionarios del Gobierno se observa que ellos son expertos en volverse enemigos hasta de aquellos que les pueden ayudar a sobrellevar mejor la gran tarea que implica dirigir un país.

Pero su vocación de inclinarse por lo improvisado, lo poco pensado, que viene desde los tiempos en que el PRM buscaba llegar al Gobierno, podría decirse que es parte de su ADN.

Lo primero es que desarrollaron una campaña despiada en contra de sus propios aliados y fue tan grave el asunto que decían que sólo se debía votar por sus candidatos y no por los pequeños partidos que también lo daban todo para Luis Abinader se convirtiera en presidente de la República.

Algunos de los partidos aliados no tenían mucho que aportar en términos de votos, pero los mismos no dejaban de ser importantes para el triunfo, porque tienen cuadros que podían ayudar con ideas y con algún nivel de planificación, aunque la misma es una condición extraña en la sociedad dominicana.

Pero eso ya es irrecuperable, porque en el Gobierno ya hay una tendencia que no hay forma de que cambie y todo parece indicar que su fracaso político, económico y social es algo que no lo despinta nada ni nadie.

La cuestión es que un Gobierno que no sale de la comisión de un disparate y ahora ha sido la decisión de eliminar la visa al estudiante haitiano, lo cual tal vez es una de las medidas más poco pensada.

Pero, además, que tienen que ver las desacertadas declaraciones del canciller haitiano con los jóvenes que estudian de ese país en universidades dominicanas, cuya mayoría paga su dinero como aquel que viene de cualquier otro lugar del mundo.

Con esa medida el Gobierno se gana el mayor de los trofeos de la irracionalidad, de la poca planificación y que incluso da la impresión de que se trata de una pelea entre niños o adolescentes que lo que se busca es ver quien queda como el más fuerte y mejor parado frente a los demás.

Las relaciones dominico-haitianas demandan de que la alta política juegue un papel de primer orden para que la sangre no llegue al rio, porque ambos países van a salir profundamente perjudicados con la irracionalidad con que se manejan las diferencias.

Además, el pueblo dominicano a través de su Gobierno no puede manejar la situación haitiana como si ese pueblo viviera en el marco de un estado de normalidad, sino que debe ser con mucha diplomacia para obtener la medicina que lo sane para siempre y que pueda caminar por sí solo.

Este periódico demanda que en lo inmediato se suspenda la decisión tomada sobre los estudiantes haitianos y en segundo lugar que la República Dominicana abandone el tanto protagonismo sobre el problema haitiano y que deje a la Organización de las Naciones Unidas bregar con el asunto para llevar distensión y retornar a la buena vecindad entre ambas naciones.

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Editorial

Policías y militares dominicanos no difieren mucho de los haitianos.

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Si una cosa debe preocupar a la sociedad dominicana tiene que ser el comportamiento de sus policías y militares, porque la gran mayoría no exhibe una buena conducta.

Si se revisa la participación policial y militar en los atracos y robos a mano armada que ocurren en el territorio nacional,  siempre se encontrará la sombre de miembros de los cuerpos armados.

Y si se analizara el problema a partir de lo que ocurre en la frontera, las cosas se complican, porque aparte de que son los militares destacados allí los que permiten la entrada de los haitianos, también fácilmente va a quedar al descubierto que por ahí entra mas que seres humanos, sino  droga,  trata de blanca y miles de actividades ilegales.

Lo complicado del asunto es que el lenguaje que se habla en esa parte del pais es el del dinero dinero, cuyo involucramiento de los militares destacados allí  proviene de los partidos políticos, en los que todo tiene un precio y sólo las cosas caminan cuando cada uno recibe los suyos.

Es decir, que pedir un comportamiento ético y mística en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional es una quimera que no parece tan fácil de lograr.

El país está inmerso en la fiesta de los cuartos y el que no tiene la audacia para buscarlo y repartir se queda fuera de la misma, porque nadie lo quiera a su lado y precisamente así están los cuerpos armados de la nación.

Ahí está la explicación del comportamiento de los miembros de la Dirección Nacional de Migración, quienes están más atentos de las propiedades de los haitianos que de su documentación y si son o no ilegales.

Lo grave del problema es que, aunque muchos superiores hablan todo lo que les viene a la boca cuando se produce un escándalo, lo cierto es que nadie está fuera del botín, cuyos beneficiarios no les importa otra cosa que acumular dinero sin importar las consecuencias e incluso aunque tengan que poner en peligro los intereses de la patria.

Si este comportamiento no es detenido al precio que sea, la República Dominicana va a sufrir un deterioro en su imagen que llegará un momento que el mal va ser muy difícil revertir.

El problema toma cuerpo, porque se profundiza la crisis de valores, pero no parece que el mal pueda ser detenido porque es la mayoría de la gente que anda en la misma onda.

Solo queda observar.

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Editorial

Un hecho que hiere la conciencia nacional.

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La violación sexual de una adolescente haitiana durante un operativo de la Dirección General de Migración representa una afrenta en contra de toda familia sin importar en qué lugar del mundo ocurra y la nacionalidad de la víctima.

Puede producirse en cualquiera de los continentes que conforman el mundo y no hay forma de justificar semejante aberración.

Todo el que tiene algún sentimiento paternal tiene que indignarse con semejante aberración, la cual constituye la que más heridas psicológicas y físicas produce en sus víctimas.

Esa es una forma de arruinarla la vida un ser que apenas comienza a vivir, cuyos traumas la acompañarán durante el resto de su existencia.

No hay forma de concebir semejante crimen, porque en realidad la violación sexual es uno de los peores recursos de cualquier degenerado en contra de sus víctimas.

Cualquier buen ciudadano, no importa que tan poca o muy civilizada sea su nación de procedencia, no puede sentirse cómodo con que un degenerado sobre la base del poder público cometa semejante agresión, pero peor aun en contra de una persona que todavía se puede definir como una niña.

Ya el Gobierno ha reaccionado al respecto, pero el asunto no permite dilaciones, porque el remedio tardío puede ser mucho peor que la enfermedad y la sociedad dominicana no puede darse el lujo de proyectarse ante la comunidad internacional como una nación de salvajes y de perversos que se escudan en la ley para cometer sus atrocidades.

No hay forma de justificar semejante acción, sin importar las diferencias migratorias y a otros niveles con los haitianos, porque el crimen cometido por miembros de la Dirección General de Migración trasciende todas las fronteras.

El que viola a una haitiana de igual lo hace con una dominicana o con cualquier otra persona, porque se habla de un enfermo que merece tratamiento clínico y de la sanción que dispone la ley para este tipo de conducta.

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Editorial

La desgracia que nos acecha.

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La forma de manejarse del Gobierno de Luis Abinader y del Partido Revolucionario Moderno (PRM) representa un gran reto para la República Dominicana, porque esta entidad no cuenta con un pensamiento y una planificación estratégicas.

Desde su llegada al poder ha quedado demostrado que no piensa nada de lo que hace, lo cual explica la falta de visión de Estado tanto del mandatario que se gasta el país y del partido que lo sustenta.

Abinader le ha buscado una solución incorrecta para satisfacer el pedido de entrega de fondos adicionales a los partidos políticos, incluido el oficial, la cual implica una modificación no pensada de la Ley de Presupuesto.

Pero lo peor de todo es que nadie, absolutamente nadie, somete a la transparencia que manda la Constitución de la República a los partidos políticos que reciben altas sumas de dinero del Estado sin rendirle cuenta a nadie.

En realidad no se sabe de qué se habla cuando se recurre a  una expresión muy común de que los partidos son el soporte de la democracia.

Tremenda mentira, porque si a la verdad vamos son la mejor expresión de la desgracia nacional.

La partida que ahora entrega el Gobierno a los partidos políticos no es otra cosa  que una vía mas para promover la falta de transparencia y el mal manejo  de los dineros de las arcas nacionales.

Esta nueva partida entregada a la partidocracia significa un gran sacrificio para todos los dominicanos en razón de que ello traerá consigo un mayor endeudamiento público, pese a que ya es bastante.

La fiesta del dispendio y de la corrupción de los actores de la vida política nacional son, sin lugar a dudas, la más grave amenaza en contra de los mejores intereses de la nación.

Es una complicidad que involucra a todo el andamiaje oficial, la cual se inicia en el Palacio Nacional, entre a un amplio sector del empresariado, pasa por el Congreso Nacional, el sistema de justicia, incluidos los tribunales Constitucional y Superior Electoral y para colmo el fenómeno no deja fuera a los medios de comunicación social, sobre todo a los más grandes y que más incidencia tienen en la vida nacional.

A Dios que reparta suerte.

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